jueves, 14 de octubre de 2010

Rock 2: El juicio del ganso (La Renga)

"De tanto andar por la cornisa, tal vez un día pueda caer".
.
Quien sabe que extraño mecanismo de la mente humana llevó a Gastón, en ese momento, a tararear el comienzo de esa canción que tantas veces cantó una década atrás. Por entonces, eran tiempos de dejar los pantalones cortos, ponerse los largos, y preguntarle al mozo de turno que hay para saborear en la mesa del mundo. Abrió la boca con ganas y, de poquitos bocados, comió todo lo que estaba a su alcance, sin detenerse a pensar en gustos, sabores o problemas digestivos. Nada. Lo único que le importaba era él y su satisfacción personal.
En ese pasado arremolinado, se jactaba de cantar el comienzo de esa cancioncita de La Renga, cuando se hacía el rocker de noche después de jugar al ejecutivo de día. Se sentía identificado. "Yo camino siempre por la cronisa", repetía con una sonrisa sobradora ilumninándole la cara. Y siempre, de día y de noche, mantenía la coherencia del beneficio personal y el perjuicio ajeno. Juntó enemigos como quien colecciona estampillas. Decepcionó a todos los que pudo. Defraudó todo lo que tuvo. Y así, sin querer queriendo, se graduó de estafador de varios bolsillos y muchas emociones.
Quien sabe que extraño mecanismo de la mente humana llevó esa noche a Gastón a ese tarareo, desde el piso mojado de la noche húmeda, a punto de ser molido a golpes por dos matones deseosos de fracturar algún hueso. "Muchachos, calma. Y vos, Boli, tranquilizá a tus gorilitas, please". Boli lo miró, estuvo a punto de chasquear los dedos, y se detuvo.
Uno en el piso, otro arriba. Como tantas veces había sucedido, pero al revés. Cursaron juntos la secundaria en el colegio del barrio. Gastón inventó dos personajes: el suyo, el del pibito sabelotodo con facha y la banca de un papi diputado, y el de Boli, así apodado despectivamente por "tener cierto aire boliviano". Cada paso en el crecimiento de Gastón era acompañado por una broma hacia su víctima de turno.
No la pasó bien en esos año el Boli. Lloraba más el dolor del desprecio antes que el dolor físico de los golpes de las palizas que le daban Gastón y sus secuaces. Diez años después, la vida y el destino los volvieron a juntar en este callejón con olor a desquite. "Sabés, Gastoncito, ahora nadie me llama Boli. Desde hace algunos años, cuando comencé a vender, me dicen el Jefe. Repetí por favor: Je-fe".
Tragó saliva. Refunfuño para sus adentros. Pero no tenía opción: "Je-fe", dijo Gastón.
-Más fuerte.
-Je-fe.
-¡MAS!
-¡JEFE! Gritó Gastón.
-Dejenlo, muchachos, no vale la pena mancharse las manos con esta basura. El dolor no se olvida, nunca. Pero no hay que vivir pensando en la revancha. Hay que saborear las pequeñas victorias.
Boli hizo lo que Gastón nunca hizo: le tuvo piedad. El y sus muchachos se fueron caminando por el callejón. Fue la última vez que se lo vio caminar por el barrio. Al día siguiente, el Jefe apareció en su dormitorio muerto de tres balazos. Los investigadores encontraron un papelito en el piso que decía: "viano".

,,,,,,,,,,

Versión acústica http://www.youtube.com/watch?v=XGsri0894cg
Versión eléctrica http://www.youtube.com/watch?v=0skqFeyJr6U

1 comentario:

  1. Excelente tema de La Renga! Al final el Jefe entregó el alma ade Gastón al mejor postor, o él mismo lo hizo. En definitiva, el resultado es el mismo.

    Será que nadie puede escapar de su propio destino?

    ResponderEliminar