martes, 26 de marzo de 2013

Cuentos puros: El espejo



El bravío sol de noviembre alumbraba la mañana. El silencio era el dueño de todo, hasta que como siempre pasa, dejó de ser dueño y se convirtió en esclavo. “¡Puta madre!”. El grito agudo llegaba desde el baño. “¿Qué te pasó?”. La muchacha señalaba el espejo, con una pequeña mancha en su costado inferior izquierdo.
-No sé, mirá. El espejo, está manchado. Anoche no estaba así…
-¿Estás segura?
-Sí, estoy segura.
-Bueno, es una manchita.
-Nene, vos sabés que soy obsesiva de la limpieza.
-¿Y cómo pasó?
-No sé. Anoche me estaba sacando el maquillaje y estaba normal. Fue antes de irnos a la cama, cuando me alcanzaste el teléfono que llamó mi novio y le dije que estaba cansada, que me tomaba un Aplax y me iba a dormir. Lo que me pone del orto es que le pasó limpiador una y otra vez y la mancha no sale.
Desde ese día, cada vez que la muchacha se miraba al espejo tenía que compartir la imagen de su rostro con esa suciedad marrón, casi negra, que le impedía verse tal cual como ella quería y le manchaba su aniñado rostro. Es que esos son los espejos, según quien se mire: la realidad más pura o la más disfrazada.
A la semana siguiente, en otra mañana encantadora de noviembre, la mancha creció. “Aaaahhhhh!!”, gritó la muchacha. Esta vez estaba sola, raro en ella. Llamó a su padre y le dijo: “No sé qué pasa, me asusta un poco. La mancha ya llega casi a la mitad del espejo. Yo vine al baño anoche, después que hablamos y te dije todas las cosas que me hizo el cretino de mi ex. Sí, sí, después que te prometí que te iba a pagar lo que te debo la semana pasada. Y ahí tenía la manchita chiquita. Y ahora creció mucho. ¡Qué mierda!”.
Las manchas fueron creciendo. “No lo quiero tirar ni romper porque trae mala suerte”, le contó a una amiga después de ver como el vidrio ya era más marrón que espejado. Igualmente, siguió con la charla y, presumida, anunció: “Sí, sí, tengo dos ofertas de trabajo para dar clases de baile, tengo que ver por cual me decido”. Su amiga Yasmín, bella como una flor, se permitió dudar: “¿Pero si hace mil años que no das clases? ¿Cómo conseguiste esos contactos?”. La respuesta siguió con furia: “¡Me estás llamando mentirosa! Andate de mi casa, puta. No te quiero ver más”. Le revoleó un cenicero por la cabeza que no acertó el destino, y le dedicó un minuto de insultos desde la escalera del primer piso, departamento D. Sus perros ladraban y, pobres, se ligaron unas cuantas inmerecidas patadas.
Era una calurosa noche de diciembre. Fue al baño a lavarse la cara y se clavó varios vidrios en sus pies. El espejo se había roto en mil pedazos. Y, como toda ruptura, dejó sus marcas. La recuperación le llevo unos meses. Antes, pasó una semana en el hospital. Lo primero que hizo fue pedir que tapen todos los espejos. Desde entonces tiene fobia a cualquier vidrio que refleje la realidad que no se anima a ver.

viernes, 15 de marzo de 2013

Cuentos puros: Dana



Abrazados, Cacho lo palmeaba como se palmea a un amigo en un mal momento. Así, con ganas y fuerte lo palmeaba. O, por lo menos, así sentía que debía palmearlo. Lo soltaba, lo miraba a los ojos, volvía a abrazarlo y entonces repetía el ritual de la palmada. La escena duró unos cinco minutos. Nunca se enteró, de verdad, lo que pasaba del otro lado de la palmada.
Antes hubo picada, cerveza, el partido de fondo en la tele sin volumen y la charla. "Vení loquito, venite a casa que comemos algo y me contás. No te hagas problemas. Siempre le pasa a todos. A mí me pasó varias veces. Dale, no te deprimas. Yo te hago al aguante".
Cacho acababa de escuchar la historia de su amigo por teléfono. No dudó: de inmediato lo invitó a su casa. "Para eso están los amigos, para estar con el otro en los momentos terribles de la vida", insistía Cacho. Del otro escuchaba una voz que le aseguraba que era lo mejor que le podía haber pasado. "Dale boludo, ¿somos amigos o no somos amigos? A mí no me jodas, dale. No seas boludo, boludo. Si tu ex te calentó siempre. Si esta buenísima la muy guacha. Seguro que como llevabas un par de meses sin nada, por eso no pudiste. Macho, es normal. N-or-m-a-l".
De nada sirvió repetir la explicación en la cena. Ni una, ni dos, ni tres veces. Ni durante el helado. Cacho repetía: "Que boludo sos. No tengas vergüenza, boludo. A todos nos pasó alguna vez. Sé que vos eras un relojito, que siempre tuviste minitas lindas y que no te comías cualquier cosa. Pero que no se te pare es algo lógico. Es hormonal. Una vez lo leí en una revista de animales, y no sé qué relación le metían con los hombres… Le pasa a todos: perros, gatos, elefantes... ¡Hasta a los burros! ¿De qué carajo te reís, pelotudo?".
A Cacho no le cerraba ninguna explicación y masculinizaba cualquier teoría. "No, boludo, no me jodas. La mina está buenísima y no se te paró. Debés estar quebrado por dentro y por eso me tirás cualquiera”. Cacho nunca entendió eso de que la cabeza de arriba manda. Mientras escuchaba, movía su cara de izquierda a derecha y negaba cualquier explicación. "Cachito, amigazo. Para mí era la mujer más hermosa del planeta. Con solo escucharla hablar me erizaba del norte al sur. Y ni te cuento mi Ecuador. Pero vos sabés, Cacho, que todo terminó muy mal. Demasiada mentira, demasiada mierda. Después de un tiempo ella llamó para vernos. Que extrañaba mis labios. Yo dudé. Pero bueno, la carne es débil. Mi cabeza de arriba no quería, pero la de abajo sí. Nos encontramos. Tenía el escote más generoso de todos los tiempos, y eso que ella se ponía escotes generosos para lucir las curvas que le regalé y tan bien le quedaron.  Desde que nos saludamos con un beso justo ahí, en la comisura de los labios, ella estuvo mimosa. En la cena, Dana tomó una copa, dos, tres… Jugueteba con el hielo en la boca. Después quiso recordar alguna de aquellas buenas noches. Hubo besos, mimos, caricias… Llegamos al telo y bueno, ya sabés, ya te conté. No pasó nada. Ganó la cabeza de arriba. No pude. Y eso, listo. Soy feliz”.
Ahí llegó el abrazo de Cacho. Ahí, justo ahí, llegaron las palmadas. "¿Feliz? Sos un pelotudo que no quiere reconocer nada. Nos pasa a todos, boludo. No estés mal". Del otro lado de la palmada, estaba un hombre con la sonrisa más grande del mundo. Sonría de norte a sur. Y también en su Ecuador.

martes, 5 de marzo de 2013

Cuentos puros

Cuenta la historia que años atrás, este blog se alimentaba de cuentos. Incluso, por alguna combinaciòn extraña de la madre naturaleza, algunos hasta tenían aceptación.
Cuenta la historia que a veces renace la necesidad de contar cosas. Las propias. Es que se han escuchado tantos cuentos ajenos, en el mal sentido de la palabra cuento... Cuentos impuros, enfermos, poblados de mentiras. Cuentos de la vida y no de ficción.
Será cuestión de contar. Como uno sabe, como uno siente. Será cuestión de contar cuentos puros. Eso no se negocia.

PD: se dejan algunas muestras por si algún lector tiene intención de saber que le estamos contando.



http://manianadesol.blogspot.com.ar/2009/12/rg-18-la-chica-que-nadie-saca-bailar.html
http://manianadesol.blogspot.com.ar/2009/08/rg-4-la-puta-del-penthouse-de-recoleta.html
http://manianadesol.blogspot.com.ar/2009/08/rg-5-la-morochita-evangelista.html