lunes, 6 de febrero de 2012

Muerte

"Es que la muerte está tan segura de vencer, que nos da toda una vida de ventaja".

No sólo mueren las personas. No sólo mueren animales, plantas o cualquier ser viviente que habite este planeta.
También mueren los días. Las horas, minutos y segundos. Muere de pena el reloj tirado en un rincón. Nadie la da cuerda, simplemente porque nadie lo recuerda.
Murió el ayer aplastado por el todopoderoso hoy. Y ese hoy morirá cuando llegue el mañana. Porque así es la rueda: un día mata al otro, y al otro, y al otro, enterrándose vivos en las tumbas de la medianoche.
Muere el sol asesinado por la luna. Y revive para matarla al otro día. Y ella revive en la oscuridad, y vuelve a matar. Se pasan la vida en ese cínico juego de matar y de morir, de nacer y revivir. Se aman. Se odian. Y se vuelven a amar.
Muere el muchachito engominado con la rosa en la mano en la esquina vacía, después de mirar 1000 veces su reloj. Llueve. Mucho. Muere de amor y muere de dolor. Después el tiempo lo acurrucará en sus brazos hasta llevarlo hasta la esquina que viene. Tal vez allí vuelva a morir. Tal vez allí viva por siempre.
Muere de tristeza la chica más linda, sentada, sola, con la lágrima pidiendo permiso para salir y no volver. Nadie la saca a bailar por temor al no. El no es un asesino que a la distancia mata cobardes.
Muere de impotencia el impotente. Y en serio, de verdad, muere la verdad ante tanta mentira. Se ruboriza y le estallan los cachetes de bronca contenida.
Y mueren proyectos. Sueños y amores. Esperanzas y tristezas. Odios y broncas. Mueren sentimientos. Y renacen aquí, allá y más allá. Hasta la próxima vida.

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