jueves, 30 de mayo de 2013

Etelvina



Un médico, dos médicos, tres médicos. Doce médicos. A sus gastados 77 años, ir al médico dejó de ser un tema estricto de salud. Se trata, ni más ni menos, que de un acontecimiento social. Hablar y ser escuchada para quebrar tantos días de soledades. Tantas tardes con la TV como única voz amiga. Son, ni más ni menos, mimos en forma de recetas. Caricias al alma en forma de palabras. Y, sobre todo, mantener la cabeza activa. Sí, perdón, de salud se trata.
“Mirá, en el almanaque. Los redondeles son los días que tengo médico. Pero el 3 no me acuerdo turno de que tengo”. En ese almanaque que cuelga de la heladera, la mayor parte de los días del mes tienen un círculo alrededor. “Mirá que no me puedo acordar que tengo el 3. ¡Qué cosa! Yo voy igual y alguno me va a atender. Sino voy un rato y hablo con la secretaría que ya me hice amiga”.
Un médico, dos médicos…

martes, 28 de mayo de 2013

Cuentos puros: Desgarro de bolsillo

"¿Otra vez te desgarraste, boludo?". Tirado en el banquito de la canchita del barrio, Dieguito escuchaba la pregunta burlona. Tenía ganas de llorar. Muchas ganas de llorar. Tres desgarros en media año eran muchos. Que la edad, que el cuidado, que las piernas… Que la vida.
"Vos tenés mucha suerte. No sé porque mierda nunca te agarra ni media lesión, conchudo. Ni siquiera precalentás antes de jugar”. Cacho saco pecho y se jactó: “Genética, papá. Soy un toro. Y hoy hice la mitad de los goles del equipo, ¿viste? Sigo intacto, sólo un poco más lento. Un poquito, nada más".
La charla futbolera se fue apagando. Y en el vocabulario masculino de la canchita del barrio, cuando no se habla de pelotas se habla de minas. De los pies a la cabeza, como se recorre una mujer. De norte a sur o de este a oeste. Describiendo cada uno de sus puntos cardinales sin más brújula que el recuerdo magnificado de alguna batalla ganada. Recorriendo sus curvas sin frenos, sin pausa, sin prisa.
"El otro día me comí una pendeja de 25. Así de linda. Genética, papá". Y Cacho repite el ritual: recorre en palabras cada centímetro de la muchacha de turno, para que sus oyentes cierren los ojos y se dejen llevar por la descripción. Será que las mujeres son más bellas al imaginarlas. Igualito que nos pasa con la vida.
"Y boludo, ¿ahora cómo siguen?". "La invité al cine mañana. Me tiene que mandar mensaje para arreglar", se jactó el que, por ese día, era el rey de la canchita. Goles y minas, imposible destronar esa monarquía indestructible.
Mañana fue hoy. El amanecer se hizo mediodía, el mediodía se hizo tarde, y la tarde se hizo noche. Cada ratito, mecánicamente, del bolsillo derecho de su pantalón, Cacho sacaba el celular y pispeaba. "¿Andará bien esta mierda?", preguntaba a los cuatro vientos. Mientras, le contestaba al diablito que le quemaba el oído, y le explicaba que no, que no iba a llamar él, por eso del orgullo del hombre, que no hay que insistir, y que a las minitas les gusta eso de la histeria masculina.
El celular, lleno de maldiciones, entró y salió del bolsillo una docena de veces. Parecía hacer daño cuando volvía a su lugar como en penitencia por el trabajo no cumplido. Era como un cuchillo que lastimaba la piel con ese roce. Y no pasó nada, Nada de nada. Sólo un mensaje en todo el día y que decía: “Hijo, ¿venís a comer mañana?”.

Al partido siguiente, Cacho llevaba dos goles en diez minutos. Hermosos los dos. Era su mejor partido. Hasta que corrió una pelota y sintió un pinchazo. Como un cuchillo que lastima la piel. “Desgarro”, fue el diagnóstico. Justo en el muslo derecho.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Lo que se llama crecer

Dilema: un buen gesto, tal como dicta la conciencia, llevará a obtener una respuesta de maldad o indiferencia. Aún así, ¿se mantiene el gesto?
Es todo cuestión de matemática. El buen gesto dejará y tranquila el alma en una medida de x cantidad. La respuesta indeseada perturbará el alma en xxx cantidad. Existe una probabilidad mñinima que la respuesta se diferente, pero se repite, es muy mínima. Entonces se suma y se llega a la conclusión que las xxx negativas son más que la positivas. Entonces le pedimos perdón a la conciencia y le damos un abrazo al alma, para que esté tranquila y nadie la moleste.
Tal vez esto sea lo que llaman crecer.

sábado, 18 de mayo de 2013

Para allá



Sé lo que soy. Pasado, presente y futuro. Eso soy. Ese pasado que algunas noches golpea la puerta de los sueños y quiere amanecer en pesadillas. No lo logra: la conciencia lo echa a patadas orgullosa de no haberle fallado nunca a nadie. Todos nos equivocamos. Ese no es el problema. El problema es fallar.
Sé donde estoy. Aquí, parado en este pedacito de mundo que me toca. Es mío. Lo puedo compartir. Lo puedo prestar. Pero entendí que es mío. Y la vida enseña a cuidar lo de uno. Y entonces sigo aquí parado, aunque a veces las rodillas tiemblan al ritmo de las cicatrices del alma. Entonces el cuerpo no queda erguido. No importa: más o menos de pie, sé donde estoy parado. Pero, sobre todo, sé cómo hay que pararse, cómo es caerse y cómo es levantarse cuando ciertos fantasmas hachan los talones.
Sé dónde voy. A veces siento que voy rápido, que el viento se hace amigo y me lame la cara. Entonces tocó el cielo con la punta de la nariz. Y río. A veces presumo lentitud en el andar, y le reclamo velocidad al alma. Ella, pobre, me mira y dice: “Hago lo que puedo, macho. ¿No te acordás que esto es un ring de boxeo? Los golpes duelen”. Pero a veces, peor, siento que retrocedo. Y ahí es cuando en algún momento recuerdo que como sé lo que soy y sé donde estoy, entonces inevitablemente sé dónde voy. Y sigo. Para allá, porque allá es mi camino.
Porque sé donde estoy, lo que soy y donde voy, sé lo que seré. Pasado, presente y futuro. Y seguir para allá. Por mi camino.

martes, 14 de mayo de 2013

Contratapa (otra etapa)

A veces no hay tiempo ni inspiración para atender este espacio. Sin embargo, se extraña poner letritas acá. Es raro: quien sabe si habrá alguien del otro lado. Pero eso no fue lo que motiva cada palabra que aquí duerme. Lo que motiva es eso: el descanso de las palabras.
Esta vez hay una idea dando vueltas. Por eso venimos a tipear letritas de nuevo. Una tras otra. Lo concreto es que los cuentos de este espacio algún día serán libros. Tal vez dentro de poco, muy poco. Y la contratapa dirá algo más o menos asi:

"Estimado lector. Sí, a usted que mira esta contratapa y espera encontrar un motivo valedero para quedarse con este libro y llevárselo a su casa. A usted que mira con desconfianza y le consulta a su billetera buscando un sí o un no. A usted qué se pregunta ¿y este quién es para sacar un libro?
Bueno, sepa que acá no encontrará la verdad del universo. Tampoco se le responderá si Dios existe, ni entenderá la psicología masculina y mucho menos la femenina. Nada de eso ocurrirá cuando lea las historias que aquí se cuentan. Porque esto es exactamente eso: un libro de cuentos. Algunos podrán gustarle más, otros menos. Sin embargo, es lo que hay.
Cuentos. Muchos. De temática variada. De rápida lectura. De posible relectura. Sin grandes pretensiones. Historias al fin. Y siempre que haya una historia, habrá un lector. Por eso, estimado lector, haga suyo para siempre este libro que tiene en sus manos. 
PD: si ya lo leyó, disculpas. ¡Y gracias!

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuentos Puros: Doble cáncer



“Lo lamento amigo. Es cáncer. Le quedan seis meses, tal vez menos”.
Fue la peor docena de palabras que jamás escuchó en su vida. Llegó a su monoambiente, bajó las persianas y no salió por una semana. No contestó llamadas, ni chateó por facebook, ni fue al clásico fútbol más asado de los jueves con sus amigos. A la única persona que vio en esos siete días fue al chico del delivery: una grande de muza por almuerzo y otra por cena. “Tal vez me mate el estómago antes que el páncreas”, pensó.
Al lunes siguiente Rubencito le tocó el timbre del portero eléctrico. Nadie atendió. Esperó cinco minutos y cuando estaba por irse llegó el muchacho con la moto y la pizza. Tocó dos timbres y escuchó: “Ahí bajo”. Era la voz de su amigo. “Che, ¿qué piso tocaste?”. “Quinto A. Lo que pasa es que el loco este nos pide que toquemos dos veces, como si fuese una clave secreta. Sino, no atiende”.
Del fondo del pasillo se vio venir una imagen muy distinta al hombre que solía pelearle a la vida en cada round: en pijama, barba tupida, pelo revuelto.  “¿Qué hacés, boludo? ¿Qué mierda te pasa?”, atacó Rubencito. “Tomá, quedate con el vuelto negro. Vos Rubén subí conmigo. Compartamos la grande”. Arriba, en la penumbra del monoambiente sin luz, con olor a encierro en cada uno de sus rincones, Rubencito escuchó: “Es cáncer. Me quedan seis meses, tal vez menos, me dijo ese maldito médico”.
Imposible cumplir con la promesa de no contárselo a nadie. A los pocos días, Rubencito había desparramado la noticia entre los que tenían que saberla. Muchos amigos tocaron dos veces su timbre, pero al bajar y verlos, volvía a subir al ascensor. Cada día cambiaba la clave con los delivery: “Hoy un cortito y dos largos”, fue el martes. “Hoy cuatro timbrazos”, fue el miércoles. El viernes escuchó un timbre largo, una pausa, y dos cortitos, y respondió: “Ahí bajo”.
Salió del ascensor, vio la moto en la vereda pero no al muchacho. Abrió la puerta de calle y como una tromba vio una figura femenina que, pizza en mano, se metía en el departamento sin darle lugar a ninguna reacción. “Subamos que tenemos que hablar”. Le compartió media la pizza, aunque ella sólo comió una porción. “Rubencito me llamó y me dijo todo. No lo culpes, estuvo bien. Yo sé que me porté mal con vos. Sé que no terminamos bien. Pero también sé que tuvimos momentos muy felices y que fuiste el gran amor de mi vida. No quiero que estés así en lo que te queda. Te acompaño. Lo deseo de todo corazón. Así que te afeito, te vestís y vamos al cine. Es una orden”.
Tardó un minuto en subir las cortinas, media hora en darle una manito de limpieza al monoambiente y dos horas en afeitarlo y bañarlo. Tres horas de cine, dos de cena en la parrilla de antes, la de aquellos viejos buenos tiempos. Así todos los días, durante un mes. Hasta se animaron a tener sexo de nuevo.
Dos meses después fueron juntos al médico. “¡Buenas noticias! El cáncer avanzó, pero menos de lo esperado. Estas cosas son muy psicológicas a veces. Acá parece que hay alguien que lo está ayudando, amigo. Tal vez se estire un añito más. ¡Tal vez pasemos la Navidad juntos! ¡Siga así!”. Salieron del consultorio y ella le mostró su mejor sonrisa. “¡Viste gordo, viste! Luchemos juntos, se puede. Yo te ayudo. Siempre te voy a ayudar”. Esa noche ella desechó la parrillita e invito al mejor restaurante del barrio. Se acostaron juntos y abrazados. Mientras se dormía, la sonrisa no le cabía en su cara de muñeca. El no pegó un ojo en toda la noche.
Por la mañana, ella despertó sola. “Gordo, ¿estás en el baño?”. Nadie respondió. Lo llamó al celular, y escuchó el sonido en la mesita de luz. Fue a la cocina y vio una nota. “Ya sabés: dicen que muchas veces las enfermedades son psicológicas. Vos fuiste mi cáncer por muchos años. No me dejaste vivir la vida como quería. Me ilusionaste y jugaste conmigo. Ahora tengo otro cáncer. No pude vivir mi vida, quiero vivir mi muerte. No me busqués”.
Dos meses después lo encontraron sin vida en un hotel de mala muerte de Mar del Plata. Justo el día de la Primavera.

sábado, 4 de mayo de 2013

El final de la historia

Las historias siempre tienen finales. Y hay miles de finales de historias. Hoy cerró una historia.
Todo comenzó de esta manera:   http://manianadesol.blogspot.com.ar/2013/04/mail.html
Después de varios consejos, quedaron relegados las ideas de contestar por mail, o pedir el teléfono y llamar. La opción elegida fue pasar el teléfono propio y esperar el llamado. Dos semanas después de un pequeño intercambio de mensajes, sonó el celular.
Fueron cinco minutos de información vacía para alguien que sabe que hay algo más. "Se ve que algo en mí lo sabía, porque no me animaba a llamar", dijo después de escuchar la noticia. Hubo pausa, la voz del otro lado se quebró. Quince años después, pese a los caminos tan distintos que se tomaron, pese a una maternidad que alumbró como nada alumbra, se escuchó la frase previsible: "Fue el gran amor de mi vida. Hay muchos amores, pero el gran amor es uno solo". Y siguió el llanto.
Las historias siempre tienen finales. Muchos son tristes finales...