lunes, 30 de diciembre de 2013

Año nuevo, vida nueva.



“No tengo nada de tres estrellas como siempre piden ustedes, chicuelos. La 214 está ocupada. Pueden subir a ver la 206 y si les gusta se quedan. Si no, se van”. Cinco minutos después, la respuesta obvia:
-No da, muy chiquita, poco aire acondicionado. Gracias amigo, pero vamos a otro lado, si?
-No hay problema, chicuelos. Ustedes son clientes. Vienen siempre. Disculpen pero estamos cerca de fin de año y se llena, je. Se ve que todos tienen ganas, no? Todos quieren pasar unas buenas fiestas. Eso, chicos, que pasen una buena fiesta. Feliz año nuevo. Con amor y respeto.
-Gracias, feliz año.
El vidrio polarizado del telo dejaba ver las dos caras de un lado, pero tapaba la del empleado. La noche siguió con todas las rutinas de siempre: la pareja en el albergue siguiente destilando sexo. El empleado en el albergue de siempre alquilando refugios para sexo.
La mañana los devolvió a sus rutinas. “Hola mi amor, mucho trabajo anoche en el telo… Me tiro un rato y después hago las compras de año nuevo”, le dijo el empleado a su esposa. Pausa y agregó: “Hoy el súper tiene buenas ofertas”.
“Hola mi amor, mucho trabajo anoche en el balance anual de la fábrica… Me tiro un rato y después vamos a hacer las compras de año nuevo”, le dijo la mujer a su esposo apenas pisó su casa. Pausa y siguió: “Pero vamos al súper de más allá que tiene mejores precios”.
El súper estallaba de gente. La pareja puso el carrito en la caja más vacía y fue a buscar las gaseosas. Cuando volvieron, otro chango estaba delante suyo. “¡Qué hacés tarado! ¿No ves que estábamos nosotros? ¡Rajá para atrás, gil o mi marido te mata a golpes!”. El hombre de unos 50 años, dueño de vozarrón inconfundible, respondió: “No señora, no los vi. Si los hubiese visto, no me habría metido. Y si se trata de ver, nunca olvido una cara. Nunca. Chicuelos…”.
No hizo falta decir nada más. Sus curvas se estremecieron de norte a sur. Pese a los 40 grados, se le congeló cada uno de sus poros. Sus pechos poderosos parecían montañas gélidas. Su boca tartamudeaba silencios. Hasta que con hilo de voz, ella le contestó:
-Perdón, señor. Perdón…
-No hay problema. Todos quieren pasar unas buenas fiestas. Eso, chicos, que pasen una buena fiesta. Feliz año nuevo. Con amor y respeto.
La habitación 214 perdió a sus mejores clientes…