lunes, 20 de febrero de 2012

Muerte 6: Buitres

Es acá. ¿A ver? Sí, es acá, confirmado, la numeración es la correcta. Casa vieja, seguramente reciclada por dentro. Pintoresca. Puerta alta, muy alta. Timbre que suena con la musiquita de El Golpe. "Sí, pasá, te estábamos esperando. Sos nuestro invitado de honor. Está cena es en reconocimiento a tu gesto".
Dentro, un pasillo largo que guía. De un lado, posters y fotos de mujeres rubias. Voluptuosas, todas. Del otro lado, las morochas. También esplendorosas ellas. Al fondo, antes de subir una escalera hacia el salón principal, un cartel: "Bienvenido a ABA, Asociación Buitres Argentinos".
Dos, tres, cinco, ocho, doce peldaños. Ya en el primer paso, un aplauso cerrado brota de los anfitriones. Son dos, tres, cuatro... Varios. Ya no dan ganas de contarlos. Hay de todos los aspectos y personalidades. Buitres de todas las formas. Con entradas e incipientes calvicies, con más pelos. Altos o más pequeños. Flaquitos del tipo aguiluchos, o imponentes, con sus alas desplegadas al viento como si fueran a algún gimnasio en las altas cumbres.
"Por acá, este es tu lugar, en la cabecera", invita uno. Debe ser el director. De su boca cuelga un hilo de saliva. "Es la costumbre", aclara.
"Te merecés esto y mucho más. Has conseguido que muchos de nosotros revoloteen ansiosos por nuevos aires", lanza a los cuatro vientos. "¿Pero, cómo se enteran? ¿Cómo saben cuándo? ¿Cómo saben dónde, o quién?".
La pregunta tiene como primera respuesta una sonrisa que es mitad cómplice, mitad burlona. "Es innato. Viene de la cuna. Además, son años de trabajo para mejorar esa condición. Pero hay otro detalle. Nosotros tenemos un don que nos permite detectar un aroma especial que se lanza a la atmósfera en estas circunstancias. Entonces, ahí vamos y atacamos".
Un par de palmadas al aire y dos hermosas camareras traen la cena. "¿Era necesario esta comida?". Los platos son conocidos, los que hasta hace tiempo se compartían de a dos y era los preferidos del paladar ajeno. "Es un tu honor, pero también en el de ella. Al fin de cuentas, el motivo principal del agasajo es porque ahora otros se pueden sentar en esa mesa, ¿no?".
Se habló de fútbol, de mujeres. De cine, de mujeres. De política, de mujeres. De la vida, de mujeres. Para brindar, el mejor champagne. "Por sus curvas", gritó el buitre más anciano, relamiéndose de punta a punta. "Por su sonrisa", exclamó el más romántico. "Por su desenfreno", apuntó el más joven y viril. "Por el agasajado", lanzaron al aire todos, a coro.
Siguieron abrazos y más abrazos. Hasta había regalos preparados: libros de autoayuda. "Es una joda ¿no?". "Tenelos, por las dudas tenelos", contestó el director. "Y acordate. Esto de la vida es nacer y morir. Siempre. Una rueda. Cuando algo muere, algo nace. Como nosotros, los buitres: nacemos cuando hay cosas que mueren o parecen morir".
Doce peldaños, la puerta de salida, la calle más oscura que otras veces. Un sms quiebra el silencio de la noche: "Gracias, eternamente gracias. Aba".

viernes, 17 de febrero de 2012

Muerte 5: Destino

Esperaba en la esquina, puntual y elegante. Llovía. Todo el día había llovido, de a ratos como le penúltima vez. Había charcos aquí y allá. Saltarlos, esquivarlos o chapotear, no hay opción.
De este lado, "una sonrisa despeinada de tanto ir contra el viento". Abre los ojos y sólo suelta un seco: "Aja". Nace la aclaración pertinente: "Robado en estos días de una canción".
"¿Dónde?", se pregunta. "Donde quieras", se responde. Y hacia allá fueron los pasos perdidos en la noche. Manos entrelazadas, porque así tiene que ser.
Hubo cena primero. Carne de un lado, pastas del otro. Vino en el medio. Sin velas, esta vez. Un brindis por ambos, otro por lo que vendrá, uno más porque sí.
Las piernas caminan hacia un bar. Dos cervezas. Tres. Varias. Cuando la persiana baja, los huesos guían hasta el próximo. Los ojos se fijan en los otros ojos. No hay más vueltas en esta calesita que eternamente da vueltas y vueltas. Cosquilleo. Dudas. Adrenalina. Miedos. Crecen los miedos.
-Bueno, aquí estamos. Sabemos para que estamos. Quiero que por primera vez te desnudes ante mí. Tal vez, por única vez. Quizá, nos alcance y sobre. O, en una de esas, precisemos de otro encuentro, y otro, y otro.
-Te escucho...
-¿Por qué tanta frialdad?
-Así tiene que ser entre nosotros.
-¿Dónde está escrito?
-Todo está escrito.
-¿Entonces?
-Nada. Seguir. Porque todo está escrito, pero hay un poema en cada esquina.
-Hay pocos poetas que vuelan. La mayoría es de alcantarilla. Pero no vie para esto, para filosofía de amaneceres sin sol. ¿Qué pasará entre nosotros?
-Nada, nunca nada.
-Pero, ¿y la cita? ¿Y la cena? ¿Y los brindis? ¿Y los bares?
-Cortesía pura. Yo mato. A mí nadie me mata.
-¿Y mi futuro, destino maldito? ¿Ni una pista?
-Tu futuro... Es tuyo...
Elegante y puntual. Así se fue rumbo a la nada. Esquivando charcos.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Muerte 4: Memoria

Tenía el pelo lacio. Se había hecho dos colitas que le caían de su norte con un inequívoco y bello destino sur. "Sé que te gusta", había dicho un puñado de días atrás. Cualquier mortal se preguntaría: ¿A quién no?
Jugueteaba con sus dedos con uno de los bucles. Enredaba, desenredaba. Una y otra vez. Tal vez nervios. Tal vez, sin querer, para darle más belleza a la belleza.
Tenía los ojos tristes. Ciertamente, no tenía motivo para hacerlos sonreír. Pero igual brillaban. Siempre. La noche tiene miles de ojos que algún astrónomo sabiondo llamó estrellas. Y todas brillan.
Tenía, en especial, belleza. Como a los vinos, los años potencian su sabor. Su cuerpo.
Esa noche. Quizá la última para admirarla, tal vez la penúltima o, sino, una de esas, de las finales... Esa noche, justo esa noche, su belleza estaba potenciada.
Tenía dos colitas y, enfrente suyo, una mirada. Y, también, enfrente tenía una cabeza que le rogaba a su memoria: "No mates esta imagen, memoria caprichosa. Que quede siempre grabada. Siempre. Por favor".

domingo, 12 de febrero de 2012

Muerte 3: ¿Cómo?

¿Cómo se matan los sentimientos que se niegan a morir? Mitad tercos, mitad caprichosos, se resisten agarrados a las paredes del corazón mientras, con las uñas sin cortar, desangran por dentro.
¿Cómo se matan los sentimientos que se niegan a morir? No, eso no. ¿Cuándo se los mata? ¿Ayer, hoy, mañana? ¿A la noche cuando duermen? ¿De día a sangre fría? ¿En una atardecer de primavera o en un amanecer de invierno?
¿Cómo se matan los sentimientos que se niegan a morir? No, eso no. ¿Quién los mata? ¿Hay sicarios que ponen avisos clasificados en diarios amarillentos que nadie lee? O quiza, se los encuentre en el callejón sin salida de los sentimientos sin salida.
¿Cómo se matan los sentimientos que se niegan a morir? No, eso no. ¿Dónde se las mata? ¿En la cama vacía donde duerme uno y supieron dormir dos? ¿En la mesa de un solo plato y una sola copa? ¿En la calle, a golpes contra el asfalto sucio y gris?
¿Cómo se matan los sentimientos que se niegan a morir? No, eso no. ¿Porqué se los mata? ¿Por sacarle lengua al destino y burlarse de él? ¿Por jugar juegos injugables? ¿Por comprar ilusiones a alto precio y tener que venderlas por dos monedas? ¿Por malditos, por cobardes, por rabiosos y salvajes?
¿Cómo? ¿Como? ...

Muerte 2: Clooney

Algo falla: George Clooney, en Hawai, con una historia que apunta directo al corazón. Y, sin embargo, no termina de convencer.
Pero, si algo logra Los descendientes, ese algo es la capacidad de poner al espectador en lugar de "que haría yo en ese caso".
A ver: hay una mujer que desde su estado de coma. Hay un hombre que mientras la llora, se entera que ella, que le golpea la puerta a la muerte, le fue infiel desde todos los lugares donde se puede serlo: vagina, corazón y cabeza. Hay una hija adolescente, con la rebeldía en las venas, que es la comunicadora, la que abre los ojos de su padre, la que le pone la bomba en el corazón.
Y ahí anda el corazón de Clooney. Un rato hecho añicos, otro añicos de los añicos, y a veces mejora y le miente a la vida que puede respirar dos veces seguidas sin tener que suspirar. La mujer, como era de esperar, muere. Pero peor todavía, lo que muere, para siempre, es algo más que su cuerpo. Hay algo peor que la muerte. Sí, se trata de la muerte de los recuerdos, lo que no deja huella.

martes, 7 de febrero de 2012

Muerte 1: Chuck Noland

Chuck Noland está muerto. En realidad, Chuck Noland está vivo. Chuck Noland tuvo funeral, ataud, entierro y lágrimas en su honor. Pero respira.
Chuck Noland es Tom Hanks. Mejor dicho, Tom Hanks es Chuk Noland en la película Náufrago. Es, ni más ni menos, la muerte sin morir.
Ya se sabe la historia: lo salvan, regresa, y vuelve por su amor. Detalle: han pasado varios años y su amor tiene otro amor, hijos y una casa fastuosa. Una vida nueva.
Ellos, viejos enamorados, desempolvan el tiempo para encontrarse. Se esquivan, se dejan vencer por el ayer, se besan bajo la lluvia y Chuck, más vivo que nunca, le hace honor a su muerte: "Tienes que volver a tu casa", le susurra.
De vivir. De morir. ¿Cuando se vive? ¿Cómo? ¿Cuando se muere? ¿Cómo? Como el árbol que nunca hizo ruido porque nadie nunca escuchó.

lunes, 6 de febrero de 2012

Muerte

"Es que la muerte está tan segura de vencer, que nos da toda una vida de ventaja".

No sólo mueren las personas. No sólo mueren animales, plantas o cualquier ser viviente que habite este planeta.
También mueren los días. Las horas, minutos y segundos. Muere de pena el reloj tirado en un rincón. Nadie la da cuerda, simplemente porque nadie lo recuerda.
Murió el ayer aplastado por el todopoderoso hoy. Y ese hoy morirá cuando llegue el mañana. Porque así es la rueda: un día mata al otro, y al otro, y al otro, enterrándose vivos en las tumbas de la medianoche.
Muere el sol asesinado por la luna. Y revive para matarla al otro día. Y ella revive en la oscuridad, y vuelve a matar. Se pasan la vida en ese cínico juego de matar y de morir, de nacer y revivir. Se aman. Se odian. Y se vuelven a amar.
Muere el muchachito engominado con la rosa en la mano en la esquina vacía, después de mirar 1000 veces su reloj. Llueve. Mucho. Muere de amor y muere de dolor. Después el tiempo lo acurrucará en sus brazos hasta llevarlo hasta la esquina que viene. Tal vez allí vuelva a morir. Tal vez allí viva por siempre.
Muere de tristeza la chica más linda, sentada, sola, con la lágrima pidiendo permiso para salir y no volver. Nadie la saca a bailar por temor al no. El no es un asesino que a la distancia mata cobardes.
Muere de impotencia el impotente. Y en serio, de verdad, muere la verdad ante tanta mentira. Se ruboriza y le estallan los cachetes de bronca contenida.
Y mueren proyectos. Sueños y amores. Esperanzas y tristezas. Odios y broncas. Mueren sentimientos. Y renacen aquí, allá y más allá. Hasta la próxima vida.