martes, 29 de diciembre de 2009

Cocina

Los seres humanos no somos todos iguales. Más bien, somos todos diferentes. Buenos, malos, lindos, feos, decentes, indecentes. Honestos y deshonestos.
Las comidas no son todas iguales. Ni siquiera las que son iguales. Una milanesa napolitana contraste con una torta. Pero un pan dulce de acá puede diferenciarse por muchos cosas de otro pan dulce que esté allá.
Desayuno, almuerzo, merienda y cena. Pasamos horas y horas comiendo. Horas y horas pensando en comida. La cocina es el corazón de una casa. Es el corazón de la familia. Es el corazón...
Es lindo escuchar el latido de la cocina... Shhhh... Hagan silencio... Escuchen...

sábado, 19 de diciembre de 2009

RG 19: Julieta y Romeo, otra historia de amor

-¿Pero vos está segura? Mirá que no tenés ningún compromiso, ¿eh?

-Sí, estoy segura. Muy segura.

Julieta no dudó. Nada. Ni una milésima de segundo. No la ataba más que su convicción. Y el nudo era muy fuerte. Tanto que era imposible de desatar. Era un nudo interno, amarrado a un deseo muy profundo. Un deseo que nacía en sus entrañas y quería ser realidad. Lo exigía. Sin razón. Con razón...

En la otra habitación estaba Romeo. No escuchaba. No tenía idea de lo que se trataba, aunque él era el protagonista central de la decisión de esa chica-mujer, muy grande para llamarse chica, y todavía pequeña para considerarse mujer.

Mientras espiaba el futuro y saboreaba con los ojos los manjares que le ofrecía la vida, Romeo vivía su adolescencia a pleno. Exitoso estudiante, exitoso proyecto de futbolista, exitoso pichón de músico. No pedía nada, aunque el mundo le daba todo. Pero alguien canta por ahí que nunca es justa la felicidad. Entonces, el destino burlón le sacó la lengua. En realidad, le sacó mucho más que eso: le sacó el futuro.

Decenas de veces lloró. Centenares maldijo. Miles se preguntó porqué. Y nunca nadie le dio la respuesta adecuada. Ningún Dios de ninguna religión bajó de su pedestal a explicar lo inexplicable. Los Dioses no bajan a la tierra cuando más se los necesita, y sólo atienden via satélite. Así cualquiera…

"Esclerosis múltiple", fue el maldito diagnosticó. "Maldita enfermedad", fue el nombre de la canción que Romeo le dedicó a su cruel destino. Pasaron los meses, pasaron los años. Las piernas no gambetearon más rivales desde la silla de ruedas. Las manos, volátiles e incontrolables, no tocaron más teclas de ningún piano. La voz gorriona no pío más: se le hizo lenta y sin ritmo. El humor, bendito humor, se le mantuvo inalterable pese a que tenía todos los motivos para sentirse el más desdichado de la historia.

-¿Vos estás segura; Juli?

-Sí, quiero ser yo quien lo desvirgue.

Cuando todavía la escuela secundaria los tenía como protagonistas de su historia en un barrio del Oeste bonaerense, Romeo y Julieta se cruzaban miradas, intereses e intenciones. No hubo balcones, ni Montescos ni Capuletos. Ni ningún Shakepeare escribiendo una historia de amor. Todo estaba por pasar cuando todo quedó inconcluso. Tantas veces la vida abre la ventana del paraíso, muestra sus encantos, ofrece promociones de todo tipo, y después cierra la puerta con furia despiadada. Y las narices quedan ahí, a centímetros de la madera, tan cerca del otro lado que se puede oler los placeres que nunca llegarán.

Pero ya no eran secundarios, quedó claro. Juli dejó el jumper en el ropero y sacó el uniforme laboral. Dejó a un costado esa niña crecidita para ser esta mujer todopoderosa. Dejó los sueños enamorados de una Sub 18 por esta sensación de justiciera de la vida. Sí: a veces los superhéroes de la cotidianeidad viven a la vuelta de la esquina, toman colectivos y se suenan la nariz como todos nosotros. Y en sus pañuelso quedan mocos verdes.

Fueron dos orgasmos de Romeo. Dos veces su silla de ruedas se elevó por los aires de la felicidad. ¿Quién nos mintió que las sillas de ruedas no tienen alas? Dos veces su voz pausada se le aceleró al grito de vocales y más vocales. Y más.

Julieta tal vez acabó una vez, o tal vez ninguna. En realidad, lo que le sucedió a su clítoris poco le importó en aquella tarde de primavera esplendorosa. Porque, esa tarde, le importó su corazón. Y el ajeno. Más el ajeno. Así son los héroes callejeros de los 100 barrios porteños y de los 200 bonaerenses: laten más en los corazones ajenos que en los propios.

Julieta siguió su vida. Romeo, la suya. De vez en cuando llama a su papá y le señala su zona baja, justo donde se encuentra el límite norte de la silla de ruedas. “¿Querés hacer pis?", le pregunta. Ríe, ríe con ganas, ríe con fuerzas, ríe con sabor a risa. “Nnnnnoooooo” contesta, siempre pausado. Papá ya sabe: el efecto Julieta todavía perdura. Es hora de llamar a los amigos para que lleven a Romeo de putas.


jueves, 17 de diciembre de 2009

Galeano

Algunas semanas atrás, en este espacio se escribió un post titulado Monos. Parece ser que a veces las letras que se tipean en forma de idea tienen cierta semejanza con algo ya escrito. Naturalmente en este caso a cientos de años de luz de la que una sabia voz amiga expresó como coincidencia, por un cuento de Eduardo Galeano que dice:
"Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía porqué se hacía la guardia del banquito. La guardiase hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches,todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé que general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca".

domingo, 13 de diciembre de 2009

RG 18: La chica que nadie saca a bailar

Entraron al baño de la disco de moda con diez segundos de diferencia. Se metieron en dos habitáculos contiguos. Cerraron las puertas con delicada furia. Tiraron las cadenas para tapar el sonido del llanto. Salieron en busca del espejo, y se limpiaron los ojos manchados por las lágrimas que corrieron sus rímeles. Entonces, cruzaron sus miradas. Dos mujeres presas del encierro de la desilusión, un fantasma caníbal que ataca por las noches a las almas desabrigadas.
Se tuvieron compasión mutua. Fueron segundos, apenas, en los que una vio a otra y otra vio a una. Y se vieron a sí mismas reflejadas en la misma tristeza. La tristeza que une piezas del rompecabezas de la vida.
Una de las dos, cualquiera de las dos, lanzó la primera piedra en forma de pregunta: "¿Y a vos qué te pasa?". Afuera, la disco ofrecía su cocktail de todo en un segundo y nada en varias horas. Tiempo cruel que reparte los porcentajes de la vida a su antojo.

-Es una mala noche.
-Sí, para mi también.
-Tres negros que me quisieron tocar el culo, dos babosos que no paran de mirarme las tetas, y un facherito que a la tercera frase se quedó sin adjetivos, ni sustantivos, ni verbos. Ni una palabra más dijo el muy cuadrado. Sólo pido algo creativo. ¡Hombres, reaccionen".
-A mí me pasa al revés. Soy la chica que nadie saca a bailar.
-Dejate de joder, siempre hay uno.
-No, conmigo no. Soy fea de pies a cabeza, y de ombligo a espalda. De norte a sur y de este a oeste, en todas direcciones.
-Te voy a explicar una cosa, nena. Estás menospreciando a nuestro género. Somos superiores. Nosotras mandamos. Una mirada y listo, se nos acerca alguno. Y bueno, después hay que elegir.
-Con dos tetas así cualquiera. Un poco de silicona todo lo puede.
-Mirá, chiquita, voy a hacer de cuenta que no te oí...
-Pero no entiendo: si para vos es tan sencillo, ¿por qué llorás?
-Me gustaría alguien que me diga algo más que elogios para mi cuerpo.
-A mí me gustaría alguien que me diga algo.
Rieron. Hablaron algo más, encontraron muchas más diferencias que las unían, y salieron juntas a la jungla de ahí afuera. Un ejército de espermatozoides alborotados en cuerpos masculinos las esperaban en ebullición. "Que montañas tenés, muñequita", fue el primer susurro que escucharon. "¿Ves? Nadie nunca nada. En este preciso momento declaro la muerte de la originalidad". Otra vez la carcajada. Otra vez la pregunta: "¿Pero vos querés que acá adentro te hablen de Cortazar? ¡Ninguno leyó Rayuela!". "Yo sí".
La voz grave y varonil invitaba a la ilusión. El aspecto desalineado y desprolijo eran los asesinos de cualquier fantasía. Hasta que soltó la segunda frase, más oportuna que la primera: "Y también leí Sobre Héroes y Tumbas". "Interesante", dijo la chica a la que todos sacan a bailar. "Muy", afirmó la chica a la que nadie sacaba a bailar. "Pero no me gusta este lugar. Todos distintos. Todos iguales. Me arrastraron unos amigos hasta aquí, y me siento algo, como decirlo, extraño. Me retumba la vergüenza más que la cabeza".
"Mìo". "No, mìo". "Vos podés elegir, yo no". "Por eso, lo elijo yo". "Hija de puta", y le tiró un vaso de gancia en las tetas. "¿Qué haces, tarada?", y le respondió con el derrame del speed con vodka en su pelo.
Los de seguridad las sacaron de los pelos. Lloraron juntas, de nuevo, en la puerta de la disco de moda. Abrazadas. Arrepentidas. La culpa de la estupidez les carcomía el orgullo. No se dijeron ni medio suspiro durante una hora. Desconocidas de la vida, compartían el desconsuelo de la soledad. Por eso era que tenían tanto en común. Aún tan distintas, enarbolaban noches de derrotas porque el destino les negó el deseo del príncipe azul. O celeste. O violeta. O cualquiera que el daltónico y maldito destino quisiera llevarles.

"Y, literatas, ¿cómo las trató la ruleta de los cazadores nocturnos?". La voz. Esa voz. "Mal", contestaron a coro buscando con la mirada al desalineado galán. Con la luz del día, lo reconocieron más feo de lo que la oscuridad lo mostraba. "¿Y a vos?", preguntó la chica que habla con las baldosas en tantas noches de regresos solitarios.
El falso gigolo miró el despampanante escote de al lado, que amenazaba con estallar por el aire en cualquier momento. "¿Sabés bailar?", le preguntó. "¡Por supuesto!", contestó la chica del porte ganador que le servía para poco y nada (más nada que poco...). "¿Y vos?". "¿Yo? Ja. No, yo no. Ja. Yo soy fea. Soy la chica que nadie saca a bailar". "Lindo nombre para un cuento, ¿no? Podría ser un Borges complicado. O un sutil Cortázar. O porque no un tremebundo Stephen King". "¡O un libro de autoyuda!".
Estallaron en risas. Y las pupilas recorrieron el mismo camino hacia quien sabe donde. Los caminos son para caminarlos, aunque quien sabe hacia donde lleven. "Allá, a tres cuadras, hay un barcito donde el café con leche es una poesía y las medialunas inspiran a la prosa". "¿Es una invitación?". Le dio la mano para ayudarla a levantarse del cordón de la vereda, le limpió el rimel de los ojos, y fueron caminando hablando de unos bueyes perdidos y de varias baldosas traicionadas.

La otra, con su porte ganador y con las migas de la derrota en su boca, ya se había secado el rimel y se subía a un auto último modelo de un pelado insípidamente musculoso que le ofreció un rato de sexo barato de ocasión. "¿Leíste Rayuela, pela?", le preguntó sabiendo que en la frente del muchacho titilaba un no como respuesta. "Mi hermanita menor juega a eso con su amiga. Ja, Ja". "Perdoná, pero esta noche mejor me acuesto sola. Y me duermo leyendo un buen libro". "Andá, loca de mierda. ¡No hay pedazo que les venga bien!".



jueves, 10 de diciembre de 2009

Gota

"Riñón, trasplantable, vení a visitarme", leyó el mensaje en su celular. Y Riñón fue a ver a su conocido, Páncreas, que lo solicitaba desde la sala de terapia intensiva del hospital que habita desde quien sabe cuando.
"Tengo la salud en la cuerda floja. Nadie me visita. Nadie me extraña. Nadie me piensa. Ni siquiera nadie me odia. Por eso, ahora soy poeta", le dijo Páncreas a Riñon. "¿De qué te reís, pelotudo?", espetó el herido. "Mirá, escribí esto... Se llama gota".

,,,,,,
Trocar los malditos recuerdos olvidables
por aquellos gratos olvidos recordables
desafiar los grises fantasmas del pasado
y colorearlos con presentes maquillados

Permutar las tibias broncas gobernantes
por batallas visceralmente desbordantes
que el enojo no quede preso ni encerrado
que camine libre con su orgullo alzado

Metaforsosear el poco por el mucho,
la nada por el algo, el oigo por escucho
la duda maldita por la certeza mas fiel
sentir la verdad pura aunque hiera cruel

Cambiar los dolores por las esperanzas
las injusticias por las justas balanzas
las heridas rancias por las nuevas vidas
las traiciones sucias por las bienvenidas

Ofrecer, exigir, dar, pedir, sentir, recibir
robarle a la tacaña vida una gota de elixir,
sacarle la lengua como un niño desobediente
y después de saborearla, ir por la siguiente...
,,,,,


“FIN. Dice fin. ¿Qué te pareció? ¿Podés dejar de reirte, pedazo de pelotudo?”.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Rg 17: El experimento para Doña X

Los párpados, pesados, se le abrían poco a poco. Unos milímetros para arriba, y volvían a caer. Las pupilas, nubladas, se despabilaban lentamente. Apenas distinguían el panorama. Una habitación cerrada y sin ventanas. Despojada, con paredes blancas descascaradas y una puerta. Sólo con una televisión, una video, una silla y una mujer atada con esposas.
"Buen día", escuchó detrás de ella. "¿Me podes explicar que es esto? Forro, desatame inmediatamente, hijo de puta". Después de unos segundos, se escuchó: "Me parece que no estás en condiciones de ordenar nada. Y te recomendaría que dejes de insultar, como lo hacés siempre. Como lo hiciste siempre…". Desaforada, le gritó: "¿Te volviste loco?". Despeinado, caminó dos pasos para ponerse delante de ella y, en la penumbra de la habitación iluminada con un foquito que apenas sobrevivía, asintió con un movimiento de cabeza de arriba hacia abajo.
Hubo gritos y más gritos. Insultos y más insultos. Intentos de soltarse, todos frustrados. El, sentado en el piso, a un metro de distancia, la miraba con una leve sonrisa. Hasta que gobernó el silencio y entonces, le susurró: "Quiero experimentar con vos. Me gustaría que sintieras en carne propia lo que se sentí. A ver que tal funciona la mente humana en condiciones extremas". Se paró, caminó hasta la puerta, la abrió, le dijo un frío "hasta mañana" y salió sin prestar atención a las amenazas que escuchaba pero no oía. Tampoco lo perturbó el escupitajo que quedó a centímetros de caerle en el brazo izquierdo. Saliva malgastada...
Al día siguiente se volvieron a encontrar. Misma situación. Misma habitación. Mismo encierro. Ella le gritó. Insultos muy bajos. Hirientes. Como siempre. "Empieza el experimento, así que te recomendaría que te calles". Después de cinco minutos de más gritos y más amenazas, cuando ella por fin obedeció el "shhhh", siguió con su explicación: "Fueron muchos años de sufrimiento. Algunas veces de manera conciente. Otras, inconciente. No quiero hablar demasiado. Mejor veamos". Puso un plato delante de ella. "Estos son tus famosos fideos". Apuntó a la videocasetera y lo que siguió fue una sucesión de voces grabadas, algunas de manera directa, otras de cámara oculta. Todas cuestionando su capacidad como organizadora de la casa. Hasta se escuchó: “Y... ella no nos cocina casi nunca”. Furiosa, se desgarró la garganta: "Me chupa un huevo, pelotudo. Nadie se indigestó", agregó ella al concluir la cinta. "Primera prueba concluida. Hasta mañana”, dijo él. Cerró la puerta y escuchó el silencio que se podía ver detrás de los gritos. Sí: el silencio se ve, tiene forma...

"Buen día, seguimos. No insultes, no te ayudará en nada. Ok, insultá, tenés tus cinco minutos diarios". La garganta ya mostraba problemas por tanto esfuerzo. Las manos estaban lastimadas por los mil y un intentos por zafar. "Otra vez video, doña X. Muchas películas de gente lastimada por engaños. Todas historias parecidas: los autores de la traición que pedían perdón sin pedir perdón. Es que el perdón, sabrás, se pide con hechos, no con palabras. Ser valiente es actuar, no hablar".
La dejó sola, con la cinta corriendo. Volvió 10 horas después, tras cinco films de esos que hacen llorar. La encontró con una sonrisa de oreja a oreja, a los gritos, insultando. "Sh", le dijo. "Te voy a matar, forro. Tus películas son estúpidas, como vos. Te pedí perdón varias veces". "Aja, ¿y qué hiciste?". "Eso, te pedí perdón varias veces". "¿Y qué más". "Perdooooon". "No entendés nada. Vos actuaste y no hablaste. Esperaba lo mismo: que actúes más y hables menos. Que demuestres dignidad. No tenés...". "¡Hijo de puta!". La puerta se cerró. En silencio, sin gritos audibles. O con. Ya no importaba.
"¿Qué hora es?", se despertó ella cuando con los pasos de él. "¿Qué más da? Muchas veces tuve esa sensación: no tener noción del tiempo. Pasaba cuando nadie, nadie, nadie, sabía de vos. Y cuando digo nadie tres veces, vos entendes porque digo tres veces. No es casual el número tres". Ella entendió que esta vez los insultos eran en vano. "¿Me vas a dejar en paz, por favor?". "Mmmm, por ahora no. Un poco más de experimento. Me toca a mí experimentar. Vos experimentaste demasiado con la realidad. Aunque sea yo juego un poquito con la ficción. Mirá esto".
Siguieron opiniones de psicoanalistas especializados en parejas sobre razones que pueden terminar con una relación. El desnivel de esfuerzo entre uno y otro era un motivo claro de ruptura. "Si uno trabaja y cumple roles de la casa y la otra persona no hace ni una cosa ni otra, a la larga aparecen diferencias muy difíciles de congeniar. La lucha por el día a día tiene que ser pareja. Sino, pareciera como que uno se aprovecha del otro", decía mirando a cámara la licenciada Gabriela Barrios.
La ex lanzó una carcajada. Y, como en tantas ocasiones, su disfraz de cordero tierno mutó por ese lobo soberbio y desalmado que escondía en su interior. "Me tenés harta. No me importa nada. Ni lo que hice, ni lo que no hice. Ni si te lastimé, ni si te engañé. No me importa nada. Listo, hice lo que quise. Pensé en mí y nada más que en mí. En nadie más. Nadie. Fue. Viví para adelante. Jodete. Y basta, no hables más del pasado. Forro". El sonrió, le dijo "gracias" y cerró la puerta. "Hasta mañana, que duermas bien. Y gracias de nuevo".
No tenía ni idea de los días y las horas de su encierro. Había perdido la noción del tiempo y espacio. Hasta esperaba la llegada de su ex para despejar sus ojos. Sabía que algún día esta historia llegaría a su fin. "Hola", lo saludó cuando ingresó nuevamente en la habitación del pánico experimental. "¿Me sacás de acá, por favor?", le suplicó. "Ya falta poco. Es la etapa final del experimento. Otra vez video". Puso play, y apareció el resumen de esos días filmado desde una cámara oculta de la TV. Las confesiones. Las traiciones. Y una charla: "Perdón chicos. Tuve que hacerlo para que vean la realidad en primer plano". Hubo abrazos, besos y una frase: “Te queremos. Siempre. Te entendemos. Siempre. Sabemos quien es quien. ¿Vamos a tomar un helado?".
Stop. El video se detuvo. "Mañana es tu último día". Salió y cerró la puerta. Al día siguiente, ella no respiraba. "Asfixia por lágrimas", dijo la autopsia. "Inocente por actuar en legítima defensa", dijo el juez.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Percepción

Algo tienen los chinos de los súper. Primero, voluntad de trabajo inclaudicable. Segundo, percepción.
Detrás del mostrador, un chino joven con peinado emo le cobra a una señora que pasó los cuarenta, luce equipo de gimnasia, un escote renovado y una marca blanca en su piel justo en el dedo anular izquierdo. Luce una sonrisa matinal y el pelo algo revuelto.
La dama en cuestión paga con 20 pesos un total de 18,25 pesos, y recibe el correspondiente vuelto en monedas. Mira, piensa y objeta: "No, está mal". El chino emo, confiado en que nunca se equivocan en los números, le afirma: "No, señora, está bien. Vos contas mal, señora". La dama que paós los cuarenta recuenta, se excusa y dice: "Perdón, tenés razón".
El chino, que en realidad puede ser japonés, o tal vez coreano, la mira, se ríe y le dice: "Es el amor...". La dama se sonroja, junta las monedas y deja el súper rápido sin comprarle nada al verdulero de la entrada.

viernes, 27 de noviembre de 2009

RG 16: Elizabeth, Beethoven, Malena y Manzi

Jadeaban. Gemían. Gritaban. Lamían. Tocaban. Besaban. Uno penetraba. Otra recibía. Ambos componían la más perfecta arquitectura humana que dos seres en estado de ebullición pueden ofrecer. Esa lengua extendida para devorarse esa gotita de transpiración que intrépidamente bajaba por su pecho erguido. Ese dedo movedizo e inquieto que urgueteaba por los rincones más oscuros del esqueleto femenino.
Y esa boca pidiendo más. Exigiendo más. Rogando por más. "Dale, dale, dale". Una palabra triplicada en el juego del deseo. El juego en el que los dos quieren ganar, pero sin que el de enfrente pierda. Los dos ganan. Los dos pierden. Extraño juego este del sexo...
Y esa otra boca respondiendo por más. Garantizando más. Y, también, coincidentemente rogando por más. "Tomá, tomá, tomá". El pene iba y venía en movimientos frenéticos. Con ritmo. Chocando a drede con paredes decoradas con éxtasis.
La mano roja de cachetear esa nalga nacida para eso, para ser cacheteada. Algunos pelos arrancados por un indecente pedido. Las respiraciones agitadas de tanto frenesí. Las almas a punto de estallar por el aire en mil pedazos.
-Quiero acabar con vos, papi.
-Dale, puta, dale que vamos juntos.
Cada palabra que se decían no era casual. Nunca son casuales las palabras, ni las buenas, ni las malas.
-Llego, llego. ¡Llego hijo de puta!
-Dale, vamos pendeja. Vamos juntos...
-Sí, sí, siiiiiii...
El extasis fue interrumpido por un sonido.
-¿No apagaste el celular, pelotudo?
-Me olvidé, perdón.
-¿Y desde cuando tenés Para Elisa en tu celular? ¿No tenías la marcha peronista, vos?
Matías se quedó quieto. Esa cama que ardía ahora era hielo. Puro hielo. Pocas cosas peores que las camas con sábanas de seda que esconden un hielo palpable. Acá era al revés: lo esencial era visible a los ojos.
Malena y Matías remaron unos días más. No hubo caso: no se puede remar en medio de un remolino. Por teléfono cortaron esa relación de seis meses que tan bien venía. Que tanto prometía. Y que, paradoja del destino, tan rápido acabó pese a que en esa noche de lujuria inconclusa no acabaron.
"No entiendo que mierda te pasa. ¿De qué tiempo me hablás?", le ladró ella. No hubo respuesta... Sí hubo respuesta: el silencio. La nada.
No fue casual el desbarranco después de escuchar el llamado con la sinfonía de Beethoven. Elizabeth fue un rabioso amor de verano. Desapareció sin avisar, dejando 100 promesas y 101 dolores. Reapareció sin avisar, trayendo 100 dudas y 101 ilusiones.
A la mañana siguiente Matías la llamó a Eliza. Al mediodía ya estaban encamados en un hotel. Uno, dos... Tres encuentros de dos almas deseosas de coger como animales. Sin romanticismo. Sin besos suaves ni palabras románticas. Sólo con salvajismo. Estaban en celo como gatos en la madrugada. Como perros abotonados. Nada más. Nada menos.
-Esta vez no te voy a dejar nunca, dijo ella en medio del festejo guarro de los dos meses después de aquel carnal reencuentro. En ese momento, mágicamente y por esos caprichos que impone el destino, un sabio experto en terquedad y en locuras, el Polaco Goyeneche cantó desde el celular de Matías: "Malena canta el tango, como ninguna...".
-Acabame, exigió la tetona siliconada.
La respuesta fue el silencio. La nada. El sexo estaba terminado. La pasión, también.
Matías es como tantos: quería lo que no tenía. Defecto de muchos. Un viejo tango ya sonaba en el estéreo de su humanidad. "Tal vez allá, en la infancia, su voz de alondra tomó ese tono oscuro de callejón; o acaso aquel romance que sólo nombra cuando se pone triste con el alcohol..." Manzi dixit.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Felicidad

Páncreas, el tirano no tan tirano, iba y venía con su salud maltrecha. Carie mediante, Colmillo, el defensor de las buenas causas, había claudicado ante cualquier intento de justicia. Y Estómago, libre de toda libertad, tomó el poder de un cuerpo desauciado.
Citó una reunión de emergencia y dijo: "Acá habrá premios y castigos. Y empecemos con un juego. Todos sabemos que la felicidad completa no existe. Nadie es 24 horas feliz. Por eso, quiero una lista de los 10 pequeños momentos de felicidad de cada uno de ustedes. Yo evaluaré quien es más feliz. Elegiré un ganador, que tendrá un premio. El resto, castigos".
Silencio. Atronador silencio. Lengua se levantó y preguntó: "¿Vale haber saboreado un helado de dulce de leche?". Pupilas siguió: "¿Cómo cuenta haber visto un generoso escote?". Ombligo acotó: "¿Y a mí, que me rascaron hace poco dos veces seguidas?". Alma interrumpió a ano cuando este preguntaba por su última excursión al baño...
"Disculpeme, señor estómago. Coincido con que la felicidad completa es una falacia, pero queda claro con las dudas de todo el ser que los pequeños momentos pesan distinto según cada visión. ¿Cómo hará usted para...".
Estómago interrumpió: "Yo me encargo, muñeca... Así es la vida".

lunes, 23 de noviembre de 2009

Lousteau

Martín Lousteau pasó de ser un insípido Ministro de Economía a un sabroso columnista de un programa radial. Y en una disertación sobre estos locos tiempos modernos, habló sobre los gustos de la gente.
Así, explicó que en una degustación de vinos sin etiquetar, la mayoría de la gente elige como el más sabroso al más económico, el común, el de mesa. Ahora, si se trata de optar cuando están etiquetados, habrá cambios: elegirán el más caro.
Cambiese vinos por personas, y etiquetas por envases corporales. Los resultados serán idénticos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

RG 15: Lola

-Hola, ¿cómo te llamás, hermosa?
-Che, que original que sos para empezar un levante...
-Bueno, es que sos muy bonita.
-Sí, sí, lo de siempre....
-Princesa, además, que buenas tetas que tenés, ¿no?
Lola se llama Dolores. Pero de chica le dicen Lola. De grande el apodo le calzo a la perfección, más precisamente desde el día en que se siliconó. Ahí provocó un problema de identidad en los hombres, que cada vez que iniciban un levante de ocasión dudaban entre mirarse los ojazos celestes o sus pechos promimentes. Generalmente, su mirada volvía a casa huérfana de conquistas...
Esa noche, en ese boliche de mala muerte, algo le hizo click. Ese algo fue su vida. Sus 172 centímetros de imponente humanidad quedaron reducidos a cenizas existencialistas. Maldijo al tarado que le preguntó el nombre, maldijo al estúpido que le guiñó un ojo con un vaso de whisky en la mano, maldijo a su ex que la dejó por celos, maldijo a su amante que ya no la coge bien, maldijo a su amiga del alma que sale con el vecino de siempre, y maldijo la soledad de poder estar con quien quiera pero no poder estar con nadie. Hay algo peor que la soledad social: la soledad individual.
"Me harté de todo" le dijo a Pipo, que como respuesta movió la cola y trajo su juguete rosa. "Licencia por dos meses sin goce de sueldo", puso en el telegrama que envió a su trabajo de secretaria ejecutiva de un jefe que la tenía allí no por sus condiciones, sino por las tetas que él mismo le pagó con un préstamo en comodísimas cuotas. "Devolveme cuando quieras, y de la forma que quieras", le sugirió el pelado baboso aquella vez.
"Quiero saber que es el amor. Voy a salir a preguntarselo al mundo", le anunció a Pipo, que ya estaba tirado en el piso resignado a otra tarde de aburrimiento. Tomó un viejo grabador de su frustrado intento de estudiar periodismo, se maquilló lo justio y necesario, un escote generoso pero menos que los de siempre, y salió a conquistar al mundo, sabiendo que ella forma parte del mundo a conquistar.
"Para una revista de estudiantes de periodismo -inventaba como excusa. ¿Para vos qué es el amor?". Tuvo respuestas filosóficamente baratas: es sentir que uno siente sentimientos sentidos desde el ser. Tuvo respuestas burdas: es todo. Tuvo respuestas pesimistas: el amor no existe. Tuvo respuestas obvias: el amor somos vos y yo si me aceptás un cafe. Tuvo respuestas muy obvias: tus tetas.
En un viejo cuaderno Gloria anaranjado anotaba cada letra que le decían. En la tapa, estaba la pregunta del millón. En dos semanas sumó 832 frases. Quería llegar a las 1000. "Después veré que es lo que más me contestaron, y sabré algo más de la vida. Estoy feliz", le contó a Pipo, que estaba dormido, y por eso no pudo lamerme la lágrima que la caía por su mejilla como hacía siempre.
La respuesta 999 fue de una cuarentona resentida. "¿El amor? Ja, con los hombres de hoy no existe el amor, no seas ingenua". Imposible explicarle que el único amor no es el de pareja. Llegó la 1000: "vos y yo en...", le dijo el jovato de traje gris e impresentables bigotes. Click. Lola no pudo contener las lágrimas. Lloró mucho, con espamos. "Piba, ¿estás bien?", le dijo el viejo. "Andate a la concha de tu hermana, viejo del orto...". Y corrió.
"Voy a comprar arroz integral, una botella de ginebra y tu comida", le comentó a Pipo, que no entendía muy bien que había pasado en las últimas tres semanas. Su dueña estaba con menos tetas ("chau siliconas", le anunció al espejo una mañana de sol), con 20 centímetros menos de pelo, piel y hueso por no comer, y algunos dedos oscuros de tanto ingresar en su boca para provocarse vómitos.
Tomó su cartera, las llaves y el cuaderno con el que iba a comenzar su nueva cruzada: preguntar qué es la vida. El chino de súper le estaba cobrando cuando desde la calle se escuchó un grito y luego dos disparos. La vecina del Octavo C estaba tirada en el piso bañada en sangre, sin su cartera, que la tenía el pendejito que corría por la avenida y doblaba en la esquina. "No hay nada que hacer", dijo el médico de la ambulancia 10 minutos después.
Lola volvió a su casa y se tiró en la cama a llorar. Con fondo blanco tomaba los vasos de gin hasta acabar la botella. Iba por cuatro, cuando sonó el timbre. "Soy de mercado", le dijo el chino con su inconfudible voz de chino.
-Hola, señora. Vos olvidaste tu compra cuando hubo disparos. Te traje tu compra a vos.
-Gracias. Muy amable, ¿pero cómo sabías mi dirección?
-Está en cuaderno naranja. Leí cuaderno naranja. Vos estás equivocada, señora.
-¿Por?
-No importa que es el amor. Mejor viví, vos, señora. Sino te puede pasar como a otra señora que mataron. ¿Amor importa? ¿Vida importa? ¡Vos importa, señora! Porque mañana tal vez Pum, como señora. Como otra señora...
A la mañana siguiente, todavía con resaca y esquivando los vidrios de la botella rota, Lola pronunció sus primeras palabras del día, que fueron: "Voy a preguntar que es la muerte. ¿Querés ir al parque que hace mucho no vamos?". Agarró la correa, los cigarrilos, se peinó un poco, y salió a la vida.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Monos

Un experimento científico sigue los siguientes pasos:
1. Se ponen cinco monos en una habitación cerrada. En el techo se colocan algunas bananas de tal manera que cuando se saca una, cae una lluvia fría en el recinto. Hasta allí se puede subir por una escalera.
2. Uno de los monos sube la escalera, toma una banana y todos se mojan con el agua fría. Deja la banana.
3. El mismo mono intenta repetir la búsuqeda por la banana, y el agua fría vuelve a mojar a todos. En el tercer intento, sus compañeros no lo dejan subir y lo muelen a palos.
4. Se saca un mono del recinto y se coloca otro. El nuevo ve las bananas e intenta subir. Los cuatro viejos lo muelen a palos.
5. Paulatinamente se sacan monos viejos por nuevos. Y los que ingresan intentan ir por las bananas, y reciben una golpiza como respuesta.
6. En un momento son todos monos nuevos que le pegan al compañero que intenté subir la escalera para buscar la banana. No saben porque actúan así, ya que ellos no vivieron la experiencia del agua fría. Sólo hacen lo que hacen por el aprendizaje anterior.
Fin del experimento científico.
La pregunta es: ¿Cuántos somos monos que actúan sin saber y siguen caminos pautados y cuántos intentan saber porque no se puede tomar esa banana?

sábado, 14 de noviembre de 2009

RG 14: Simona

La puerta se cerró con una intensidad distinta a la de otras veces. Más fuerte, porque el viento así lo quiso. Más rápido, porque la urgencia así lo ordenó. Pero para su alma no había viento, no había intensidad, ni fuerza, ni nada. Había una puerta que se cerraba. Y nada mas doloroso que una puerta que se cierra y se queda del lado que no se quiere quedar.
El sonido de los pasos fue disminuyendo de a poco. La agudeza de los oídos se rindió ante la evidencia del silencio. Sí: el silencio, el maldito silencio, se había hecho dueño del mundo. De mi mundo.
Entonces, los pensamientos. Los malditos pensamientos que atormentan el universo cada vez que la puerta se cerraba. Miedo. Pánico. Esquizofrenia contenida en este ser que sólo responde a los estímulos, capaz de dejarse morir tirado en el piso como solo un perro desangrándose del desarraigo del amor puede hacer. Vida de perros...
Tres ambientes y medio, dos baños y un hermoso patio. Una galaxia para muchos. Con los nueves planetas conocidos más los desconocidos que están. Porque están. Hay más. Pero de galaxia para mí no tiene nada. Es claustrofobia. La libertad encerrada. La cárcel de la soledad. Porque no hay vida sin estar a su lado. No hay nada...
Y de nuevo las preguntas. Las preguntas que martillan el alma. Los porqué. Eso, sobre todo los porqué. Si estábamos tan bien juntos, jugando, compartiendo, queriéndonos... Viviendo. Porque se va de nuevo. Y los dónde: ¿dónde encontrará un lugar mejor que este? Y los qué: ¿qué habrá del otro lado que pueda compararse? Y los quién: ¿existirá otro ser capaz de amar el mismo amor? ¿Se pesa el amor? ¿Cuántos kilos de amor pierdo cada vez que se cierra ese puerta?
Se escucha un sonido del otro lado. Taquicardia. Dan ganas de gritar, de ladrarle al planeta toda la felicidad junta. Pero no. Vecinos. Malditos vecinos de arriba. A veces hasta se los escucha en su intimidad. Jadean. Exagerados. ¿Quien les creería? El sexo es otra cosa. El sexo es eso que...
Shhhh... Escucho... ¡Otro ruido! ¡Esta vez sí, esta vez sí! ¡Es! ¡Es! ¡Volveremos a estar juntos! ¡No me dejó! ¡Lo sabía! ¡Lo sa... Ey, ¿pero qué pasa? ¡Es acá! Maldita viejita del departamento de al lado. Siempre inoportuna. Siempre vieja. Siempre estúpida, con su nauseabundo olor a gato. Tiene dos gatos. Uno más feo que el otro.
La locura pide permiso. Vivo al borde de la locura. Sueño que corro, que salto, que defeco y orino donde quiero, que peleo, que gozo. Que voy por la calle con mi desnudez a cuestas. Que nadie se escandaliza. Sueño con olores. Míos. Suyos. Nuestros. Incomparables fragancias. Excitantes fragancias. Deliciosas fragancias.
Sueño el sueño más hermoso. Sueño el sueño que quiero soñar. Incluso, sueño que llega, que me habla, y que me dice: "Hola Simona. Mi amor, hija... ¿Cómo estás? Mirá, te traje la comida que tanto te gusta y la golosina con gusto a pollo". Y le contesto la mejor palabra que pueda contestarle: ¡Guau!
Esta vez es verdad. Volvió. Vuelvo a vivir.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Esclavos

Maltrecho, aún sin el alta médica, Páncreas se escapó del hospital y volvió a su mundo oscuro. No le importaba nada de nada: ni su vida, ni su ayer, ni su hoy, ni su mañana. Ni su amor, ni su desamor. Ni su fantasía ni su realidad.
Encaró a colmillo, el líder de sus opuestos, y le espetó: "Estuve dos semanas internado, en coma. Tengo para otro tanto en terapia intensiva. Pero por más que me desangre, la duda ma carcome y me inflama. Decime, tontito, ¿por qué nadie me visito?".
Colmillo lo miró y le dijo: "Algo habrás hecho...". Y Páncreas, sangrante, herido y hasta avergonzado, pero por sobre toda las cosas mortificado, volvió a la sala de terapia intensiva. En el camino, la culpa le aguijoneó el alma con un agridulce veneno. Si el hombre, y por supuesto la mujer, son esclavos de sus acciones, por supuesto el Páncreas también lo es.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Llaves

Un par de llaves descansa en el escritorio. Una voz amiga ve la escena y sugiere: "¡Qué kilombos de llaves!". No hacen falta las palabras: sonrisa y profundo abrazo, de esos que hablan por sí solos.
Las llaves tienen vida propia. No son unos simple metales con distintas formas. Son historias. Son pasados y son presentes. Son ilusiones a futuro. Son capaces de cerrar dolores y abrir espacios. Son mucho más que un bulto en el bolsillo. Son un hueco en el corazón.

lunes, 2 de noviembre de 2009

RG 13: La dama y el vagabundo

Los tacos altos repiqueteaban en el piso. El pelo largo revoloteaba en el aire en plena corrida. El rimel corrido, la cara transformada, el susto gobernando. La belleza hecha pánico. La adrenalina en su máxima expresión.
Esta vez La dama juega al esclavo. Es de madrugada y en la calle no hay un alma. Bueno, sí, hay cuatro. Ella que corre y los tres hombres que la persiguen. Tal vez para robarle. Tal vez, también, para abusar de algunas de sus generosas contornos.
Los 40 metros de ventaja que llevaba ya eran 30. Dobló la esquina y de la nada una mano la arrastró hacia un contenedor de basura. Las seis zapatillas pistoeaban los charcos y el agua salpicaba el perro vagabundo que seguía les escena escondido, sin atreverse a ladrar. La defa pasó un minuto en el contenedor, hasta que sólo se escuchó el llamado de los grillos machos a sus hembras. Fueron los 60 segundos más largos de su vida. El corazón era un tambor a punto de explotar. Porque a veces los corazones explotan...
Salió y miró a su héroe. Su héroe vestía una camisa rota, uun pantalón agujereado, un zapato en un pie y una alpargata en el otro. Pelo sucio y piojoso, panza de comer el todo de la nada y barba inafeitable. Y olor, mucho olor que sólo el aroma del temor logró taparlo.
"Gracias", le dijo La dama, todavía temblando. "Me salvaste la vida", agregó. El vagabundo llevó su dedo índice a su boca, y respondió. "Shhhhh".
Nunca nadie supo de esta historia. Sólo ellos dos. Nunca nadie la sabría. Ni siquiera aquella otra noche, tres años después, en otra madrugada lluviosa y con el frío como dueño de la calle. La dama había ascendido varios escalones en el organigrama del partido de ultraderecha. Como de día era secretaria vip, mantenía su aspecto físico aterciopelado, que contrastaba con sus pares de cabezas rapadas, tachas y actitud intimidante.
La dama era la jefa. Mandaba y gobernaba con sus caprichos y sus locuras. Mezcla de mujer fatal y demente. Mezcla de geisha y terrible hija de puta. Mutilar gatos ya la parecía poco. Quemar autos también. Ahora iba por más con su ejército de esclavos, todos ellos capaces de matar y morir sólo por una noche de sexo de las que La dama prometía.
"Quememos vagabundos", desafió esa noche. Nadie dijo nada. "Maricones. Somos una raza superior. ¡Eliminemos pobres!", arengó. Y salieron a buscar a su involuntario Juan de Arco. Doblaron esa esquina. Pasaron por el contenedor y siguieron de largo. Pero uno de los subditos frenó, lo pateó y escuchó una queja dentro. "Acá, acá", gritó. Sólo le faltaba mover la cola como un perro de caza. "¡Abran esto!", ordenó La dama. El vagabundo emergió con la mirada triste y el alma corroída. "Tomá, tomá", le gritó su descrubridor, su verdugo de cotillón, mientras lo rociaba con nafta. Se sentía valiente sin entender que el poder no es hermano de tal virtud.
La dama lo miró fijo. Reconoció de inmediato a aquel héroe de ocasión que le salvó la vida sin pedir nada a cambio. El vagabundo repitió la fórmula: se llevó el índice a la boca. Y susurró: "Shhhhh". Uno, dos, tres segundos... Ocho, nueve, diez... "Dama, ahora, dama. Quemelo". La noche estaba todavía un poco más fría. Y el fósforo se prendió y recorrió los centímetros hasta el cuerpo del vagabundo, que, estoico, seguía con su dedo en la boca.

jueves, 29 de octubre de 2009

Espejado

"Señoras, señores... Ya saben lo que le pasó a Páncreas. Un desgraciado accidente. Ahora empieza una nueva era. Tomaremos el control de este barco en las tormentas. Los días de sol son fáciles de manejar. Cuando el granizo pega es donde se ve la fortaleza".
Estómago preparó su discurso frente al espejo. Sonrió, se guiñó un ojo, y el vidrio le devolvió la imagen que quería ver. "Ganador", se alabó. Las visiones espejadas no siempre coinciden con la verdad, si el que mira se miente a sí mismo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Melmac

Ese capítulo de Alf es una joya de la historia de la TV. Corrección: es una joya de la vida. El extraterrestre afirmaba contra viento y meteoritos de la existencia de dos planetas extras del planeta solar, desconocidos por la ciencia terrícola que llega hasta el lejano y pequeño Plutón.
Brian, el hijo de la familia Tanner, debía presentar un trabajo en la escuela. Plan A: responder con la verdad limitada por el desconocimiento. Traducción: un diez tan facilista como traicionero. Plan B: responder con la verdad absoluta, aunque eso implique desaprobar la tarea. Traducción: un 0 que deja la conciencia limpia de toda mancha.
Alf vivía en Melmac. Dice, asegura, que es un lugar hermoso, plácido, donde el aire se respira de otra manera. Y donde pueden verse cosas que desde otros lugares no se ven. Que otros no ven... Como dos planetas más.

jueves, 15 de octubre de 2009

Milagros

"Familiares del señor Páncreas". Nadie respondió al llamado.
"Algún amigo del señor Páncreas". Silencio.
"Algúm conocido...". Riñón, temeroso, con vergüenza, levantó la mano.
El médico de guardia dijo: "Está en coma. Su estado es reservado. Sólo un milagro podrá salvarlo".
Ahí, Riñón recordó aquella noche de borrachera de Páncreas a modo filosofal: "Los milagros no existen, bobo. ¿Quién los crea? ¿Dónde? ¿Cómo? Es una paparruchada de los que no confían en sí mismos. El único milagro es uno mismo. A la gente solo la ayuda la gente. No hay alguien supremo. No hay magia. Solo hay vida. Nada más".
"Haga lo posible, doc", pidió Riñón. Y agregó: "No hay milagros, hay gente que ayuda gente".

lunes, 12 de octubre de 2009

Indio

Hay canciones y canciones. Algunas que llegan al corazón de inmediato por su melodía. Otras por sus letras. Otras gustan hoy, otras gustarán mañana. Otras, nunca...
Hay mensajes en las canciones que se repiten como loritos pidiendo papa. Hay mensajes que con el tiempo se analizan, se toman como propios, se cambian, se transpiran... Se hacen piel.
"Violencia es mentir". Esas tras palabras repiquetearon siempre en una cabeza que buscaba más allá. Desde la adolescencia hasta la adultez en todas sus etapas. Desde la creencia de conquistar el jundo hasta darse cuenta que el mundo es inconquistable.
Y aquello de que "violencia es mentir" no se alejaba del cotideano. Nunca. Quizá en estos días la frase se metamorfosea y busca nuevos destinos: "Mentir es violencia". Esta vez, el orden de los factores altera el producto.

viernes, 9 de octubre de 2009

RG 12: Póker de Karina

-Te apuesto a Karina, gordo pelotudo.
Checho tenía los ojos desorbitados, la voz desagarrada y el orgullo vencido. Le quedaba poco y nada. Más nada que poco. En la mesa, desaparramadas unas docenas de fichitas. En su alma, desparramadas varias derrotas en el juego de la vida. Esta vez, el Gordo era su enemigo de turno. Siempre hay un enemigo de turno para quien necesita vivir en guerra.
-¿Cómo que me apostás a Karina, Checho?
-Sí, Gordo del orto. No tengo plata, y esta mano te la gano seguro. Te apuesto a Karina.
-¡Pero es tu mujer...! ¿Y si gano qué pasa?
Desde hacía varias manos del póker de los miércoles que Karina había dejado de ver la película con las otras esposas para seguir la suerte de las cartas. Los gritos de Checho, el enojo de Checho, todo los males de Checho le habían hecho cambiar la última de Brad Pitt por un par de corazones o de tréboles.
-Si ganas, es tuya por una noche, Gordo boludo... Y si gano, me llevo la mesa y el doble.
En el paño habían no más de 2000 pesos. 2100 con toda la furia. Al Gordo poco le importaba el dinero y mucho le importaba Karina. Era desde siempre su amor imposible y no entendía como podía haberse casado con ese yuppie de alcantarilla. "No seas tonta, vos te merecés mucho más", le dijo una semana antes de la boda. "¿Vos?", respondió ella, sabiendo de antemano la respuesta. "No, preciosa. Yo te haría princesa de todos mis palacios. Pero mis castillos valen poco. Vos te mereces más..."
Karina nunca olvidó esas palabras. Nunca. Por eso, aquella noche del póker eléctrico, miró al Gordo y le movió 4 veces la comisura izquierda.
-Acepto, dijo el Gordo.
-Póker de sietes, Gordo puto.
Fueron unos pocos segundos que parecieron minutos. Los segundos no son segundos cuando el corazón late más rápido de lo habitual. El Gordo, con su mejor sonrisa, mostró sus cuatro nueves.
-Póker, pero más alto. Amigo...
-Hijo de puta. Que culo tenés. Bueno, este quem... Era una joda, vos sabés, en estos casos lo que pasa es que...
Karina interrumpió a su marido y con la voz más dulce del mundo, asomó las palabras mágicas.
-Las apuestas se pagan, mi vida...
Y se fue con el Gordo por esa puerta, ante la mirada incrédula de Checho y los demás. Cenaron en el mejor restaurante del barrio, rieron, filosofaron, y se despidieron con un dulce beso en la comisura derecha, donde algunas horas antes anidó un póker de 7.
Karina hoy es feliz. Se casó de nuevo, empezó su curso de asistente social y tiene proyectos. El Gordo es feliz: sigue siendo el ángel guardián de su amor imposible. "Nací para eso", se consuela ante el espejo cuando la vida le cuestiona tantas noches solitarias.
Checho lleva dos meses en el curso de jugadores anónimos. Pero esta mañana no aguantó y le jugó al 17 a la cabeza.

jueves, 8 de octubre de 2009

Malo

"Sos un malvado con buen corazón. Así no sirve".
Esa fue la anteúltima frase que escuchó Páncreas antes de que Estómago y sus matones lo dejarán tirado en el piso luego de una feroz golpiza.
Esta historia comenzó un tiempo atrás, cuando Páncreas dio un golpe de Estado en manianadesol.blogspot.com para apoderarse del control del teclado. Negoció y consiguió que los viernes nacieran una relatos, bien apodados garabatos, como opción a un espacio donde las reflexiones caminaban por la cornisa de la repetición. Se puede pensar siempre más y más. Pero no siempre por el aburrimiento...
Hoy Páncreas va en ambulancia rumbo al Hospital más cercano. Traumatismos múltiples y hemorragias internas. Y repetí una y otra vez esa frase. La última que les dijeron los matones: "Para ser malo, hay que ser malo en serio".

lunes, 5 de octubre de 2009

Ajedrez

En la primera jugada, el ajedrecista que lleva la piezas blancas tiene 18 posibilidades de movimientos. A cualquiera de ellos que elija, su rival tiene otros tantos para optar. Las matemáticas dicen que en la jugada cinco, una partida de ajedrez puede haber transitado por millones de caminos posibles.
Cada uno de esos senderos es distinto de los otros. Son elecciones constantes. Buenas o malas. Mejores o peores. Siempre encadenadas. El peón pertinaz, el caballo intrépido, el alfil incisivo, la torre precavida, la dama presumida, el rey sabelotodo... Y, detrás, una mente que trata de unir cada detalle para que la partida sea lo más divertida posible. A veces se gana, a veces se pierde.

viernes, 2 de octubre de 2009

Rg 11: Keith, Mick y la chica Stone

Ese riff de guitarra siempre lo conmovió. Para bien o para mal. De chiquito, por influencia paterna, bailoteaba cuando escuchaba en los parlantes de turno que Keith agitaba las seis cuerdas con esa magia única, inconfundible, irrepetible.
Lará lará... Lará lará la la... No es fácil explicar ese sonido en letras. Tontas letras. Keith seguía sacándole chispas a su guitarra y de golpe, Mick, con más magia todavía, cantaba: "If you start me up... If you start me up I'll never stop".
Nunca fue un fanático de los Stones de esos que tienen del primer al último CD, o saben el día de cumpleaños de Charlie Watts. Pero esa canción, ese riff, lo cautivó siempre: de pantalones cortos con las rodillas manchadas de tierra de fútbo callejero, de adolescente con hormonas agitadas, de joven con aires revolucionarios, y de grandecito seducido por ciertas tentaciones de la vida burguesa que nadie puede esquivar... Bueno, casi nadie...
Ese riff había sonado cuatro veces aquella noche. Perdón, cinco. Ese riff anunciaba la llegada de un nuevo mensaje al celular maldito. Ese riff sonaba acompañado del sonido de uno tacos hasta alcanzar el teléfono, coronado con una sonrisita más nefasta que pícara. Ahí descubrió que ese riff que amaba de niño también podía partirle el corazón. Ahí descubrió una de las verdades más crueles que esconde la vida. Supo que hay sonrisas bellas, contagiosas y sanas, y también las hay repulsivas, indignas y enfermizas.
Esa noche amenzaba con ser de las peores de su vida, con un claro pronóstico de triste borrachera en el horizonte. Arrastraba una mochila con 1 kilo de nostalgia, 2 de melancolía, 3 de impotencia, 4 de incomprensión y 10 de bronca. La ciudad era un horno: 30 grados a la medianoche. El cielo no mostraba ni una nube, aunque él las veía todas. Sus pies caminaron sin más destino que el próximo paso. Esa es una señal de alarma desesperada: cuando sólo se sabe que después de la zapatilla izquierda viene la derecha y no hay más que eso. Que la esquina más cercana parece la estrella más lejana. Que el cordón de la vereda es el límite entre la nada y el todo. Y que los minutos son látigos que azotan el reloj sin ningún sentido.
Las zapatillas frenaron en ese pub que escupía vapor y una canción que apenas se escuchaba desde la puerta. Robert Plant aullaba: "Its been a long time since I rock and rolled". Llamado del destino, impulso, o simplemente la necesidad de que alguien le grite al oído algo que quisiera escuchar, aunque ese alguien habite en un parlante. Todo eso y todo aquello a la vez. "Quince pesos la entrada, flaco, con una cerveza incluida". "Tomá veinte, quedate con el vuelto".
Al primer sorbo supo que la cerveza era de las peores que había probado en su vida. Pero le duró menos que ninguna. "Otra", exclamó. Le duró lo mismo. Menos. "Gin tonic", varió. Pasó LA Woman, siguió Revolution, llegó Humo sobre el agua, sonó Pride, se escuchó My Generation... Y sí, la madrugada le sacó la lengua y sacudió el riff. Mezcla de milagro y de maldición, es la vida cuando llega a morder.
Lloró. Incontenible. Sintió vergüenza de no sentir vergüenza. Con los ojos nublados, le fue imposible distinguir quien le decía: "¡Qué loco sos, chabón! Yo también me emociono de alegría con esta canción. ¿Bailamos?". "No sé bailar". "Dejate de joder. Es música. Son los Stones. Hacé lo que sientas. Siempre. Siempre..."
If you start me up... If you start me up I'll never stop...

jueves, 1 de octubre de 2009

Silencio

Riñón estaba ansioso por saber las novedades. Por eso, visitó a Páncreas en su caótica habitación. "Toc-toc"... "Pasá, trasplantable". "¿Cómo sabías que era yo?". "Nadie más viene a visitarme..."
Hubo un silencio. Incómodo silencio. La gente no se lleva bien con los silencios. ¿Qué tan malo son los silencios? ¿Por qué el pánico a los silencios? ¿Es necesario escuchar siempre?
-No aguantó más, contame como te fue.
Páncreas hizo un nuevo silencio. Prolongado. Sólo se escuchaba el ruido de unas ollas oxidadas y corroídas por el paso del tiempo y por menos lavados de lo aconsejable.
-Me voy, no se puede hablar con vos...
-... No fue.
-¿Cómo?
-No fue. Ella no fue. Me plantó. Me mandó un mensaje: "No voy". Y no dijo más...
-Uy... Qué lástima... ¿Y estás bien?
-Perfecto. Me compré 5 porciones de nachos y la peli estaba muy buena. Quiero ser cocinero..
Riñón no dijo nada. Páncreas tampoco. Nadie dijo nada. Cuando no hay nada que decir, lo mejor es no decir nada... Y quedaron en silencio.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Hinchas

De ninguna manera. Negativo. Nunca sucederá. Este no es un blog de fútbol. Así que no se comentará sobre vicisitudes del mundo de la pelota. Por más que el corazón lo pida a gritos. Por más que la sangre recorra las venas con su rojo furioso para alimentar el ciclo de la vida.
Pero, en este juego de reflexiones del mundo diario, en este juego de pensar siempre más y más, hay algo que siempre llamó la atención. Y, se relaciona, con el lugar que ocupan las cosas. El lugar que debe ocupar cada cosa.
Una hinchada de fútbol tiene como misión que alentar a su equipo. Después de cumplir su misión, desde ese lugar, sentir orgullo por sus logros y por su club. Tras eso, recién ahí aparecerá la simpatía por el grupo de gente que canta y canta. Que goza y goza. Que sufre y sufre.
Será, tal vez, un buen ejemplo para entender que en la vida, como dice la canción, cada cosa va en su lugar. Nadie hace goles desde la tribuna. Ningún pescado vuela si el destino no le puso alas...

viernes, 25 de septiembre de 2009

RG 10: Paola

-En ese momento recordé toda mi vida. Fue el segundo más largo de la historia. Los segundos no duran siempre lo mismo. Los minutos tampoco. Fue como una película. Sí, como una peli. Nunca pensé que eso fuera así. Pero es cierto, es así. Ahí me di cuenta de que es así.... Mi infancia. Mi primer guardapolvo blanco. Mi primera menstruación. Que día ese... Tanta felicidad y tanto dolor juntos. ¿Habrá otra cosa en la vida que junte esas sensaciones en simultáneo con tanta precisión y exactitud? No lo creo. Y seguí. Avancé en el tiempo. Mi primer beso. Solo para saber de que se trataba. Insípido. Muy insípido. Y mi primer hombre. Más insípido que el beso. Me acordé de Iván Noble que canta que no hay besos campeones en el primer round. Me gusta Iván Noble, pero a veces me empalaga. Y me gusta como escribe Pity, el de Las Pastillas del Abuelo... Pero me fui de tema, ¿no? Después vino la etapa del primer novio. Duró menos de lo que esperaba y más de lo que imaginaba. Después llegó el tiempo del libertinaje, que caminó de la mano con el despertar sexual. Con una cara bonita y una miradita sutil todo se puede. Lo aprendí de mi mejor amiga. ¡Guachita! Ella sí que es rápida. Una vez tuvo una historia muy salvaje que no me pude sacar de la cabeza. Nunca pude. ¿Habrá sido verdad o la muy guachita me mintió? Siempre fue medio fabuladora... Pero estábamos hablando de mí, lo sé. Bueno, después vino mi trabajo. Lindo, aunque no me llena. Ser oficinista no puede ser el sueño de nadie. ¿Qué hacen los otros oficinistas de sus vidas? Para mí algunos son asesinos seriales encubiertos. O sino llegan a sus casas y lloran. O son hinchas de Racing que sólamente viven para sufrir. Son insípidos, también... Sigo. Conocí a Jorge, el hombre de mi vida. Me casé. Y después me separé de Jorge, el hombre de mi vida. En el medio, mi hijo. El parto... El parto... Que loco: tanta felicidad y tanto dolor juntos. De nuevo. Como dije antes, ¿no? Y al mes del nacimiento de Tomy, mueren mamá y papá en ese accidente. Yo le dije al viejo: ¿revisaste las gomas? Era muy porfiado el hijo de puta. E hiriente. Me dijo: Vos sos administrativa, el que sabe de estas cosas soy yo. En la morgue casi vomito. Estaban desfigurados. Lloré por mamá. A papá lo puteé. "No sabes nada y nunca supiste nada, pelotudo" le dije en silencio. Ni me miró el cagón, tenía los ojos cerrados. Mamá no, los tenía abiertos. Ella siempre miraba todo... Hoy se cumplen cinco años. Y en el cementerio, cuando les ponía flores, repasé en un segundo toda mi vida. Como un flash. Qué loco, ¿no?
-Bueno Paola, se acabó el tiempo. Seguimos en la próxima sesión, ¿sí?

jueves, 24 de septiembre de 2009

Julie&Julia

Riñón golpeó la puerta de la pieza de Páncreas. Nadie contestó. Si la curiosidad mató al gato, también al Riñón. Abrió la puerta y vio el desorden más desordenado que jamás vio en una habitación.
El placard estaba vacío. Desnudo. El piso no era de alfombra, ni de madera, ni de cerámica: era de ropa. Una remera, otra, dos pulóveres, un buzo colgando del ventilador. En la mesita de luz, papeles de golosinas, botellas de gaseosa a medio tomar y tres energizantes vacíos. Y una caja de pizza con carozos de aceitunas y varios bordes de la maza a desprolijamente mordidos.
Sobre la cama hay un libro de autoayuda. Se titula: "Cómo ganarse el corazón de una mujer en diez rápidas lecciones". Sobre la cama, también, hay un diario abierto en la sección espectáculos. Y con marcador rojo se resalta una publicidad de una película: Julie&Julia.
Cuando Riñón giró para irse de ese cuarto caótico, encontró un cartel en la puerta. "Sabía que vendrías, trasplantable. La invité al cine. Dijo sí. Deseame suerte".

lunes, 21 de septiembre de 2009

Inauguración

Esa esquina oscura hoy está demasiado iluminada. "Gran inauguración", dicen unos carteles rojos con dibujos como si fueran moños.
Aquella pinturería sin clientes mutó por un Farmacity multicolor. De remedios a chocolates, en la boutique del modernismo.
Mientras, media cuadra para un lado, y media cuadra para el otro, esas familiares farmacias de barrio ya vende mucho menos shampoos que antes. La vida avanza. Sin importar cómo...

jueves, 17 de septiembre de 2009

RG 9: Otras

"El tiempo vuela", pensó. De escritos viejos rescató uno narrado desde el alma, en otoños que no paraban de llover. Decía:

"Ese soy yo. Y esa es la luz del tren. Y este es el puente. Mejor dicho, el barandal del puente donde estoy sentado, con gran parte de mi cuerpo bamboleando en el vacío.
Las piernas van y vienen. Como siempre, los cordones de la zapatilla izquierda están desatados. Nunca quedan firmes. No se porque. Son rebeldes. Los miro, sueltos, y río. E, inmediatamente, la siguiente lágrima rueda por la mejilla. Después cae, desciende rumbo a la nada. Pierdo su rastro. Es que allá abajo todo se pierde. Todo.
La luz se acerca. Potente. Implacable. El sí y el no se pelean dentro mío. Gane quien gane no habrá vencedores. Nunca los hay cuando se llega a los barandales.
Los recuerdos bombardean. Los buenos. Los malos. Más los malos. Por eso estoy acá sentado, mirando la nada. No, perdón, mirando la luz. Esa luz que ahora está un poquito más cerca. Serán 30 metros hasta allá. Si, unos 35 como mucho. Y para abajo, otro tanto. O tal vez unos 25. Será un segundo hasta que llegue acá. O uno hasta rebotar contra el piso. El mismo tiempo.
¿Cuántas cosas pueden pasar por una cabeza en una milésima de tiempo? Muchas. Demasiadas...
La luz pasa por debajo del puente. Esta vez se fue. Habrá otra. Otras. Ese es el problema. Siempre hay otras".

Lo releyó una vez más. "El tiempo vuela", resopló. Hoy hay luces... Otras luces. Y hay trenes... Otros trenes. Y vida... Otras vidas. "Siempre hay otras... Esperanzas", agregó. Rió. Y se fue a dormir.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Rodilla

Nunca antes Páncreas, el malvado más tierno en la historia de los villanos del mundo, había estado así.
-Vení trasplantable. Vení que te cuento...
-No tengo ganas de escucharte, le contestó el riñón.
-Dale, vení. Estoy extraño. Mañana es día de paparruchada y es la primera vez que no me interesa en absoluto lo que vendrá. El de arriba que haga lo que quiera. Igual, sabemos que es ingobernable. Y estoy algo raro por otra cosa...
-No me interesa escucharte.
-Si decís que no, es un sí.
-No es no.
-Ok, no insistas. Te cuento...
-No quiero. Además, seguro te asustó el Estómago.
-Nooooo... ¿Ves que sos un bobo? A ese Estómago y sus matones de los intestinos los peleó yo solito. El problema es otro... Ella...
-Ah, cierto que estabas enamorado de alguien que ni sabe que existís. ¿Qué pasa con ella?
-Está sufriendo. Y si ella sufre, yo sufro.
-Uy, ¡qué poético! ¿Sos la reencarnación de Neruda o de Borges?
-De Al Capone, paparrucho.
-¿Y qué le pasa a tu amor imposible?
-Esguince...
-¿¿Queeeeeeeeeee??
-La Rodilla. Ella es ella. Y si ella sufre, yo sufro.
-¿Y qué vas a hacer?
-Quiero estar igual que ella. Quiero tener un esguince de Páncreas. ¿Vos sabés como se hace uno de esos?
Riñón se río, y se fue caminando por la sombra, silbando bajito. Páncreas puso Wikipedia y leyó: "Un esguince es la rasgadura, distensión o estiramiento excesivo de algún ligamento..."

lunes, 14 de septiembre de 2009

Zorro

Todos tenemos dilemas que resolver. El Zorro también. El destino lo puso en una encrucijada en ese capítulo que el televisor reproducía un frío mediodía de septiembre.
Las vueltas de la vida lo obligan a decidir entre dos opciones. Ambas válidas. Ambas humanas. Ambas entendibles y comprensibles.
Por un lado, una amnistía de los cargos que se lo acusa si revela su identidad, con el plus de que eso le posibilitaría sumar varios puntos ante una dama que le interesa. Mucho.
Por otro, seguir siendo El Zorro, no sacarse el antifaz, y mantener la confianza que tanta gente tiene en él.
Todos somos Zorros y Zorras en esta vida. A veces disfrazados, otras no. Con espadas imaginarias para revolear por el aire cual quijotes contra molinos. Y eligiendo. Siempre eligiendo. Con la dignidad en una mano y, en la otra, el orgullo de la calma cuando llega la hora de apoyar la cabeza en la almohada.

jueves, 10 de septiembre de 2009

RG 8: El secreto de sus ojos... (los de ella)

-Silencio en la sala. El acusado que se ponga de pie. Es usted señalado como autor de los siguientes delitos: incendiar tres fabricas de anteojos, romper 10 vidrieras de ópticas y robar toda la mercadería, y arrojar una bomba de gas lacrimógeno en una discoteca. ¿Cómo se declara?
-Inocente, su señoría. Todo lo que hice fue en defensa propia.
-¿En defensa propia?
-Sí, su señoría. En defensa de la lógica más pura de todas las lógicas.
-Explíquese.
-Ella... Le explico: ella es ella. Tiene virtudes y defectos, como usted y como yo. Tiene algunos atributos físicos que la destacan, y otros que no. Tiene mañanas de sol y tardes de lluvia. Y tiene noches lindas, y noches feas. Tiene y no tiene...
-No entiendo...
-¡No interrumpa!
-Le recuerdo que se encuentra en un ámbito judicial, así que tenga cuidado con sus exclamaciones.
-Perdón, su señoría.
-Continúe.
-Le decía, sobre las cosas que tiene, y las que no tiene. Pero entre las que tiene, está su mirada.
-Sus ojos.
-No, dije su mirada. ¿No escucha bien?
-Una insolencia más y le corresponderán 10 días de calabozo más allá del fallo que luego dictamine este tribunal.
-No volverá a suceder, su señoría.
-Es su última oportunidad. Prosiga...
-Ella tiene dos ojos, como usted y como yo. Los colores de los ojos se repiten: azules, celestes, marrones, negros, verdes... No hay secretos allí. Las miradas no. Son únicas. Son como un documento de identidad de las personas.
-Interesante, aunque aún no comprendo que tiene que ver con esta causa judicial.
-Ella tenía, perdón, ella tiene la mirada más cautivante de todas las miradas que conocí. Impacta. Pero no a todos. A mí. No es sencillo de explicar. Pero bueno, tema es que ella sólamente utiliza un diseño de anteojos exclusivos difíciles de conseguir.
-Sigo sin entender.
-Todo los cargos que me imputan fueron en defensa propia: para que no exista más en en el mercado ese modelo de anteojos.
-Eso explicaría los incendios y la destrucción de las ópticas. ¿Pero y lo de la discoteca?
-Ella había perdido sus anteojos. Bueno, confieso: se los robé. Y una amiga tenía el mismo modelo, el último que quedaba en circulación. Los encontraron en ese negocio de Belgrano la misma tarde de primavera. Ella quería comprárselos a su amiga, y eso arruinaría mi plan maestro. Esa noche, en esa discoteca, estaba su amiga con esos anteojos, el último modelo. La única forma lograr mi objetivo era ese: el gas lacrimógeno. Cuando todos corrieron a la puerta, tropecé con la amiga y le quité los anteojos...
-¡Pero hubo varios heridos!
-No era mi intención, su señoría. Lo lamento y pido disculpas. Yo sólo quería que ella no se ponga más anteojos. Y que su mirada nunca se tape...
El jurado se tomó dos horas para analizar el caso. Hubo un largo debate en la sala. El caso, incluso, dividió a la sociedad: enterneció a ciertos sectores y sacó la parte más autoritaria de otros.
-El acusado, de pie por favor. Esta Corte lo encuentra culpable de varios delitos predeterminados con anterioridad en este caso. Pero teniendo en cuenta su especial relato, se ha decidido conmutarle la pena de cinco años por una tarea más útil para la sociedad. Deberá recibirse de óptico, y así entender que las miradas son eso, miradas.

-Gracias su señoría, prefiero la cárcel.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Estómago

Sentado nuevamente en la mesa más gastada en el rincón más oscuro del bar de las entrañas, el malvado páncreas intenta convencer a su menor enemigo, riñón, de que lo ayude en alguno de sus planes bondadosamente macabros. "No funciona, pank. Tu discurso maléfico no asusta a nadie. Es más, cada vez que decís la palabra paparruchada, esto es un estallido de risa general. Te falta...". Páncreas no quiso escuchar nada más e interrumpió: "¿Qué vas a decir, trasplantable? Tengo una idea fantástica: escuchá..."
Antes de lanzar us idea, páncreas quedó mudo. Riñón le espetó: "Ey, ¿qué te pasa? Estás blanco como si hubieras visto un fantas...". "¿Un fantasma? No, no soy eso. Señores, vamos a compartir la velada con ustedes". Estómago tomó una silla y se sentó en el medio de los dos. Sus matones, los dos intestinos, se quedaron parados completando la escena.
"Yo te voy a explicar, páncreas. Van a cambiar algunas cosas. Sos demasiado bueno para ser malo, y bastante malo para ser bueno. No te alcanza. Así no va. Desde ahora, el poder lo tengo yo. ¿Está claro?".
Más que pensar en el desafío, en el posible lugar perdido y en las paparruchadas de ocasión, a páncreas otra cosa lo preocupó. ¿Quién es bueno en este lugar? ¿Quién es malo? ¿Cómo se miden la maldad y la bondad? ¿Alguien es bueno eternamente? ¿Alguien puede tener el disfraz de cordero bueno y en realidad ser un zorro malo? ¿Dónde se compra la balanza con los platillos de la equidad? ¿Alguien la vende?
Pidió un kilo de helado de dulce de leche y frutilla. Sus gustos preferidos. Y, de paso, a ver si el estómago se empachaba y bajaba sus humitos de matón...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Hansel y Gretel

Hay algunas veces en la vida, muy escasas veces, en donde A es igual a B. No, así no. Se debería borrar este comienzo nefasto. A nunca es igual a B. Pero sí sucede que A es lógico, razonable, entendible. Y B, como opuesto, también.
Mucha letra y poca idea. Situación: fin de agosto, en el fútbol de los sábados, con el grupo de amigos de siempre que llevan en su mayoría vidas linealmente previsibles. El que pelea el primer lugar en esta tabla, arrancó la charla previa de resumen semanal con esta frase: "Vengo de reservar para las vacaciones de verano". "Te felicito. ¿Dónde vas?", preguntó el interlocutor de turno esperando, ante tamaña antelación de calendario, una respuesta de un viaje especial. "Unas casitas muy lindas en Valeria del Mar".
Inmediatamente, A y B empezaron a jugar el partido, no el de la pelota, sino el de la filosofía, las ideas, los caminos, los estilos. Comenzó A con el primer brote sanguíneo: "¿Cómo puede una persona planear unas vacaciones tradicionales con tanta anticipación?". Respondió B, más sereno, más analítico: "¿Qué tiene de malo hacer eso". Le toca a A: "La vida no es seguir el mismo camino de migas hasta intentar llegar a destino. Se pierde sorpresa. Magia. No somos Hansel ni Gretel". B al ataque: "Siguiendo un camino es más fácil llegar a destino".
A tiene razón. B también.

viernes, 4 de septiembre de 2009

RG 7: Mami

-¡Qué linda pintura, hija! ¿Qué es?
-Un espíritu, mami. Atrapé un espíritu de la casa. Es una viejita. ¿No la ves?
La tela mostraba una intensidad de colores llamativa. Desde que se mudaron al nuevo departamento, era el primer cuadro que pintaba la pequeña artista de 13 años. Y esos colores nacidos de su pincel explotaban en la tela como nunca antes lo había con otra creación. Había intensidad. Y misterio...
Mami siempre creyó en espíritus. Papi no. Mami decía que sentía muertos andar por la nueva casa. Papi no. Mami sufría por eso. Papi no. Mami ya había perdido su pasaje hacia el cielo. Papi no. Mami no podía mirarse al espejo por la culpa. Papi sí.
Mami y papi estaban, desde hace varios años, en un matrimonio que funcionaba en piloto automático. Menos que eso: ni siquiera quedaba la mínima llama del incendio de amor que alguna vez tuvieron. Y habían entrado en un juego peligroso de odios y disputas.
"Cerrá la puerta del armario, por favor". "¿Qué? ¿Por qué? No, nena, a mí me gusta tenerla abierta". "Te pido por favor, de ahí salen muertos", rogó ella, temerosa, con los ojos vidriosos. Los vecinos del edificio escucharon la risotada de papi. "¡Entonces la abro más!", dijo manteniendo la risa, mientras ella tomaba su almohada y corría rumbo al sofá cama del comedor.
Lo que siguió fue un plan ajedrecísticamente maquiavélico. Un sistema de poleas e hilos casi imperceptibles hacía que los armarios se abriesen ante un ruido fuerte. Como, por ejemplo, el de la puerta de entrada cerrándose. Entonces, cuando alguien entraba, el departamento era una sucesión de roperos que abrían sus fauces para el nuevo invitado.
La primera vez que Mami lo vio, se desmayó. La segunda, también. No dijo una palabra. Recién en la tercera logró quedar en pie, y preguntó: "¿Qué mierda pasa acá?". "Serán los espíritus, como la viejita que atrapé, mami". "Nos mudamos ya". "Ni loco".
Una semana, dos semanas, tres semanas aguantó Mami. Ya no eran sólo puertas. Del piso de arriba, en alquiler, se escuchaban ruidos extraños por la noche. "Escuchas eso, boludo?". "Sí, mejor, me siento acompañado cuando duermo. Los espíritus me cuidan".
Cuando Mami abrió una canilla y vio un líquido rojo, no aguantó más. Destrozó la casa a martillazos, con especial furia hacia el cuadro del espíritu. Golpeó paredes y vidrios. Sangró. Y, en estado de shock, salió corriendo a la calle y cruzó la Avenida sin mirar...
El portero cobró varios pesos por los ruidos en el piso de arriba. El plomero por la adulteración de la canilla con tempera. La hija sigue pintando. Pero ahora embellece sus telas con unos paisajes robados de algún cuento de hadas...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Taquicardia

-¿Otra vez vos, pibe? Estás viniendo muy seguido, advirtió el médico de guardia.
-Y... sí.
-¿De nuevo los mareos?
-Ehhh, nop.
-¿Entonces?
-El corazón. Se escucha un bum-bum-bum-bum a toda velocidad. Y ruidoso.
-Taquicardia, pibe... Vamos a ver que te anda pasando.
Por dentro, otra vez, domina el caos. "Muchachos, ya tenemos el piquete en la aorta, hasta no conseguir nuestra objetivo no paramos", arenga el malvado páncreas. Lo escuchan algunos matones contratados para esta misión: el bíceps, el tríceps y el cuadriceps. Y su menor enemigo, el riñón.
-No, no, no. No va a funcionar, cancherea el riñón, con tono de sabelotodo.
-¿Qué decís vos, trasplantable?
-No va a funcionar, bobo. Tu plan de tomar el corazón para conseguir lo que querés, no va a funcionar.
-Escuchame vos, achura. ¿Leíste el último garabato? Parecía una novela de las tres de la tarde. Sólo faltaban Andrea del Boca y Silvestre. Vergonzoso. No es la costumbre de la casa. Acá hace falta sangre y, si es necesario, haré que sangre el corazón.
-No, no, no. Estás equivocado. Acá no manda el corazón. Acá domina la mente.
-Uy, estás más tarado que de costumbre. ¿Vas a filosofar sobre el corazón y la mente, quien manda más, y toda esa paparruchada? ¿Alguien tiene la verdad absoluta sobre eso? ¿Desde cuándo el corazón piensa y la mente siente? ¿Son dos? ¿Es uno que se disfraza del otro...?
Páncreas se dio medio vuelta y siguió hablando con su grupo comando. "Si mañana no hay sangre, hacemos un piquete en la vena cava y se pudre todo".

domingo, 30 de agosto de 2009

Bobby

Allá lejos en el tiempo, cuando el periodismo era un juego y no un futuro, cuando las letras en el teclado relucían y no aparecían gastaditas como hoy, cuando la vida era otra vida, ahí, enfrente, en ese café de San Telmo estuvo sentado Bobby Flores. Era toda una aventura eso del grabador, del cassette, de las preguntas, de las respuestas. Era todo una aventura eso de aprender a escuchar, de interpretar, de reportear.
Eso. Será eso. Aprender a escuchar. Y retener palabras, momentos, historias, anécdotas. "En el peor momento de mi vida, le conté todo a un borracho de Plaza Congreso. El tipo me miró y me dijo: 'Cambiá'. Nada más que eso. Y yo cambié". Flores para la esencia de las cosas.
La palabra justa. El momento justo. El desconocido ideal. A veces el mejor gesto, la palabra deseada, el empujón esperado, nacen de quien menos se lo espere... Ese borracho. U otro. O algún alma que pasa por nuestras vidas un puñado de minutos y deja su huella por siempre. Inolvidables.

jueves, 27 de agosto de 2009

RG 6: Dulcinea en el bar del infierno

Dulcinea temblaba. Bah, no se llamaba Dulcinea, pero le decían así. Bah, tampoco le gustaba que le digan así, pero ya estaba acostumbrada. Pero eso sí: Dulcinea temblaba. Mucho. Demasiado.
Parada en la puerta del bar del infierno, su cuerpo tiritaba. No había viento y el sol brillaba. Pero ella tiritaba como un pichón sin nido. No era frío. Era miedo. No, tampoco era miedo. Era pánico.
"¿Entramos, bonita?". Apenas escuchó la voz. Apenas. La puerta vaivén seguía cerrada. Por su cabeza desfilaban varias puertas más. Unas metálics. Otras de madera. Grandes, chicas, medianas. Algunas rechinaban, otras brillaban relucientes.
Pero las puertas no son distintas por sus formas. Son distintas por lo que esconden. Nada más mentiroso en el mundo que una hermosa puerta que promete la entrada al paraíso y dentro esconde el pantano más horrendo. Malditas puertas que invitan a cielos celestes y noches estrelladas, y que en su interior sólo tienen nubes, nubes y más nubes. Y tormentas. Temerosas tormentas.
Dulcinea sabía de puertas. Mucho. Demasiado. Sabía de puertas mentirosas, de puertas con promesas de Quijotes que finalmente escondían peligrosas aspas de molino. Abrió, abrió y abrió. Y después desesperada tuvo que buscar los cartelitos verdes de las salidas de emergencia. Tantas puertas hipócritas la habían hecho experta en fobias. Un curso acelerado que nunca quiso realizar. Pero la vida, insobornablemente terca, da clase de lo que quiere sin pedir permiso. Y maneja a sus alumnos como marionetas a merced de los hilos de su antojo. Enseña lo que nadie quiere aprender. Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida...
Por eso, paradita en la puerta del bar del infierno, Dulcinea temblaba sin parar. Eso sí: no loraba. Le habían enseñado un truco para que las lágrimas no se escapen. Y lo sabía de memoria. Además, tarareaba una canción que la sentía como propia: "Si me cansé de llorar, fue porque en las lágrimas no encontré salida".
"¿Entramos, bonita?". Le tomaron la mano y le abrieron la puerta. Cerró los ojos y juntó coraje. Caminó dos metros y se dejó llevar. Se animó a mirar. De a poco. Muy lentamente. El infierno tenía luz. Linda luz. Y flores. Y paredes coloridas. Y música. Y una voz que le decía:
-¿Qué querés tomar?
-No sé, lo que vos pidas va a estar bien...

miércoles, 26 de agosto de 2009

Palabra

-¿Qué sentís?, preguntó el médico de guardia.
-Mareo. Mucho mareo.
Por dentro, órganos, músculos y demases iban y venían de un lado a otro, de manera frenéticamente desesperada. "¿Quién tiró la bomba de gas lacrimógeno? ¡Es una locura!".
En medio del caos infernal, el malvado páncreas dejó su escondite, tomó del brazo a su Bonnie, la mujer con quiere compartir sus maldades, y le dijo:
-"¿Te gustó lo que hice?".
-"¿Fuiste vos? ¡Sos un demente!
-Te quería sorprender. Pensé que así te iba a sorprender.
-No tenés la menor idea de cómo se sorprende a alguien del otro sexo. Lo que hiciste fue una paparruchada. Como todas tus maldades, tus locuras, y tus críticas a los garabatos de los viernes. Así no se hacen las cosas. Así no se vive.
Hacía rato que páncreas no la escuchaba más. Desde el momento exacto que dijo la palabra clave. La palabra que lo enamoró todavía un poquito más. La palabra que hizo que sienta que eran el uno para el otro: paparruchada.

lunes, 24 de agosto de 2009

Manianadesol

"Es una cuestión de educación", dijo alguien por ahí. "Los que comentan en los blogs esperan que les respondan", comentó un alguien distitno. "Así funcionan estas cosas", exigió un tercer alguien.
Este espacio nació para volcar algunas anécdotas y pensamientos. Mutó paulatinamente, y ahora tiene algunos relatos de viaje, un páncreas tiernamente malvado y unos cuentos que son más garabatos que relatos. Manianadesol es un lugar íntimo: no es la persona, es sólo una parte de la persona.
Otros espacios, muy validos por cierto, nacieron con otro objetivo. Son, palabras más, palabras menos, reallity shows de sus vidas. Tecuentotodoloquehago.blogspot.com o mividasegundoasegundo.blogspot.com. Son lugares públicos. Y son las personas en carne y hueso hechas letras.
Aquí el gran dilema gran: ¿cuál es el compromiso que se tiene con quien le hace un comentario? ¿Es antipático no emitir opinión? ¿El que comenta espera que se le diga: "Gracias, yo también te quiero"?.
La vida plantea otra de sus dudas: ser o parecer. Será así. O parecerá así...

jueves, 20 de agosto de 2009

RG 5: La morochita evangelista

Por tercera vez en cinco minutos, el Flaco quedó cara a cara con el arquero. "¡Concha de Dios!", gritó enfurecido: de nuevo Juan le había sacado el gol en el picadito de los sábados. "Che, Flaco. Dios no tiene la culpa de que seas un burro. Y, además, es varoncito". "Andá a cagar. Vos y tu Dios invisible", contestó mascullando una bronca que le duraría una ducha y varias cuadras de caminata, hasta toparse con el repiqueteo de unas monedas que hacían ruido en un tachito. "Una limosna para este cieguito, por favor".
El Flaco pasó de largo, lo miró de reojo y tropezó con alguien. "Perdón", dijo instintivamente, sin percatarse con quien había chocado. "No es nada", le contestó la morochita con cara de angel, que le dio un beso al ciego, una moneda e inmediatamente ingresó en el templo evangelista. Impulsivo, el Flaco cruzó esa puerta y se encontró con una escenografía de esas que aborrecía. Allá, adelante, un pastor arengaba a su fiel rebaño que levantaba las manos y oraba en un estado de semitrance. "Tú, hermano, que recién has entrado en la Casa del Señor, bienvenido seas". El Flaco tardó en reaccionar. Miró una y otra vez, y se dio cuenta de que sí, que efectivamente le hablaba a él. "No, pará loco. Yo entré porque... No, dejá. Esto no es para mí". Con una gotita de agua de la ducha qur todavía le caía por su largo pelo, buscó rápidamente la calle.
-Pibe, así no.
-¿Así no qué?
-Así nunca te vas a ganar esa minita tan linda. Fue cupido, algún angel, o algún Dios que hizo que se choquen. Y yo le vi la carita a la morochita. Le gustaste.
-Pará, pará: ¿Vos no sos ciego? ¡Vos sos un estafador de mier...!
-Menos averigua Dios y perdona, pichón. Guarda mi secreto y yo te doy un consejo. ¿Trato hecho?
Dudó. Demasiado. Repasó su vida de los últimos tiempos. Pesó en la balanza lo bueno y lo malo. Vio que el platillo titilaba en el rojo del desamparo, recordó su promesa de cambios, contuvo la trompada al ciego fraudulento y respondió:
-Tenés mi palabra.
-Buena elección, pichón. Volvé la semana que viene, a la misma hora. Dejá que el Pastor te haga alguna pregunta. Tragá saliva y seguile la corriente. Y esa misma noche vas a terminar en el café de la esquina con la morochita.
-¿Quién sos, Mandrake?
-Suerte, pichón...
Siete días después, el Flaco tuvo otro mano a mano con Juancito: pelota abajó junto a un palo. Inatajable. Festejó mirando el cielo con los dedos índices apuntando al cielo razzo de la canchita del barrio. "Já, ¿sos Jesús, ahora?". "No, Juancito, estoy practicando".

Era otra gota, muy parecida a la anterior, la que esta vez le caía por el pelo. Preparó una moneda, pero el ciego no estaba. Espero en la puerta y tampoco veía entrar a la morochita evangelista. "Cara paso; ceca me voy a la mierda". Escudo nacional. Adentro lo de siempre. El Pastor y su rebaño. Y ese ángel convertido en oveja.
El café estuvo delicioso. El primer beso, nacido al mes siguiente, también. Tuvieron un sexo de mitad de tabla que tardó en llegar, pero se convirtió en campeón del mundo cuando ella, dos orgasmos después, le dijo: "Te amo más que antes". El Flaco tomó su balanza y el platillo de las alegrías pesaba más que cualquier debate sobre teología.
Era inútil: ya lo había intentado y cuando, su ángel lloró, entendió que ciertas creencias pueden descansar en paz a un costadito del alma. Esa lágrima en la mejilla le dolió mucho. Demasiado. Entonces, enterró por un rato a Carl Sagan, Darwin, los monos y el ateismo universal.
El Pastor fue el padrino de bodas. El ciego les regaló un hermoso cuadro ("lo elegí yo, pichón. ¿Te gustan los colores?", le susurró al oído al Flaco). María, la mayor, será como la madre: una buena maestra y un hermoso ángel. José, el menor, jugará con sus amigos el picado de los jueves por la noche. Y definirá abajo, junto a un palo. Inatajable.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Clyde

Sentado en el rincón más oscuro del bar de las entrañas, el malvado páncreas balbucea palabras tiradas al viento. "Vení vos, trasplantable", le espeta con voz altanera al riñón.
-Qué querés...

-Tenemos que hablar. Tengo algo que decirte.
-¿A mí? ¿Por qué a mí?
-No tengo amigos y vos sos mi menor enemigo. No te quiero, pero no te odio. Dejemos de lado esas paparruchadas de amistad. Seré directo: me gusta una.
-¿Qué? ¿Queeeeeeeeee? ¿Vos? ¿Enamorado?
-No, trasplan... ¿Sos sordo o pelotudo? Dije me gusta una... ¿Quién sabe qué es el amor? Para vos es una cosa, para el paparrucho del corazón es otra, para mí es otra. ¿Vos me podés enseñar de amor? ¿Quién puede? ¡Dejate de joder!
-A ver, ¿sentís mariposas en la panza?
-¡Ja! No, olvidate, no como bichos voladores.
-¿No podés sacartela de la cabeza?
-No es un sombrero.
-Pará, mejor explicame vos que sentís.
-Sueño con que podamos hacer maldades juntos. Yo sería Clyde Champion Barrow, ella sería mi Bonnie Elizabeth Parker.
-Que particular mirada del amor... Pero algo no entiendo, ¿qué querés de mí?
-Mañana es viernes, día de esa paparruchada de los relatos garabatos. Vos tenés contactos con el de arriba. Decile que... A ver... No, dejá, no le digas nada. No vale la pena. Es una causa perdida.

domingo, 16 de agosto de 2009

Cinturones

Para muchos hombres, el cinturón es una pieza imprescindible en la vestimenta. No por moda, sino por necesidad. Y ellos no pueden pasar un puñado de horas sin su sujetador de pantalones, aunque en ese tiempo solo deban estar sentados en una silla. Peor todavía si se trata de vivir un recital de rock con los pantalones deslizándose por debajo de la cintura.
"Mujeres por acá, varones por allá", dividió durante el cacheo uno de los 220 policías destinados anteayer, por parte del municipio local, a la seguridad del recital de Callejeros, en Olavarría. "Sacate el cinturón y tiralo en ese contenedor". Adentro ya nadaban centeneras de cintos con destino incierto. Tal vez la basura, tal vez una posterior reventa. Lo mismo que las hebillas de las chicas, cuyos pelos volaron por los fríos aires olavarrienses. Como si la seguridad de un recital dependiese de detalles menores como esos. Así funcionan las cosas en este país: el sol se tapa detrás de un cinturón y mientras, a 30 kilómetros de la ciudad anfitriona, personal de infantería controla un peaje ante la posibilidad que "los inadaptados" del rock provoquen desmanes que nunca llegan. Mientras, los delitos viven a diario ante sus ojos.
Desde aquel 29 de diciembre de 2004, la víspera de la mayor tragedia de la historia argentina, hasta el sábado que pasó, este cuerpo no había vuelto a encontrarse con el grupo Callejeros. No era un recital más: el veredicto por el juicio de Cromañón está ahí, a la vuelta de la esquina. Resultaba, para las casi 15.000 personas asistentes, un cocktail de emociones mezcladas entre alegría y dolor.
Entre aquella vez y esta han cambiado muchas cosas. Se percibe un mayor promedio de edad entre la gente. Se han pasado adolescencias, se han perdido cinturones, se han licuado alegrías, se han desbarrancado amores. Musicalmente, a quien le gusta Callejeros, encontrará lo de siempre: una banda que se las ingenia musicalmente pero que su fuerte son, sin dudas, las letras de su líder, Patricio Santos Fontanet. En los sentimientos, el final del show encuentra a los integrantes del grupo de una manera distinta a cualquier otra situación similar: se abrazan más intensamente, y saludan a su gente sin las sonrisas habituales. Se huele que su procesión va por dentro.
La gente, grandes, medianos y chicos, responden con un grito: "Inocentes-Inocentes". Y agrega: "Ni las bengalas, ni el rock and roll, a esos pibes los mató la corrupción". Es obvio que hay parcialidad en ese aullido nacido en sus visceras. Tan obvio como que esas casi 15.000 almas no creen en la Justicia argentina. Como tampoco creen en esa policía que les quitó los cinturones por "razones de seguridad". Y menos en un sistema que, desde siempre, los obliga a rockear con los pantalones bajos.