lunes, 6 de diciembre de 2010

Rock 6: Todos atrás y Dios de 9 (Caballeros de la Quema)

Hoy te madrugás hecho una grillete
con tus dientes castañándote
no te esconde bien ese disfraz
se te piantan las ganas de llorar

Con la garganta seca de tanto rezar y rezar, Josecito dejó la iglesia del barrio con los ojos vidriosos y las esperanzas cotizando en baja. Llegó a su casa, besó a su mujer y a sus dos hijos, comió un guiso recalentado, miró a Tinelli, y se fue a acostar. Repasó el día en su cabeza y suspiró un suspiro con gusto a resignación. Moría otra jornada golpeando puertas que no se abren y que no se abrirán nunca. Buscando el trabajo que permita cambiar el guiso de anteayer por una milanesa de hoy. Buscando, como tantos, la dignidad que se perdió en una sociedad acostumbrada a perder demasiado.
"Che, negrita, vos sabes que yo creo. Mucho. Y rezo, pido, voy a la iglesia. Pero, nos tiene contra un arco el Barba. Nunca nos tira un centro para que cabeceemos". La voz le fue cambiando del "Che" al "cabeceemos". Comenzó firme y terminó diluyéndose, con un nudo en la garganta.
La Negrita se puso a llorar. Con furia y fuerza. Con desesperanza y amargura. Cinco minutos después, cuando pudo tomar aire entre tanto mar de lágrimas, respondió: "No podés decir eso. Dios está con nosotros, en las buenas y en las malas. Dios es justo". Se dio media vuelta, abrazó la almohada, y siguió llorando hasta agotar el stock de lágrimas de su océano.
Al atardecer del día siguiente, Josecito entró en la iglesia tras otro tour por las calles de los trabajos negados. Ya tenía en sus narices el olor a ese guiso convertido en bálsamo para panzas necesitadas. Pero, arrepentido por el episodio de la noche anterior, dijo: "Perdón, señor. Hay veces que uno flaquea en la fe cuando todo sale mal una, y otra, y otra vez. Pero sé que hay que tener esperanzas. Siempre".
Josecito sonrió. Sintió que se había sacado un peso de encima. A la salida de la iglesia, se chocó con El Gordo Pérez, un ex compañero de secundaria que nadie soportaba y que reunía en sí un combo de dosis exactas de soberbia, mentira e hijaputez.
-Amigo Josecito, tanto tiempo. Mirá donde nos venimos a encontrar.
-Sí, es raro. Yo vengo siempre. A vos nunca te vi.
-Y, no es uno de mis lugares preferidos precisamente, je.
-¿Entonces?
-Una promesa a mi mujer. Me casé con Carol hace un año, ¿sabías?, je.
-¿Qué? ¡No lo puedo creer!
-Sí, yo tampoco, pero bueno, insistí, le regalé un anillo primero, un auto después... Y bueno. Cayó, je.
-¿Y venís a agradecer por el año de casados?
-No, Josecito. Prometí que cuando abriera el décimo local de Pancho Pérez iba a venir. Es mi primera vez en la iglesia, je. ¿Vos sabés donde hay un baño acá adentro?
Josecito no le contestó. Llegó a su casa, repartió besos con amor, y comió el guiso del día anterior. "Hasta mañana, Negrita. Te amo". Y apagó la luz.

http://www.youtube.com/watch?v=F8JgIp1j0pI

martes, 9 de noviembre de 2010

Rock 5: Caries (El Otro Yo)

Todo comenzó
mirándonos, mirándonos, mirándonos
yo y mi timidez
ahogándome, ahogándome, ahogándome

Juan Carlos sonrió con timidez. Como siempre. Como cada cosa que hacía en su vida, una vida marcada por esa timidez que se apoderaba de su ser muy a menudo. Y lo ahogaba. Lo asfixiaba. Lo dominaba. Lo asesinaba.
Desde hace algunos meses compartía la oficina con Diego, diez años menor que él. Se cruzaban pocas palabras, casi ninguna. Pero esa sonrisa, su sonrisa, motivó una similar de su compañero.
-Buen chiste, Juanca.
-Gracias, Dieguito. Tu sonrisa es muy linda, ¿sabes?
-Ja, ¿en serio? Nunca me lo dijeron.
-Sí, es especial... Lindo... Digo, linda, la sonrisa.
-La tuya es contagiosa. La mía es de estúpido.
-¡No, tonto!
La jornada laboral terminó. Diego se fue a jugar al fútbol. Juan Carlos a soñar despierto un sueño irreal, de esos que más se sueñan en la vida. Se reencontraron al día siguiente, entre archivos contables, programas de Excell y balances aburridísimos.
-Diego, sabés, anoche pensé mucho en vos...
-¿Por?
-¿Quién te dijo eso de que tenés una sonrisa estupida?
-Mi novia.
-Ah, tenés novia... Nunca me dijiste.
-Nunca me preguntaste.
El diálogo se cortó de golpe. Un aire frío invadió la oficina, aunque era diciembre y el termómetro marcaba 30 grados y en ascenso. "¿Te pasó algo, Juan Carlos?". "No", fue la respuesta seca. El día siguió sin una sola palabra entre ambos.
Al siguiente, Juan Carlos, gentil, le convidó gaseosa. Al rato, Diego cayó fulminado. Al rato, llegó la policía y encontró el cadáver. La autopsia reveló envenenamiento y el detalle que a la víctima le faltaba un colmillo. En el departamento de Juan Carlos, detrás del título de odontólogo falsificado, los investigadores encontraron una bolsita con seis colmillos. Cada uno tenía anotado una fecha y un nombre. El más nuevito, todavía con un poquito de sangre, decía: Diego, 23 de diciembre de 2009.
Una tarde del siguiente otoño, en la cárcel, Juan Carlos pudo vencer su timidez y comenzó una charla con un guardia diez años menor, de buen aspecto. Hubo un chiste, hubo otro, el presidiario rió y el oficial le dijo. "Tu risa es contagiosa". Juan Carlos sonrió de nuevo, y miró directamente a su colmillo.

http://www.youtube.com/watch?v=6AMPKNcj5bs

martes, 2 de noviembre de 2010

Rock 4: Ojalá se los lleve (Callejeros)

(Para Gian)

Medallón naranja,
manto de luz blanca
en escenario azul.
Esta piedra se mueve
y, aunque me pese,
también me muevo yo.

La calle, con nombre de ciudad uruguaya, nace en el corazón de Caballito y muere en el corazón de Paternal. De corazón a corazón. Como tantas historias en la vida. Como aquella o como la que vendrá. O como esta.
Era una noche de primavera con reminiscencias del invierno. Tiempos en los que el frío regresa de vez en cuando, sin que lo llamen. Tiempos en los que el verano se hace desear. Se sabe: el sol siempre le gana a las nubes, sólo hay que saber esperar su triunfo. Esperar... A veces cuesta esperar. Tanto cuesta...
Entre un sinfín de canciones cantadas en mañanas, tardes y noches, en días alegres y tristes, en momentos de angustia y de felicidad, entre todas esas, hubo una elegida. "Ojalá se los lleve", dijo con alguna duda en la elección de la preferida entre las preferidas. Y comenzó a cantarla con una voz que se especializa más en lanzar palabras antes que entonarlas. Pero eso sí: ¡con que entusiasmo las lanza!
"Medallón naranja...", comenzó y pidió ayuda. Fueron dos voces escondidas en la noche. "Ojalá se los lleve el viento y no vuelvan más", gritaron al llegar al estribillo. Y rieron.
Adolescente en edad y en alma, estrena sus dulces 16 desde el monitor de la vida. Todavía mira de reojo la era de la madurez, sin animar a pasar esa puerta del futuro y los pantalones largos. Por ahora, todavía prefiere los cortos. Sus aventuras tienen más gusto a pantalla que a calle. Los ratones son para hacer click, no para correrlos a patadas en la vereda.
Pero eligió. Esa canción y tantas cosas más. Y cuando lo hace, acierta, se equivoca, aprende. Y pide ayuda. A su modo, pero pide. Y vive. A su modo, por supuesto. Y entre aventura y aventura de su mundo monitor, de vez en cuando vocifera: "Esta piedra se mueve y, aunque me pese, también me muevo yo".
Dulces 16. Felices dulces 16...

http://www.youtube.com/watch?v=Sf726yjPUyk

jueves, 21 de octubre de 2010

Rock 3: Apago la luz (La Covacha)

Avanzar difícil
de tiempos modernos
siempre el mismo fuego
nos trae el calor

Protesta de pocos
va descolocado
mostrando ilusiones
dormimos mejor

Las calles desiertas
se quedan llorando
la barra de a poco
no la pisa más

Quizás en la cola
me toque primero
el juego se acaba
y vos siempre das

Dieciocho abriles después del primer llanto, Panchito dejó su pueblito. Cargó el bolso con ropa, sueños y coraje. Esta vez no hubo regreso inmediato tras las dos horas de micro hasta la gran ciudad. Mamá cambio el "cuidate" por un "te voy a extrañar". No aguantó más y se puso a llorar.
Papá lo aconsejó con el corazón estrujado, y le puso unos billetes en sus manos. "Es el ahorro de varios meses. Es para vos. Nosotros nos vamos a arreglar. No te aproveches del tío, que es bueno. Y siempre, siempre, siempre, mira para adelante". llegó hasta el nudo en la garganta. No se vieron lágrimas.
Su hermanito, lo despidió con un hasta luego: "En dos años voy con vos y me llevas de recorrida por todos los cabarets de la Capital".
Allá, en su tierrita, quedaban familia, pasado e historias. Las risas de los días y las calmas de las noches. La paz de las calles. Los vecinos de varias generaciones. Las fiestas en la plaza del pueblito. El primer beso, el primer amor, el primer sexo, el primer llanto. El último desconsuelo.
Las luces de la gran ciudad llamaban con su voz prometedora de aventuras, éxitos y emociones. Y Panchito ganó en cada uno de esos casilleros. Han pasado 28 abriles, y hoy el muchachito de la película es gerente de gerentes y galán de galanes. No le falta plata. Al contrario, le sobra. No le faltan mujeres. Al contrario, le sobran. Tiene tantas y no tiene ninguna. Y tampoco le faltan angustias. Al contrario, le sobran. No tiene ningua, pero tiene tantas.
Extraña el pasado que no vuelve. Ni volverá. Sabe que el pasado no se busca en los rincones del alma. Juega a las escondidas y nadie lo encuentra. Añora aquellos tiempos donde la única preocupación era sacarle el jugo a la vida y no al último modelo de juguera. Hay manzanas que no son para aparatos eléctricos. El dulce del presente no logra sacarle ese gusto a sal en la boca. Y el futuro que promete lo mismo sin aburrirse de volar tan bajo: éxitos en envases descartables.
Su hermanito hizo lo prometido: dejó el pueblito, recorrió cabarets, le jugó pulseadas a la noche y consiguió un digno empate. Se hizo vicioso, jugador y mujeriego. No en ese orden de jerarquías. O sí. Que importa. "Escucha esto", le dijo un día. Le quedó una frase de esa canción de un grupo que nunca conoció ni conocerá: "Las calles desiertas se quedan llorando. La barra de a poco, no la piso más".
Un día de sol, a punto de cerrar un gran negocio, se paró en la puerta de la oficina y se quedó pensando. Un minuto. Cinco. Diez. Desde su blackberry, le envió un mensaje de texto al director con una palabra: "Renuncio". Tomó el micro de siempre, llegó al pueblito, abrazó a la vieja y le dijo gracias al viejo. Pidió fideos de cena. "Y mañana hacemos un asadito. ¿Invitamos a los vecinos"?.

Versión acústica: http://www.youtube.com/watch?v=4vf20o8aVq4

jueves, 14 de octubre de 2010

Rock 2: El juicio del ganso (La Renga)

"De tanto andar por la cornisa, tal vez un día pueda caer".
.
Quien sabe que extraño mecanismo de la mente humana llevó a Gastón, en ese momento, a tararear el comienzo de esa canción que tantas veces cantó una década atrás. Por entonces, eran tiempos de dejar los pantalones cortos, ponerse los largos, y preguntarle al mozo de turno que hay para saborear en la mesa del mundo. Abrió la boca con ganas y, de poquitos bocados, comió todo lo que estaba a su alcance, sin detenerse a pensar en gustos, sabores o problemas digestivos. Nada. Lo único que le importaba era él y su satisfacción personal.
En ese pasado arremolinado, se jactaba de cantar el comienzo de esa cancioncita de La Renga, cuando se hacía el rocker de noche después de jugar al ejecutivo de día. Se sentía identificado. "Yo camino siempre por la cronisa", repetía con una sonrisa sobradora ilumninándole la cara. Y siempre, de día y de noche, mantenía la coherencia del beneficio personal y el perjuicio ajeno. Juntó enemigos como quien colecciona estampillas. Decepcionó a todos los que pudo. Defraudó todo lo que tuvo. Y así, sin querer queriendo, se graduó de estafador de varios bolsillos y muchas emociones.
Quien sabe que extraño mecanismo de la mente humana llevó esa noche a Gastón a ese tarareo, desde el piso mojado de la noche húmeda, a punto de ser molido a golpes por dos matones deseosos de fracturar algún hueso. "Muchachos, calma. Y vos, Boli, tranquilizá a tus gorilitas, please". Boli lo miró, estuvo a punto de chasquear los dedos, y se detuvo.
Uno en el piso, otro arriba. Como tantas veces había sucedido, pero al revés. Cursaron juntos la secundaria en el colegio del barrio. Gastón inventó dos personajes: el suyo, el del pibito sabelotodo con facha y la banca de un papi diputado, y el de Boli, así apodado despectivamente por "tener cierto aire boliviano". Cada paso en el crecimiento de Gastón era acompañado por una broma hacia su víctima de turno.
No la pasó bien en esos año el Boli. Lloraba más el dolor del desprecio antes que el dolor físico de los golpes de las palizas que le daban Gastón y sus secuaces. Diez años después, la vida y el destino los volvieron a juntar en este callejón con olor a desquite. "Sabés, Gastoncito, ahora nadie me llama Boli. Desde hace algunos años, cuando comencé a vender, me dicen el Jefe. Repetí por favor: Je-fe".
Tragó saliva. Refunfuño para sus adentros. Pero no tenía opción: "Je-fe", dijo Gastón.
-Más fuerte.
-Je-fe.
-¡MAS!
-¡JEFE! Gritó Gastón.
-Dejenlo, muchachos, no vale la pena mancharse las manos con esta basura. El dolor no se olvida, nunca. Pero no hay que vivir pensando en la revancha. Hay que saborear las pequeñas victorias.
Boli hizo lo que Gastón nunca hizo: le tuvo piedad. El y sus muchachos se fueron caminando por el callejón. Fue la última vez que se lo vio caminar por el barrio. Al día siguiente, el Jefe apareció en su dormitorio muerto de tres balazos. Los investigadores encontraron un papelito en el piso que decía: "viano".

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Versión acústica http://www.youtube.com/watch?v=XGsri0894cg
Versión eléctrica http://www.youtube.com/watch?v=0skqFeyJr6U

miércoles, 6 de octubre de 2010

Rock 1: Decime cuando (Memphis)

"Pensás que mirar el verde
Descansa la vista
Mientras vas manejando
por la autopista.
Vos sabés que es muy musical
El sonido del viento".

Andrés repetía el ritual desde hace años. Una y otra vez. Y otra. Esa melodía suave que toma impulso con el correr de los minutos, esa voz dulcemente ronca de Adrián Otero, esa prosa que dice tanto, todo eso, lo relajaban después de un día de rutinario trabajo. Si no encendía el equipo de música y no daba play, sentía que algo le faltaba y que no podía seguir más allá en lo que le quedaba por vivir de ese día. Del siguiente. Del próximo.

"Llegás y abrís la puerta
del departamento,
te tirás en un sillón,
te sacás los zapatos,
prendés la TV color,
te idiotizás un rato".

A veces, Andrés seguía al pie de la letra lo que Otero enunciaba en su descripción del hombre gris. A veces, saltaba al equipo de la sorpresa y variaba. Pero se sabe: los grises mandan, dominan el mundo. Son una plaga que coloniza la mayoría de las mentes. En el barrio, las vecinas cuchichean en el súpermercado de los chinos las mismas historias que 30 años atrás cuchicheaban sus madres. En el barrio, los hombres cambiaron portafolios por mochilas, pero dentro meten los mismos insabores de siempre.

"Enseguida te quedás dormido
¡qué malos programas!
¿cuándo vas a hacer
lo que tenés ganas?
Si te pasaste toda tu vida
Postergando un sueño".

Tinelli ya cansa, piensa Andrés, mientras se resiste a cambiar porque ya viene la próxima concursante que tiene mejor culo que la anterior. Igual, para ver el fútbol de hoy, donde un punto se cotiza en la bolsa de valores más que un poquito de dignidad. Un breve zapping por los canales de noticias suma muertes, sangres, abusos y peleas. No, mejor la tetona de Tinelli. Rubia o morocha, ya da igual.

"Para llegar donde estás
Postergaste tu sueño,
Pensás si valió la pena
Y fruncís el ceño,
Si siempre fuiste
un actor de reparto
de esta tonta comedia".

Mientras se recaliente en el horno el pollo con papás que su mamá le trajo anoche, mientras mira por Internet las fechas de los show de Paul McCartney en Brasil a los que nunca irá, mientras espera que el teléfono suene sea quien sea a la hora que sea, o que el messenger le depare alguna charla medianamente interesante, mientras suma tantos mientras, Andrés mira por la ventana de su sexto piso, balcón a la calle, en una zona que dejó en cenizas las promesas que le hizo al mudarse. Del otro lado del vidrio no hay nada. Sólo vereda y asfalto. Y Otero que para de gritar en los parlantes.

"Y no te podés escapar
Porque, ¿hasta dónde
podrías llegar?
No bien empiece a hablar,
La voz de tu conciencia, te dice:
Cuándo, decime cuándo
Pero cuándo,
Decime cuándo,
Decime cuándo vas
a realizar tus sueños"

Quien sabe porque, el pollo con papás le gusta más recalentado que de primera cocción. Hay veces que las comidas recalentadas tiene mejor sabor. Hay veces que ciertas cosas gustan más con otro golpe de horno. De postre, dudó. ¿Helado del delivery o la manzana que ya no brilla con el rojo de antes? Quiere helado pero elige la manzana, a ver si se pone fea y hay que tirarla. La comida no se tira, le enseñó mamá cuando era chiquitito.
Revisó su agenda laboral del viernes: reunión más reunión más reunión. Revisó su agenda nocturna: nada de nada de nada. No, perdón, borroneado tenía el número de una prostituta por si el aburrimiento la carcomía el alma. Eso no se hace, le explicó mamá de chico. Andrés casi siempre le hace caso a mamá. Miró su título de abogado colgado en la pared. Miró la foto de un viejo amor rancio en el recuerdo. Miró la foto de su viaje a Europa de mochilero. Miró su pasado, apagó la luz del presente y se fue a dormir. No valía la pena espiar el futuro.

jueves, 30 de septiembre de 2010

EM 24: Pinocho

Ernesto Poroto Marangoni miró a su alrededor. Sintió una sensación especial, desconocida, inédita. Ese era su lugar en el mundo.
Y Poroto sonriendo despertó...

FIN
(o regresará, quien sabe, como las dudas que siembran las bandas de rock cuando terminan un ciclo. Fin de un ciclo).

lunes, 27 de septiembre de 2010

EM 23: Chapulín

Ernesto Poroto Marangoni vio pasar las horas sentado en el bar del olvido. Allí donde todo pasa y nada sucede. Hay días que son así. Hay vidas que son así. Un minuto, diez, media hora, una hora… El reloj avanzaba con su propia celeridad. Nunca un segundo es igual a otro. Nunca un minuto pasa con la misma velocidad para dos personas. Nadie mide igual el tiempo.
Cuando la hora señalada se acercaba, Poroto comenzó a ver cambios en la escenografía del barrio. Por la mañana, abundaban las remeras de rock. Algunas de Rolling Stones, otras de Beatles. Uno con la cara de Pomelo. Otra de Callejeros y uno, distinto, con la cara de Gardel. Alguna minifalda osada se entremetió entre tanta remera, desafiando los calores y fechas. De eso se trata, de desafíos.
Pero primero pasó un hombre con la remera de Batman. Después uno con el Capitán América. Más luego otra roja con letras amarillas. Dos letras, la c y la h, la forma en la que aquí y en la China se identifica al Chapulín Colorado (en realidad: ¿será así en la China?).
Cuando las agujas llamaban a la urgencia, Poroto se levantó, pagó los 30 pesos por la picada y la cerveza, y caminó hasta el timbre aquel. Dijo la contraseña larga, la que se sabía de memoria por repasarla una y mil veces en la espera en el bar del olvido. Camino por un pasillo largo, con paredes descascaradas de un gris intenso. Muy intenso. Pensó: "Que paradoja, los grises nunca son intensos. Son grises".
Vio la puerta de madera esperando ser golpeada. Dos tocs alcanzaron para que, desde adentro, alguien diga: "Pasá, está abierto". Abrió la puerta que crujió de angustia, y vio un cartel que, con letras grandes, expresaba. "Lo malo del amigo es que nos dice las cosas desagradables a la cara; el enemigo las dice a nuestras espaldas y como no nos enteramos, nada ocurre". Louis Charles Alfred de Musset (1810-1857). Poeta francés.
Ingresó en un espacio de unos 6 metros por cuatro, con una decena de sillas dispuestas en ronda. A él le tocó la azul que tenía un cartel con su apellido en letras rojas. Se sentó, miró a su alrededor y vio al hombre de la remera de Batman, al de Capitán América, al de la c y la h, y una chica con la ropa de Mujer Maravilla. Hasta la vincha tenía.
-Hola a todos... saludó Poroto.
-Bienvenido, le dijo la voz más dulce que jamás había escuchado…

viernes, 17 de septiembre de 2010

EM 22: Superman (post 150...)

Ernesto Poroto Marangoni tardó un minuto y 42 segundos en subir a su departamento, quitarse el pijama de Batman, ponerse la remera de Superman color azul Francia, su pantalón jogging azul Francia, sus zapatillas azules y ganar la calle con un entusiasmo que hacía rato no lo invadía. Su ritmo de caminata de 2 minutos 10 segundos por cuadra, cronometrado por su amigo Rodríguez, fue superado por amplio margen: 46 segundos menos cada 100 metros. Es más: alguna cuadra la hizo corriendo.
De repente se detuvo y se habló a sí mismo. “Calma, Ernesto, calma. Vos no sos así. La ansiedad no es buena consejera”. Camino más despacio, najo el ritmo, y recordó aquello que una vez dijo Facundo Cabral, el cantante que entonaba aquella preciosa melodía titulada Vuele bajo: "Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser, será, y sucederá naturalmente".
A dos cuadras más con paso sereno le siguió una corrida desenfrenada por otras cinco. No había caso: las emociones no se controlan. Se viven. Se palpitan. Se sienten. Se palpan. Se sufren. Se gozan. Se desvanecen.
Un cartel en la puerta decía: "Bienvenido a la reunión por el Día de Prevención del Suicidio". Por primera vez en mucho tiempo, Ernesto Porto Marangoni sintió que algo tenía sentido en su vida. A veces hasta las cosas más extrañas tienen sentido. Al fin de cuentas, ¿quién determina que es extraño y que no? Al fin de cuentas, ¿quién determina que tiene sentido y quién no?
El cartel estaba puesto en la entrada de un PH. Ernesto tocó el timbre. Una voz agradable y suave atendió.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes. Yo me llamo Poroto. Mi apellido es Ernesto. Me dicen Marangoni… No, perdón, dije todo mal. Estoy un poco nervioso. Me llamo Ernesto. Me apellido Marangoni. Me dicen Poroto… me quedé pensando: ¿se dice me apellido?
-Sí.
-Perfecto. Bueno, mi portero José me dio una nota que tenía esta dirección…
-Sí.
-Y vine a esta dirección…
-Sí.
-Y acá estoy...
-Sí.
-¿Puedo pasar?
-No
-¿Por qué?
-La reunión es a las 17. Son las 10. Faltan siete horas. ¿No leyó toda la nota?
-No, salí corriendo antes. Me cambié mi pijama de Batman y vine lo más rápido posible.
-Bueno, te esperamos más tarde, ¿si? No olvides la contraseña.
-¿Cuál contraseña?
-La de la nota... ¿No leiste toda la nota?
-No.
-Bueno es fácil. Es una frase de la película Superman, que nació en el planeta Krypton, con el nombre de Kal-el.
-Ok, decímela.
-Ahí va: "Jamás estarás solo. Viajarás muy lejos, mi pequeño Kal-el, pero no te abandonaré ni aún cuando la muerte nos lleve. La riqueza de nuestras vidas pasará a ti. Todo lo que tengo, lo que he aprendido, mis sentimientos, todo eso y más pasará a ti, hijo mío. Seré tu compañero todos los días de mi vida. Harás de mi fuerza la tuya. Verás mi vida a través de tus ojos y yo la tuya a través de los mios. El hijo se convertirá en padre y el padre, en hijo. Este es mi legado, todo lo que puedo darte, Kal-el". Fácil.
-¡Es imposible recordarla!
-Ok, entonces estarás en la segunda fila y decí la segunda contraseña.
-¿Cuál es?
-Poroto...

viernes, 10 de septiembre de 2010

EM 21: Batman

Este viernes 10 de septiembre, Ernesto Poroto Marangoni tuvo un amanecer distinto. José, su portero, lo despertó con tres toques de timbres largos y uno corto. Es el código que utilizan ambos ante una emergencia. Poroto no dudó: bajó corriendo las escaleras con su pijama de Batman. En el camino, se encontró con la vecina del tercero B que empezaba su día con un vestido muy ajustado al cuerpo. "Buen día, vecina". La rubia lo miró de arriba abajo, y no pudo contener la carcajada. "El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa", le dijo Poroto. "La frase es de Friedrich Nietzsche, vecina". La rubia lanzó una carcajada aún más estruendosa que la anterior.
Poroto se quedó mirando a la vecina. Se hizo un silencio de un puñadito de segundos. Son esos momentos en los que se debe optar. La vida es eso: una sucesión de opciones que golpean la puerta del pensamiento sin pausa. Desde la marca del yogur hasta las decisiones más trascendentales. De insistir con los principios hasta las últimas consecuencias, o doblar en la esquina de los atajos de la claudicación. Poroto es lo que es, ni más ni menos. Pero algo tiene en la esencia de sus venas: el convencimiento de no traicionar nunca los códigos de la vida. Por eso, tomó aire, y le dijo a la rubia: "La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa. Esta frase es de Mark Twain".
Poroto sabía lo que seguiría. No hay peor enemigo que el previsible. Le quita gracia a la batalla. Hace que los éxitos sean menores. La rubia, débil de espíritu, río todavía más fuerte. Ernesto, con su boxer de Batman y la remera de Robin, la hizo callar con una caricia en su pelo y le espetó. "Mirá, vecina. No creo que entiendas de que te estoy hablando. Es cierto que a veces ni yo me entiendo. Pero hay otras ocasiones en las que estoy convencido de todo. Sé de principio a fin lo que quiero pensar, hacer y decir. Esos son los instantes más felices de mi vida. No son muchos. No abundan. Y tampoco abundan las personas que puedan completar esa compleja triada. Pero algo quiero decirte. En Batman, el Caballero de la Noche, Christian Bale, le dice al Guasón que interpreta Heath Ledger. 'Joker: Déjame ponerte un sonrisa en esa cara'. No creas que entiendas de que se trata. Pero a veces las risas no son risas. Son muecas. Como las personas".
Poroto siguió bajando las escaleras a toda velocidad. La vecina descendió por el ascensor. Por distintos caminos, llegaron juntos a planta baja. José saludó a la rubia con un gentil: "Buen díaaaaa". A Poroto le dijo: "Tomá Marangonito, llego esto para vos".
Era una carta informativa por el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.

viernes, 3 de septiembre de 2010

EM 20: Mirtha Legrand

Ernesto Poroto Marangoni estaba feliz. Muy feliz. Sentía que había salvado la vida del señor borracho. ¿Es que alguien puede negar tal afirmación? Poroto siempre creyó en el efecto Mariposa y sus derivaciones. Esa teoría que habla sobre cambios minúsculos que conducen a resultados totalmente diferentes. Si alguien cruza un semáforo corriendo, su vida será totalmente distinta que si hubiese esperado a la próxima luz verde. Si Ernesto no estaba en el lugar en ese bar, justo esa noche, su vida hubiese sido otra. Y la del señor Borracho. Y la del portero José. Y la de la chica del pantalón rosa...
Después de desayunar un café con leche con dos tostadas con manteca, Ernesto fue donde tenía que ir. Hay cosas que resultan impostergables, decisiones que no se deben hacer esperar.
-Jugame el 14 a la cabeza en todas los sorteos del día, le dijo a Alberto, el quinielero de la otra cuadra.
-Epa, epa, el borracho... ¿Por qué ese número Poroto?
-Le salve la vida a un borracho, por eso.
-Epa, epa, Poroto. ¿Así que ahora sos benefactor de la humanidad?
-No, Alberto. Simplemente ayude a alguien que lo necesitaba. Es lindo dar ayuda sin que te la pidan.
-Epa, epa, Poroto. ¡Yo hoy ayude a una viejita a cruzar la calle sin que me lo pida!
-Muy bien, ese es un buen gesto.
-Sí, era mi abuela. Epa, epa... Iba apurada porqué empezaba Mirtha Legrand. Es una grande.
-¿Mirtha?
-Epa, epa, Poroto. Que confusión. Hablaba de mi abuela. ¿Sabés que está de novia? Se enganchó un pendejo de 75 años.
-¿Ella cuántos años tiene?
-Epa, que curioso, Poroto. Rebeca tiene 82. Y parece de 80. Ni una arruga.
-Hablando de arrugas, de almas...
-Hablemos.
-Te decía. Albert Schwietzer escribó una vez: "Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma". ¿Qué opinás?
-Epa, epa, se llama Albert. Como yo.
-Sí, sabés quién fue?
-Lo tengo...
-...Muy bien.
-Lo tengo en el más absoluto de mis desconcimientos.
-Anota: médico, filósofo, teólogo protestante, músico franco alemán y Premio Nobel de la paz en 1952.
-Epa, epa. Que persona importante. Pero yo prefiero lo que dice mi abuela: "No se peleen no discutan la vida es corta y vale la pena ser vivida...". ¡Toma mate, Poroto!
-¡Eso lo dijo Mirtha Legrand!
-Epa, Poroto, epa. No me contradigas. Aunque tal vez tengas razón. Tomá tu vuelto de la apuesta. Ojalá tengas suerte con el borracho.
Ese día el 14 salió a la cabeza en todos sorteos.

viernes, 27 de agosto de 2010

EM 19: Nemo

Esa noche, ya madrugada, Ernesto Poroto Marangoni se sintió bien. Muy bien. Ayudó al señor borracho a recuperarse y a volver a su domicilio. De regreso hacia Almagro, el solo que asomaba le iluminaba la sonrisa. ¿Y si aquella señal era cierta? ¿Y si en verdad es un Evita Muerte? ¿Y si Rodríguez tenía razón? ¿Y si el no poder cumplir con su suicidio implicaba la luz en la oscuridad? ¿Y si tal vez ese señor borracho iba directo a su propio suicidio?
-Y si dejás de barrerme los pies. José...
-Uy, perdón. No te vi, Porotito.
-Basta de diminutivos. Soy Ernesto. O Poroto. O Marangoni. O...
-Pelotudo.
-Sí, muchos me dicen así.
-¿Qué hacés a esta hora de la mañana, tan temprano, por la calle? ¿Una chica? Ya sé: ¡la del papelito!
-No, no hay papelitos mágicos. La magia, para los magos.
-Y las expensas, para los porteros. Jajajajaja.
-...
-¿No te causó gracia?
-...
-Sos muy amargado, Porotito.
-Me voy, basta de diminutivos.
-No, no te vayas, contame que haces en la calle a esta hora.
-Salve una vida.
-Jajajajaja.
-Chau.
-No, perdón, seguí.
-Un borracho, estaba muy mal. Lo ayudé. Creo que un trago mal y moría.
-Ejem...
-¿Ejem?
-Ejemplificame más lo que decís.
-Estaba al borde la muerte. Como un desagüe tapado que, con un poquito más de agua, desborda. Eso.
-¿Los desagües mueren?
-Es una forma de decir. ¿Sabés lo que es metáfora?
-¿En qué equipo juega?
-Basta. Vos no entendés. Uno no puede estar de brazos cruzados ante los problemas de otros. No somos islas. Hay que ayudar. Ayudarnos. Si alguien está tirado, hay personas que lo miran y le dicen: "Pobrecito". Otras prefieren dar fuerzas para luchar. Como Nemo.
-¿El pescadito?
-Sí, ese. Ese sí sabía lo que quería. Yo sé lo que quiero. No sé si lo hago bien o mal, pero estoy del lado de los que sienten que hay que tirar para adelante. Siempre.
-Pareces un pastor evangélico.
-No, soy Ernestito Porotito Marangonito.
-El pastorcito evangeliquito.
-Jajajaja.
-Jajajaja.
De golpe, los dos callaron. Ya el sol pegaba fuerte en sus caras. La vereda estaba empapada con el agua que salía de la manguera. La chica se mojó sus zapatillas, pero no dijo nada. Ni una queja. Sólo un suave "permiso" para poder pasar.
Vestía una pantalón rosa, y una remera que delante decía: "Los Reyes y Papá Noel no existen...". Cuando se fue, además de mirarle el culo, leyeron: "Y a la gente solo la ayuda la gente...". Firmaba Patricio Santos Fontanet.

jueves, 19 de agosto de 2010

EM 18: Cátulo Castillo

Ernesto Poroto Marangoni no se droga. No se emborracha. No es vicioso, ni jugador, ni mujeriego. No salta la barrera de la mediocridad. No se le conocen más sueños que los de anoche. Pero lo apasiona ir allí, a ese bar en el corazón del Abasto. Se sabe la historia de memoria: "Hoy me enteré que se inauguró en 1923, con el nombre de El Asturiano Provisiones y Fiambrería. En 1962, cuando abrió el primer supermercado en el barrio, se cerró el almacén, y siguió funcionando como bar", le dijo hace un par de años a Rodríguez, cuando lo llevó por primera. Fue la única: "Me cansé que estés todo el tiempo mirando los banderines con la boca semiabierta, chorreando baba", le espetó Rodríguez.
Poroto queda siempre enceguecido con los banderines. Son 450. Siempre pide lo mismo. En realidad, ni siquiera pide: se sienta, empieza a mirar las paredes, abre la boca y le empieza a correr saliva por la comisura de sus labios. Le traen una picada, una soda, y lo dejan ahí hasta el cierre. Poroto come lentamente, papita por papita, aceituna por aceituna, salchicha por salchicha, hasta que llega la hora de cierre y se va, caminando calmo por las calles del Abasto, ya sin tomates podridos ni hombres con botellas de Resero.
Esa noche algo cambió. Enfrente suyo había un hombre que tomaba y tomaba. Poroto se dio cuenta por el ruido que hizo al caer un vaso al piso. Vio al hombre de unos 60 años, arrugado, con las canas engominadamente prolijas. Con una herida en el alma que le traspasaba la piel y quedaba al descubierto. Ernesto recordó aquel designio de Rodríguez, y se puso el traje del salvador que nunca fue, ni es, ni será. Nadie es lo que no es. Pero todos somos lo que ilusionamos ser. "Este hombre se puede morir de cirroris –pensó-, lo tengo que salvar".
-Señor borracho, por favor, deje de tomar. Su vida corre peligro. Deje de ingerir esa botella de cerveza.
-¿Vos quién, HIC, sos?
-Me llamo Ernesto Marangoni. Me dicen Poroto. Y soy el Evita Muertes.
-Pero, ¿vos quién sos? HIC.
-Ya le dije...
-Ah, sí… Cierto. ¿Cómo te llamás?
-Ernesto.
-¡Que lindo nombre que tenés, Enrique! HIC. Yo me llamo Cátulo.
-Como Castillo.
-Enrique, ¿sabes porque me llamo Cátulo? HIC. Por Castillo. HIC.
-Eso dije recién.
-¡Eso te dije recién! Cátulo. Me llamo Cátulo. HIC. En honor al mejor letrista de tango de la historia. Ese sí que era un crack. HIC. Cucha, Enrique, Cucha.
El borracho se paró, trastabilló, se agarró de la pared, tomó la botella de vino cual micrófono y empezó a cantar, con voz ronca, una entonación adecuada, y todo el sentimiento que exige cantar La última curda:

Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

-Bueno, señor borracho, usted tiene que dejar de tomar. La bebida en grandes cantidades hace mal, interrumpió Poroto.
El borracho siguió hasta la última estrofa:

Cerrame el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...

Se sentó, eruptó, miró a Poroto y le dijo: "Todo en grandes cantidades, HIC, hace mal, Enrique.
-Me llamó Ernesto.
-¿Y si te llamás Ernesto por qué me dijiste Enrique? ¡Sos pelotudo, HIC!
-Sí, todos me lo dicen. Vamos, lo llevo a su casa. ¿Dónde vive?
-Escucha, Enrique: "Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una". No me acuerdo donde está mi casa, Enrique.
Poroto quedó, de nuevo, boquiabierto. Quería saber de quienes eran esas sabias palabras. "Una pregunta, señor borracho...". El hombre lo interrumpió y le dijo: "Voltaire, HIC. HIC. HIC". Luego, cayó redondo al piso.

viernes, 13 de agosto de 2010

EM 17: Juanita Viale

Por una semana seguida, y en sucesivos horarios, ese teléfono dio ocupado. Ernesto Poroto Marangoni se aprendió de memoria el discurso estándar que la empresa telefónica. Llamaba sistemáticamente tres veces por día. Antes del almuerzo, antes de la merienda, siempre café con leche con dos tostadas de queso, y antes de la cena. Pero nada.
Fue al supermercado y María tenía franco. Decidió gastar unos pesos más y fue a comer a El Banderín, un bodegón cerca de su casa, por la calle Guardia Vieja. "¿Venís? Te invito. Pago yo", le dijo Poroto al portero José, que como siempre estaba en la calle haciendo su especialidad: nada.
-No puedo, Ernestito.
-No me gusta que me llamen así.
-Perdoname, Porotito.
-Basta.
-¿Marangonito?
-Josecito, porterito, tontito. ¿Por qué no podés?
-Van a ser las 21. Tengo que ver la novela de Juanita Viale.
-Es muy mala esa novela.
-Pero Juanita muy linda.
-¿Y tu mujer que dice?
-Que Gonzalo Heredia es muy lindo.
-Pero, ¿y los celos?
-Tengo una teoría, porotito.
-Poroto.
-Sí, como quieras. Yo creo que la mayoría de las personas están con lo que les tocó. La gran mayoría de los varones del mundo quisieran casarse con Juanita Viale. Y la mayoría de las minas con Gonzalo Heredia. Pero están con la persona con la que pueden estar. ¿El del quinto A? ¿La del tercero B? ¿Los gays del octavo B? Todos, todos, todos en este edificio están con alguien que no es su ideal, pero es lo que pueden.
-¿Y quién te dijo que eso está mal?
-No juzgo. Sólo evalúo. El que tiene suerte sos vos, Marangonito. Solo, solo, solo.
-Uno siempre quiere lo que no tiene, nunca te olvides de eso José.
-¿Me cambias la vida una semana? Insisto, Porotito: sos suertudo.
-¿Sabés quien es Isaac Asimov?
-¿En qué equipo juega?
-No, burro. No es futbolista.
-Ah, no, perdón. De básquet no sé.
-Tampoco es basquetbolista.
-¿Tenista? Eso es de chetos.
-Basta, no es deportista. Es uno de los mejores escritores de la historia. Original, entretenido, ingenioso, pensante…
-Interesante.
-Shhhhhhh, deja terminar. El gran Isaac dijo una vez: “La suerte favorece solo a la mente preparada para su llegada”.
-Entiendo. Vos no estás preparado. Pero igual creo que tenés suerte, Porotito.
-José.
-Sí.
-Andate a la putita que te parió. Me voy a comer, boludito.

viernes, 6 de agosto de 2010

EM 16: El Exorcista

Ernesto Porto Marangoni abrió la puerta de su departamento y apuntó directamente a la heladera. Se sirvió un vaso de Pepsi de la botella de litro y cuarto y lo tomó en cuestión de segundos. Y otro. Y otro. Después, se dio una ducha para limpiarse la herida externa y relajar las heridas internas. Se secó con la toalla de Pluto y se sentó en la mesa, al lado del teléfono. Decidió prender la radio.
"¿Qué es lo que hace que caigas siempre en el mismo lodo? Será la costumbre, la cobardía, la ansiedad", canta Pablo Pino desde el parlante. Ernesto mira el papel y, mimetizado con esa letra, Poroto tomó el tubo y marcó el 154-979.
-Hola
-Hola Rodríguez, soy yo.
-Poroto, viejo, tan tiempo. ¿Sabés que vi anoche?
-No me interesa.
-Una película extrarondaria.
-No me interesa.
-El exorcista.
-Sabía que era esa. Ya la viste 99 veces.
-Sí, fue la vez número 100. Una obra maestra. Genial. Brillante. Extraordinaria. ¿Sabés que después de la vez número 78 ya no tengo miedo cuando la veo?
-No me interesa. Tengo un problema.
-¿Sabes que Linda Blair, la nena de la peli, dijo que sí para filmar la peli porque quería comprase un caballo para hacer equitación? Hoy sigue participando en torneo, con otro nombre, y ganó varios trofeos.
-No me interesa. Tengo un problema.
-Decime, Poroto, soy tu mejor amigo y nunca te fallé.
-...
-Bueno, casi nunca.
-...
-Bueno, dejalo ahí. Decime.
-Me dieron un número de teléfono y no me animó a llamar. Y me acordé de una frase del cuaderno.
-...
-"Quedarse en lo conocido por temor a lo desconocido equivale a mantenerse vivo pero no vivir".
-Interesante. ¡Pero vos haces lo contrario!
-Exacto. No vivo. Y me surge una pregunta: ¿cómo se vive?
-¿De quién es la frase?
-Autor anónimo.
-¿Y vos te hacés tanto drama por una frase que no sabés quien la dijo, ni cómo, ni en qué circunstancias?
-¿Y eso que tiene que ver? Lo que valen son las palabras.
-No, quien las dice.
-Palabras.
-Quien.
-Palabras.
-Quien.
-Palabras.
-Quien.
Poroto cortó. Recordó la película de Rodríguez, exorcisó sus temores de un suspiro, tomó el teléfono, miró el papelito y llamó. Dio ocupado.

viernes, 30 de julio de 2010

EM 15: Araceli González

Guardia Vieja derecho, subiendo la numeración. De un lado el Coto del Abasto. Más allá, en la otra cuadra, las torres levantadas a metros donde cantaba Carlos Gardel. El mundo evolucionó. "¿El mundo evolucionó"?, se preguntaba Ernesto Poroto Marangoni mientras desandaba el camino de vuelta.
Su barrio de siempre ya no era el de siempre. Las calles, la gente, los edificios, los olores. Las sensaciones. Ernesto se decía: "Por algo Carlitos cantaba: Al mundo le falta un tornillo, que venga un mecanico pa ver si lo puede arreglar". Y cantaba ese tango de punta a punta en su regreso, saltimbanqueando las baldosas mojadas por la lluvia. Con un pañuelo en su mano secando la última gotita de sangre, Poroto llegó hasta Medrano, cruzó y saludó al portero de su edificio.
-Hola José, no estoy de humor, así que no me hagas chistes.
-Poroto, Poroto, tenés el culo...
-Si, ya sé como termina. Me lo dijiste 1000 veces.
-¿Estás triste?
-No
-¿Estás enojado?
-No.
-¿Cómo estás?
-Nostálgico. El barrio no es el de antes. ¿No lo notaste?
-No sé, yo soy tu portero hace un año. Antes vivía en Ramos Mejía... ¿Sabías?
-Sí, me dijiste 10.000 veces. Te cruzabas todos los días de chico con Araceli González. Es más, un día te miro 3 segundos y te hiciste pis encima. Y también me contaste que una vez la viste pasar en bicicleta por el barrio, y te hiciste pis encima. Y que otra vez en un baile comía chupetín, y te hiciste pis encima. Ahora que pienso, ¿vos no tendrás un problema ahí?
-No. Mi psicólogo me decía que no. ¿Viste que algunos perros se ponen contentos y se hacen encima? Según mi psicólogo, a mí me pasaba lo mismo, pero sólo con Araceli. El dice que yo soy mitad hombre mitad perro. Suena extraño. Bueno, mi psicólogo es extraño. Todos los psicólogos son extraños.
-El barrio está extraño. ¿Viste que raro está? Siento nostalgia del pasado que no volverá. Estoy hecho un tango viviente.
-Una vez vi que a Araceli se el cayó un papelito de la mochila. Fui y lo agarré. Decía: André Gide. Fui y averigüé quien era. Resulta que nació en Francia, vivió de 1869 a 1951, fue un fervoroso defensor de los derechos homosexuales y ganó el premio Nobel en 1947.
-Interesante.
-¿Araceli o Gide?
-Araceli. Y Gide. Y lo que contás.
-Para mí la interesante es Araceli.
-Bueno, Araceli. ¿Y para que me hablaste de Gide?
-Una vez dijo: "El infierno de esta vida es tener que elegir entre un centenar de caminos sólo uno, y vivir sin nostalgia de los otros noventa y nueve". No entendí nunca que significa, pero suena lindo, ¿no?
En ese momento a Poroto se le cayó un papelito. Lo levantó. Tenía un número de teléfono anotado.
-¿De quién es ese número?, le preguntó José.
Ernesto se puso colorado. Lo miró y respondió: "Tal vez sea uno de 100. O de los otros noventa y nueve".

viernes, 23 de julio de 2010

EM 14: Toy Story

Ernesto Poroto Marangoni se sentó en la última fila del cine, como a él le gusta. En la fila del pasillo, para que nadie lo moleste. Con su balde de Shrek lleno de pochochos bien calientes, que fue deglutiendo con gran voracidad durante los comerciales. Hasta que la pantalla se amplió y llegó el momento esperado: la nueva peli del ogro...
"Pero, ¿qué es esto? ¿Quién es ese vaquero con cara de tonto? ¿Y ese muñequito gordito que quiere ser astrounauta?", gritó Poroto exaltado. "¡Callate, pelotudo!", le respondió un chico de 10 años que estaba sentado delante suyo. "¡Pero yo quería ver Shrek!”, se quejó Ernesto, con un nudo en la garganta. "Te confundiste de sala, acá es Toy Story", escuchó como respuesta del padre del nene de 10 años, que lo miraba, le sacaba la lengua y le tiraba un avioncito de papel.
Poroto tomó aire, fuerza y resopló Decidió quedarse a ver de que se trataba esta historia que tanto melancolía le generaba. "Sabés, yo no vi la 1 ni la 2 de Toy Story porque justo cuando estrenaron la primera me peleé con una ex novia. Bueno, no me peleé. Ella me dejó. Dijo que era muy pelotudo. Creo que tenía razón, porque todo el mundo me dice lo mismo. Se llamaba Soledad, pero era raro, nunca estaba sola. Siempre con algún amigo. A ella le gustaba esta peli y, para no acordarme de ella, me juré no verla nunca, nunca, nunca. Pero me equivoqué y acá estoy. Uy, que loco. Acá es toy, como Toy Story", le susurró a quien se estaba sentado a su lado sin saber quien estaba sentado a su lado.
"Shhhhhhhhh, dejame escuchar", le contestó una suave y dulce voz. "Está bien. Yo toy acá mirando. Toy Story”, se rió Poroto. "Shhhhhhhhhhhhhhh".
Sesenta minutos después, tras llorar y reir, reir y llorar, Ernesto no aguantó más y gritó: "Maldito L’Oso". Lo echaron del cine después de la protesta generalizada de la gente que ya no lo aguantaba más. "Ustedes nunca volarán. Sólo caerán con estilo", les gritó Marangoni en un ataque de furia de esos que nunca antes había tenido en su vida. Indudablemente, estaba en crisis.
Fue al baño del cine porque los pochoclos le cayeron mal, salió, bajó un piso por el Shopping Abasto rumbo a Musimundo, pero cuando en la escalera mecánica alguien le dijo con una voz dulce y suave: "Linda frase. Es de Toy Story 1. Eso de volar y caer con estilo... ¿Qué otra linda frase tenés para regalarme?".
Ernesto pensó. Tropezó con la escalera mecánica y se cayó al piso. La gente se rió de él. Su cabeza golpeó duramente con el piso. Con un hilito de sangre cayendo por su frente, Poroto contestó con orgullo: "La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa. La dijo el genial Albert Einstein".
Poroto tomó un pañuelo y se limpió la sangre de su cabeza.

lunes, 12 de julio de 2010

EM 13: Shrek

-Hasta acá llegamos, le dijo el Ciego a Ernesto Poroto Marangoni en la puerta del pub Lady Gaga...
-Sí, Don Ciego, hastá acá llegamos. Fue un lindo camino, lindas calles, linda conversación. Todo muy lindo…, respondió Ernesto.
-Hasta acá llegamos... Juntos.
-Sí, juntos. Nos encontramos, o mejor dicho, el destino hizo que nos encontremos unas cuadras atrás. Y hasta acá llegamos juntos. Todo muy lindo.
-No entendés, pibe. A ver, voy a ser más claro: Chau. Y gracias.
Recién ahí Poroto entendió el mensaje. "Ah, ¿vos Don Ciego querés que me vaya?", susurró al borde del llanto Ernesto. Cuando vio que el Ciego movía su cabeza de arriba abajo, definitivamente lloró. "¿Si te mandó un mail lo vas a ver?", le preguntó mientras lo abrazaba con fuerza como se despide a un amigo de años, aunque ellos se habían conocido hacía un momentito.
Ernesto lloró una cuadra seguida. Y dos. Y tres. Y varias más. Muchas. Llegó a su casa y no paraba de llorar. No quiso comer. Se durmió con los cachetes mojados, se despertó con la almohada empapada. Al mediodía siguiente se vistió con su remera favorita: Shrek dándose un pico con Fiona. Se puso un pantalón verde y unas sandalias multicolores. Bajó por escalera, caminó por Guardia Vieja bajando la numeración, y llegó al Abasto.
-Dame (snif) una entrada (snif) para Shrek para siempre, le pidió al boletero.
-¿Adelante o atrás?
-¿En el medio no hay (snif)?
-Sí.
-¿Y por qué no me ofreciste (snif) en el medio?
-¿Querés en el medio?
-No, me gusta (snif) ver las películas adelante (snif).
-Tomá, y no llorés más. No es de hombres.
-¿Vos sabés quién es Alejandro Casona?
-...
-Un dramaturgo español de principios de siglo pasado. El una vez dijo una de mis frases favoritas.
-No me gustan las frases hechas.
-Esta seguro te gustará.
-No.
-Sí.
-No.
-Sí, escuchá: "El llanto es tan saludable como el sudor y más poético".
-...
-¿...?
-¡...! Tomá, con este vale pedís pochoclo y gaseosa gratis.
-¿La del vaso de Shrek?
-Sí.
Ernesto sonrió y dejó de llorar.

sábado, 3 de julio de 2010

Em 12: Lady Gaga

Ernesto Poroto Marangoni estaba entusiasmado. Después de mucho tiempo tenía una misión que le encendía su apagada vida. "Sin luz no se vive, se sobrevive", se dijo un lunes de resaca después de su segunda y última borrachera en la vida. Poco tiempo atrás, cuando tocaba fondo en su vida, en una mesa de café su amigo Rodríguez lo proclamó como el Evita Muerte. En su exterior, sonrió. En su interior, sabía que la realidad estaba distorsionada. Su realidad. "No existe mayor verdad que mirarse a uno mismo", se le ocurrió tararear mientras salía de su departamento dispuesto a ser el lazarillo de su amigo ciego. No sabía donde iba. En verdad, nunca tuvo claro donde ir...
"Vamos, Don Ciego", le dijo mientras lo ayudaba a cruzar la esquina que el no vidente no lograba atravesar. Y comenzaron a caminar. Fueron muchas cuadras. Muchas. Hablaron de fútbol, de política, de mujeres, de amor. De ellos.
-Vos, Ernesto, tenés un problema...
-Gracias, Don Ciego...
-¿Pero te digo que tenés un problema y me agradecés?
-Es que si tuviera un solo problema sería el hombre más feliz del mundo. Yo tengo muchos problemas, Don Ciego.
-Es cierto. Pero no estamos en competencia de problemas. Además, las cosas en la vida se miden por calidad y no cantidad. ¿Sabés quién fue Ralph Waldo Emerson?
-Usted siempre con sus interrogantes... Yo Emerson conozco al que hacía linda música con Lake y Palmer. Eran buenos esos.. Hoy se escucha otra música. El otro día en la tele vi a una tal Lady Gaga... ¿La vio, Don Ciego?
-...
-Uy, perdón. Bueno, es una nueva que está bastante loca. Y por eso es famosa. Por eso y porque es tetona. Parece que tiene 10 millones de gente que la sigue en Facebook, ¿vio?
-No, pibe, no vi. No puedo ver. Y yo te hablo de un poeta y filósofo estadounidense, que hasta fue profesor de Harvard. Nació en 1803 y murió en 1882, para que sepas. Y dijo: "La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito". Vos no confías en vos mismo, pibe.
-Usted es un genio, Don Ciego. ¿Pero cómo se hace para confiar en uno mismo si toda la vida tuvo motivos para desconfiar hasta de la sombra generada?
-Si supiera, pibe... Llegamos. En este pub trabaja ella...
-¡Qué buen lugar! ¡Qué lindo! ¿Cómo se llama el pub?
-Lady Gaga.

domingo, 27 de junio de 2010

EM 11: Perfume de mujer

Ernesto bajó los tres pisos por escalera de manera veloz. Vestía su boxer de Cenicienta y la remera de Blanca Nievas. Eran las cuatro de la tarde de un domingo de esos que invitan a la nada. El problema es que cada vez hay más gente acepta la invitación. Tristemente en estos tiempos, nada es más que todo... En la esquina, el ciego seguía sin nadie que lo ayude a cruzar la calle.
-Señor ciego, ¿lo ayudo?, le dijo Poroto al hombre, de unos 50 años, peinado a la gomina, que vestía todo de blanco.
-Gracias, nadie me ayuda y la verdad es que estoy atrasado.
-Lo vi desde mi balcón, mientras miraba un capítulo de Alf. ¿Lo vio alguna vez?
-Soy ciego de nacimiento.
-Uy, perdón. Yo soy fanático de Alf. También de los dibujitos. Por eso tengo esta remera de Blanca Nieves. ¿Le gusta?
-...
-Uy, perdón. Bueno, lo ayudo. Me dio mucha bronca que nadie lo ayude. Usted debe estar acostumbrado a tanta indeferencia de la sociedad. Para mí es como un veneno.
-Pibe, ¿cómo te llamás?
-Ernesto. Ernesto Marangoni. Ernesto Poroto Marangoni.
-Ok, te voy a llamar pibe. ¿Sabés quien es Paracelso?
-No tengo la menor idea... Muchas veces no tengo ideas. Ni menores ni mayores.
-Me lo imaginaba. ¿Sabés quien es Theophrastus Bombastus von Hohenheim?
-No tengo la menor idea.
-Me lo imaginaba. No te veo mucha pinta de intelectual.
-Usted no ve, Don Ciego. Como Al Pacino en Perfume de Mujer... Que buena película. En realidad es una remake de un film homónimo de Dino Risi, con Vittorio Gassman, del año 1975.
-Pibe, no hagas caso a todo lo que veas. Y nunca olvides: "No hay pero ciego que el que no quiere ver", Don Pibe Poroto.
-Gran verdad. Esa frase la tengo en mi cuaderno, y es de autor anónimo. Tengo un cuaderno en el que colecciono frases… ¿Lo quiere ver?
-...
-Uy, perdón…
-Escuchá, pibe. Paracelso es el seudónimo de Theophrastus Bombastus von Hohenheim. Fue un médico y químico suizo que nació en 1493 y murió en 1541. Y dijo la mejor cita que escuché en mi vida.
-¡Dígala, dígala Don Ciego...!
-"Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis".
Poroto sonrió. Lo abrazó y le dio un par de palmadas en la espalda. Estaba emocionado. Cada vez que escucha o lee una frase para su cuadernos se emociona. Hasta que una pregunta le cortó el momento mágico.
-Pibe, Poroto, ¿vos no tenés pantalones puestos?
-No, Don Ciego. Espéreme que voy, me los pongo y lo acompaño donde sea. ¿Dónde va?
-A encontrarme con la mujer de mi vida.
-¿Y cómo se la encuentra?
-Buscando, pibe... Buscando...

martes, 22 de junio de 2010

EM 10: Capusotto

Pasó el bowling, con el récord de 5 strikes seguidos. Pasó una discusión con Rodríguez sobre cuál shampoo es mejor: Plusbelle o Sedal. Casi se agarran a piñas. Pasó, dos días después, una intoxicación por comer dos baldes de pochoclos en el cine viendo Toy Story 3. Pasó un nuevo regalo a la chica del supermercado: una remera con la inscripción "Dios te Salve, María". Se llevó una puteada de regalo. En definitiva, pasó una semana con el sello de Ernesto Poroto Marangoni. Abundancia de pequeñas cosas que se esfuman en la nada. Pero quien sabe cuales son las pequeñas y cuales son las grandes cosas de la vida...
Tirado en la cama, con su boxer de Cenicienta y la remera de Blanca Nievas, mirando por séptima vez el capítulo en el que Alf afirma la existencia de once planetas en el sistema solar, Ernesto piensa. Suspira. Reflexiona. Espía el futuro, su futuro, y no sabe que cara poner. Disca: 154-979... Corta. "Qué sabrá Rodríguez del futuro", se responde a sí mismo.
Sólo lo escucha su tortugo, que sabiamente decide meter la cabeza dentro del caparazón. "¿Qué me querés decir con ese gesto, Rayo?", le pregunta Poroto al animal. No hay respuesta…
Cuaderno en mano, busca la F de futuro. El genial Víctor Hugo da la respuesta: "El futuro tiene muchos nombres: para el débil es lo inalcanzable; para el miedoso, lo desconocido; para el valiente, la oportunidad".
Ahora sí: 154-979…
-Rodríguez, ¿para vos yo soy un débil, un miedoso o un valiente?
-Estás siendo injusto, Poroto.
-¿Porqué?
-No me das la opción de pelotudo… Y te aclaro: el Sedal es mejor. Vi una propaganda de Capusotto bañándose desnudo, todo con espuma, y que decía: "Sedal, Sedal, que champú genial". Después sale corriendo del baño gritando: "Soy Pomelo, me baño como un caramelo. Rock and roll, nenenenenene". Este Capusotto es un loco... ¿La viste la propaganda?
-...
-Ey, pelotudo… ¿La viste?
Poroto no estaba más del otro lado de la línea. Desde el balcón de su casa vio un ciego que esperaba para cruzar la calle sin que nadie lo ayude. Fueron tres semáforos. "Soy el Evita Muerte. Esta es mi misión", gritó. El tortugo Rayo salió del caparazón, pispeó a su dueño, comió un poquito de manzana, pareció mover la cabeza de un lado a otro y pareció, también, suspirar. Después, con la resignación que solo un tortugo puede expresar en su rostro, volvió a su caparazón decidido a no salir por un buen tiempo.

martes, 15 de junio de 2010

Em 9: Locos por Mary

De alguna forma Ernesto Poroto Marangoni tenía que bajar el ritmo frenético que había tomado su vida en los últimos días. Intentó salvar del suicidio a un hombre en el zoológico, y era un actor. Quiso socorrer a una mujer para evitar que no se ahogue, y era nadadora. Mientras fallaba en sus intentos, acumulaba insultos hacia su persona. Algunos no eran justificados. La mayoría, sí.
Se miró al espejo después de ducharse, y vio su rostro cambiado. Mezcla de cansancio con adrenalina. Nunca había tenido días tan agitados, salvo aquellas vacaciones con Rodríguez y González en Ibiza, adonde fue engañado: le dijeron que había un campeonato de bowling internacional. "Tenía razón el filósofo español Jorge Santayana: La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla", se dijo de cara al vidrio empañado por el vapor de la ducha. "Pucha, se me acabó el shampoo de manzanilla", recordó después.
"Algo tengo que hacer". Vio el papel blanco pegado en la heladera con la lista de faltantes y tuvo una idea. Se sorprendió: no suele tener ideas. Volvió a mirarse al espejo y se dijo: "Que pelotudo sos, Poroto. ¿Cómo no se te ocurrió antes? Como dijo el filósofo español Noel Clarasó: Las grandes ideas son aquellas de las que lo único que nos sorprende es que no se nos hayan ocurrido antes".
Se puso remera preferida: la de Bob Esponja de la mano de Puca. Se puso perfume, mucho. Demasiado. Se peinó a la gomina por cábala: una vez hizo eso y una chica le sonrió. Fue al video club, tomó la peli y dijo: "Dame esta". Caminó una cuadra hasta el Eki, piso excremento de perro y maldijo a Garfield, el rotweiller del vecino. "Debe haber sido él", pensó. Entró rápido para que no lo vean, compró y llegó algo exaltado a la caja.
-Hola María. El otro día supe que te llamás María porque lo vi en tu cartelito de la solapa. María Fernández.
-Hola, pasame las cosas que estoy apurada que ya termina mi turno.
-Acá tenés: un shampoo de manzanilla. Es el mejor, te deja el pelo relindo. Un jugo Tang de melón, te lo recomiendo, María. Unos fideos, una crema, queso rallado y champiñones. ¿Sabías que yo sé cocinar muy bien fideos con champiñones? ¿Te gustan los champiñones? ¿Viste que palabra linda? Proviene del francés champignon, y se refiere los hongos visibles en el campo, María.
-Son 35 pesos con 10 centavos.
-Tomá, 40... Te traje algo, María. Resulta que...
-¿Querés donar cuatro pesos con noventa al Hogar de recuperación para los sordos víctimas de la cumbia?
-Sí, María. Mirá, una peli para vos. Es de los hermanos Peter y Bobby Farrelly. Es de risa. ¿Te gustan las películas de risa? Trabaja una chica que se llama Cameron, y es casi tan linda como vos, María. ¿Y sabés como se llama? ¡Locos por Mary! ¿No te parece gracioso, María? Mary, María... ¿Entendés?
-Tomá una bolsa, guarda tu compra y salí que estoy apurada. ¿Quién sigue?

jueves, 10 de junio de 2010

EM 8: Flor de la V

"Dame dos chori, pibe. Y un guardapolvo de esos de cocina para que este se tape un poco", pidió Jorge Lanata, quien se apiadó de la situación de Ernesto Marangoni, vestido con el boxer de los Dalmatas y la remera de Bob Marley, totalmente empadapado luego de su chapuzón en el Río de la Plata para salvar a una suicida que no era tal.
-Gracias, Don Jorge...
-Basta, decime Lanata.
-Está bien, Don Lanata.
-¿Le ponen algo al chori?, interrumpió el puestero.
-Yo chimichurri. ¿Vos, Poroto?
-No sé, ¿le puedo poner algún condimento?
-Lo que quieras, respondió el puestero.
-Bueno, algo sencillo... Dejame ver... Mayonesa sí, quiero. Ketchup también. Salsa criolla y chimichurri, y listo. Está muy bien. Genial. Ah, y un poquito de mostaza agregale para darle gusto.
Diez minutos después, con el chori en el estómago y el guardapolvo enchastrado de colores, Marangoni se despidió de Lanata. "Un gusto, che... Cuidate, en serio. Mirá que te puede pasar algo. Te dejo unos pesos para que te vuelvas en taxi", le dio el periodista. "Gracias Don Jorge, Don Lanata".
De vuelta en su departamento, Poroto tomó el teléfono y discó el 154-979...
-Hola Rodríguez.
-Hola pelotudazo... Escuché tu mensaje. ¿Qué pasó con esa chica que viste en Crónica TV?
-¿Zulma Lobato? No, Rodríguez, estás confundido. Zulma no es una chica. Es un travesti. ¡Te confundiste! ¿Te acordás cuando fuimos a los bosques de Palermo? Había una muy parecida a Flor de la V, pero ella ya es una mujer que se casó y hasta tal vez quede embarazada. Vos le gritaste por la ventanilla y cuando se acercó te asusaste mucho. Y eso que tenés un póster de Flor en la pieza. Ahora que pienso, ¿puede quedar embarazada? Yo creo que no...
-No, Poroto, no puede. Y me refería a la chica que se iba a tirar del muelle, no a Zulma.
-Falsa alarma. ¿Estás seguro que nací para ser un Evita Muertes? Yo creo que no...
-Sí. Tenés que tener esperanza.
-Esperame... En mi cuaderno debo tener algo... A ver en la letra E: enanos, enojo, ermanos... Uy, ¿ermanos va sin h? Yo creo que no...
-Con h, burro. Her-ma-no, con H de horrible.
-Já, la hache es muda, no te entiendo por teléfono. Pero acá está, en la E: esperanza. Tengo una frase genial de Maurice Maeterlinck, un dramaturgo y ensayista belga: "La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo". ¿La entendiste? Yo creo que no...
-Me cansaste... ¿Salimos de joda esta noche? ¡Algo bien salvaje!
-¡Dale! ¡A jugar al bowling con bolas grandes! ¿A vos te gustaba el bowling? Yo creo que no...

lunes, 7 de junio de 2010

EM 7: Lanata

En medio del Río de la Plata, Ernesto Poroto Marangoni se ahoga. Traga agua, respira mal, chapotea poco y se hunde demasiado. Como un paralelo de su vida y de tantas vidas: chapotea para no hundirse. En medio de esa agonía, insiste en saber cómo se dio cuenta la rubio suicida de que era un pelotudo.
-Mirá, soy nadadora profesional, estaba preparándome para una carrera de aguas abiertas hasta que llegaste vos y ahora tengo que salvarte para que no te mueras. ¿O preferís morirte?
-No, hacé poco (glup) quise pero no me salió (glup). No es fácil (glup) morirse. Bah, cuando uno quiere no (glup) se muere, pero tengo un amigo, González, que no quería (glup) y se murió. Pobre, ¿no? (glup).
-¿De qué murió?
-Sobredosis (glup) de Viagra.
La rubia, mientras braceaba rumbo a la orilla salvando a Ernesto, lanzó una carcajada y afirmó: "Yo sé porque sos pelotudo. El problema es que seguro estás rodeado de pelotudos".
Poroto pensó. Una bolsa llena de basura se le incrustó en su cabeza. Era de Coto, aunque él siempre compra en Eki porque le gusta una cajera a la que nunca se atrevió a hablarle. La primera imagen que le vino a la mente fue la de Rodríguez.
"¿Sabés que puede ser cierto?", le dijo a la rubia ya con el agua por debajo del cuello. "Para mí, Rodríguez es un pelotudo, pero él cree que el pelotudo soy yo. ¿Y si los dos somos pelotudos y es empate?".
La rubia dejó a Ernesto en la orilla y volvió al muelle a seguir preparándose para la competencia. El boxer de los Dálmatas de Poroto chorreaba agua. Ernesto tiritaba de frío. La Tota Santillán ya no estaba sólo en Crónica TV en su cruzada en defensa de los puestos de choripán: lo acompañaba Jorge Lanata. Ernesto lo vio, sonrió, y pensó que por fin el destino estaba de su lado...
-Don Jorge, quiero que sepas que siempre te admiré. Parecés medio tonto pero no sos nada tonto. Yo soy distitno: parezco un pelotudo y soy un pelotudo. ¿Me firmás un autógrafo, Don Jorge?
-¿Qué hacés así vos, casi desnudo y con un boxer de esos perros boxer?, contestó Lanata, que comía una paleta en su intento por dejar de fumar y lucía una remera con la cara de Ricardo Fort y la leyenda: "La imagen no es nada".
-Soy Ernesto Marangoni, y los boxer son boxer, y los perros son dálmtas. Como la película. Siempre quise ser periodista. Una vez leí una frase de Ryszard Kapuściński, un bieloruso que fue también historiador y poeta, y dijo: "Para ser periodista hay que ser buena persona ante todo". Entonces quise ser periodista, Don Jorge.
-¿Y?
-No me ayuda la cara, Don Jorge. Ahora soy el Evita Muertes. Ah, ¿me prestás unas monedas para volver en colectivo, Don Jorge?
-Dejá, te invito un choripán.
-Gracias, Don Jorge.
-No me digas más Don Jorge.
-Está bien, Don Jorge...

viernes, 4 de junio de 2010

EM 6: 101 Dálmatas

-¿Y por qué vas a la Costanera tan temprano?, le preguntó el taxista a Ernesto Poroto Marangoni.
-Voy a salvar a una mujer que se quiere suicidar.
-¿En serio? ¡Yo te ayudo! ¿Es una conocida tuya?
-No, no tengo ni la menor idea de quien es. Pero la vi en Crónica TV. Estaba por tirarse del muelle mientras la Tota Santillán defendía a los choripaneros que están defendiendo una causa justa.
-¿Está seguro vos, pibe?
-Sí, era la Tota Santillán.
-No, pelotudo. Si estás seguro que se quería matar.
-Más respeto, señor taxista.
-¿A vos te parece que te puedo respetar con esa cara que tenés, en boxer y descalzo? Hago el esfuerzo, pero no me sale.
En ese preciso momento, Poroto se dio cuenta que sólo tenía puesto el calzoncillo de los 101 Dalmatas, la remera de Bob Marley que usa para dormir, y el buzo de Homero abrazado al Che, que por suerte tiene bolsillo, donde quedaron 30 pesos del vuelto de la pizza de unos días atrás, cuando invitó a Rodríguez a cenar y se pelearon porque había aceitunas impares.
-Le pido respeto, señor taxista. Y estoy segurísimo del drama de esa mujer. Además, yo soy el Evita Muerte. Nací para salvar a suicidas.
-Pero es una mujer... Mirá, pibe, un poeta español llamado Enrique Jardín Poncela dijo una vez: "La mujer adora al hombre igual que el creyente adora a Dios; pidiéndole todos los días algo". No te gastes, pibe...
Poroto no habló nada más. Llegó a destino, bajó del taxi, le dio un beso a la Tota y le susurró: "Apoyo tu causa". Corrió descalzo por el muelle con su boxer de los Dálmatas, vio a la muchacha de largos cabellos rubios al viento a punto de tirarse, la agarró del brazo y le suplicó: "La vida vale la pena, no te tires. Además, el río está contaminado porque los políticos nos explotan todo el tiempo. Este país es una porquería... Che, tengo un poco de frío porque me salpica el agua...".
La mina se río, lo miró, le dio un beso en la mejilla, y se tiró al río. Ernesto hizo lo mismo, y cuando la alcanzó en el agua, la miró a los ojos y le volvió a suplicar:
-No sé nadar. ¿Me ayudas?
-¿Vos sos pelotudo?
-Sí, así dicen todos... ¿Vos cómo te diste cuenta?

lunes, 31 de mayo de 2010

EM 5: Tota Santillán

"Aplaudan, aplaudan no dejen de aplaudir, los goles del travesti que ya van a venir". La Bombonera estallaba y, desde el corazón de la 12, los hinchas de Boca le dedicaban la canción a Zulma Lobato, que levantaba la mano saludando a toda la gente. Una hora después, a los 15 minutos del segundo tiempo, después de convertir dos goles, uno de chilena y otro de cabeza, Lobato dejaba la cancha. Fue una de las mayores ovaciones jamás dedicadas a un futbolista.
Con su reemplazante, Martín Palermo, se dieron un furibundo beso de lengua que excedió las coberturas de las revistas deportivas. "¿Nace el amor?", tituló Paparazzi con la foto de ambos cenando en Pippo. Y esa tapa se completaba con una foto de Florencia de la V diciendo "Gracias a la ciencia esperó trillizos", y otra del amigo Rodríguez que afirmaba que "No me interesan ni Pamela David, ni Pamela Anderson".
Ernesto Poroto Marangoni se despertó agitado. Abrió los ojos y se dio cuenta que todo era un sueño. Miró por la ventana y se dio cuenta que estaba amaneciendo. El reloj marcaba las 7.15 de un caluroso jueves de otoño. Fue al baño, orinó mucho, se lavó la cara y escuchó la musiquita de Crónica TV. "Dejé la tele prendida toda la noche, que boludo", se dijo.
Agarró el control remoto y cuando estaba por apagar, vio algo que despertó su atención: "Protesta de puesteros de choripanes en Costanera", decía el cartel rojo. "No puede ser. Esto atenta contra una costumbre argentina. Le quieren cobrar impuestos a estos pibes que le hacen un bien a la sociedad", se ofuscaba la Tota Santillán, fan número 1 de los puestitos en Facebook. "Todos en defensa de los choris, monumento a la argentinidad", posteó en su twitter el ex conductor bailantero.
Pero detrás de la imagen, en el muelle, al fondo, se veía una imagen difusa. Poroto llamó a su amigo Rodríguez, pero lo atendió el contestador: "Soy Rodríguez. No estoy. O estoy borracho y no puedo atender. Decime qué querés pero no se si te podré ayudar. Piiip". "Che, Rodríguez, hay una mina que se quiere tirar del muelle de la Costanera. Prendé Crónica TV". Cortó. Llamó de nuevo. "Antes era yo, Marangoni. Te aviso". Cortó. "Ernesto Maragoni. Tu amigo Poroto. Te aclaro".
Justo que lo necesitaba, justo que nacía otro caso para el Evita Muertes, Rodríguez no estaba, o estaba borracho. "Ya lo dijo Plutarco, el historiador griego: 'La amistad es animal de compañía, no de rebaño'. Sabias palabras".
Poroto bajó corriendo, paró un taxi y ordenó: "A la Costanera". A las diez cuadras se dio cuenta que estaba descalzo y en boxer...

viernes, 28 de mayo de 2010

EM 4: Zulma Lobato

Ernesto "Poroto" Marangoni estaba confundido. Su primer paso como Evita Muerte había tenido éxito y fracaso a la vez. "Nadie se sucidió", pensaba con visión optimista. "Aunque en realidad nadie quería hacerlo", le decía su costado pesimista. No se decidía si fue un gol a favor o en contra en su vida plagada de pelotas en el propio arco con muy pocas en el ajeno.
Apenas piso el departamentito de dos ambientes con poca luz que le alquila a su tío por 1200 pesos por mes, más expensas, corrió al baño, abrió la puertita donde guarda los repuestos de papel higiénico y sacó un cuaderno. Su cuaderno. Ese que lee mientras mueve el intestino.
Son 100 hojas con frases de las más diversas, sobre temas de los más diversos. Un día, Rodríguez le dijo: "Tu palabra no vale nada". Poroto entendió el mensaje y desde entonces anota pensamientos, teorías y aforismos ajenos. Va por 637, y casi se los sabe de memoria.
Buscó en la e de éxito, y encontró. "Acá estas", señaló por la mitad de la hoja unas palabras de John Fitzgerald Kennedy: "El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano". Asintió con la cabeza y dijo: "Mis papás murieron de chiquito. Con razón yo soy huérfano".
Salió del baño, levantó el teléfono, marcó el 154-979 y cortó. No tenía ánimo para marcar los cuatro números restantes que lo separaban de la puteada de Rodríguez. La oía en su cabeza: PE-LO-TU-DO. Así, con mayúscula y deletreado. Poroto es bueno para pocas cosas. Una de ellas es despertar en el otro el sentimiento para dedicarle un hermoso insulto, con la boca abierta para darle forma a cada una de las vocales.
Prendió la televisión. Recordó el consejo de poner una porno y tocarse. Pero vio su mano machucada por el forcejeo para salvar al suicida que no quería suicidarse, y desistió. Además, su cabeza estaba más machuada que su mano. Entonces, puso Crónica TV, se recostó, y sonrió al ver la última locura de Zulma Lobato. "Quiero ser el delantero de Boca", decía la placa roja mientras el travesti, con pantaloncitos cortos, camiseta auriazul y botines, hacía jueguitos con la pelota. Y de paso cantaba su hit nuevito: "Gol, gol, gol. Si yo te hago un gol, entonces vos haceme un gol".
Ernesto tomó un sorbo de agua, pensó que si Zulma podía él también, acostó su cabeza en la almohada y se durmió.

martes, 25 de mayo de 2010

EM 3: El secreto de sus ojos II

El suicida del zoológico no era tal. Los leones tampoco. Nada era lo que era.
-Escuchame una cosa, gil. ¿Vos no ves que está lleno de cámaras?, le dijo el supuesto suicida que no era tal.
-¿Qué?, respondió Ernesto Poroto Marangoni, sin entender si le había salvado o no la vida.
-Esto es un set de filmación. Y estamos en una película, pelotudo. Yo soy un conocido actor. A-C-T-O-R. Los leones son de utilería. U-T-I-L-E-R-I-A. Y vos son un boludo. B-O-L-U-D-O.
-Mirá, más respeto. Yo me llamo Ernesto, mi apellido es Marangoni y me dicen Poroto. Yo sólo quería salvarte la vida. Estoy predestinado para eso, para salvar vidas. Me lo dijo mi amigo Rodríguez. ¿Lo conocés? Es un tipo bastante especial, pero es bueno. No hay mucha gente buena hoy en el mundo, ¿viste? Y este Rodríguez me dijo que...
-Mirá, Enrique...
-Ernesto.
-Ok, Ernesto. Todo lo que decís no importa. Acabás de arruinar la última toma de El Secreto de sus ojos II.
-¿En serio va a ve runa segunda parte? ¿Y ahí Darín se coge a Villamil?
-No. Sí. Bueno, no sé, mirá la película. Esperá: ¿a vos que mierda te importa, Maranguti?
-Marangoni.
-¿Vos vas a pagar esto?
-No.
Mientras el falso suicida llamaba al 911 para denunciar a Poroto por "pelotudo", Ernesto tomó la calle interna del Zoológico paralela a República de la India. Pasó por las focas, los monos, y cuando llegó a Libertador, tomó el segundo taxi que pasó (al primero lo dejó pasar porque no le gustó la cara del chofer y le dio miedo), y volvió a su casa: "Guardia Vieja y Salguero, por favor".
En el cartelito de identificación que cuelga del asiento, la cara del conductor desbordaba simpatía.
-¿Te molesta el pucho?, le preguntó mientras frenaba en el semáforo rojo.
-No, para nada, contestó Poroto.
-Genial.
-Che, tengo una duda. Una vez leí una frase que decía: 'Algunos se mueren aún siendo en vida, otros viven después de la muerte'. ¿Qué opinás?
-¿Quién dijo eso?
-Valeriu Butulescu.
-¿Quién?
-Un escritor y político rumano. Sus aforismos fueron traducidos en más de veinte lenguas.
-El chofer prefirió el silencio. Y no dijo nada más. Lo dejó en el destino indicado y le dijo: "El viaje es gratis".

martes, 18 de mayo de 2010

EM 2: El caso del zoológico

No fueron un par de cervezas. Fueron seis más. Grandes bebedores, Rodríguez le dio decenas de consejos a Marangoni, que asentía una y otra vez. En parte porque su amigo tenía razón, pero también porque desde hacía rato no escuchaba nada de nada. Estaba absolutamente perdido en la inmensidad de la nada. Hasta que, el impulso lo llevo a cortar el monólogo rodriguero con una pregunta: "¿Y cómo voy a ser un Evita Muerte si no sé quién, cuándo y dónde se quiere matar alguien? ¿Voy a poner una señal de un poroto en el cielo como hace Batman?".
Rodríguez sabía que no tenía la respuesta. Nadie tiene todas las respuestas en la vida. Ni siquiera cuando el que escucha esté esperando cualquier frase como solución mágica. La magia, para los magos.
-Ya pensaremos en eso. Igual, Ernesto, todos saben que las historias buenas están a la vuelta de la esquina.
-¿De cuál esquina?
-Creo que en este momento de tu vida tenés una mezcla exacta de pelotudismo y depresión. Me voy, mañana la seguimos. No hagas nada raro. Pasá el día tranquilo, metete en un cine, a la noche un delivery de empanadas y si querés una porno. Tocate un rato, no estaría mal.
Poroto Marangoni dejó el bar de Corrientes y Medrano y cambió de rumbo. De su Almagro natal no caminó hasta el Shopping Abasto. Prefirió rumbo Norte y uno de sus paseos preferidos. Esa salida que lo distrae del mundo. La que eligió cuando murió su madre, de un ataque cardíaco en un albergue transitorio. O cuando fue dejado por Lucrecia, su único amor, que se fue con el chino del súper de mitad de cuadra y ahora vive en Nordelta.
"Una entrada por favor", le dijo al boletero del zoológico. Pasó por el lago de los cisnes, vio a los osos nadar en el estanque y, cuando llegó a la jaula de los leones su corazón comenzó a latir con una velocidad vertiginosa. Tomó el celular, buscó la erre, y apretó send.
-Rodríguez, Rodríguez. Acá hay un tipo que se quiere tirar a la jaula de los leones. Y repite sin parar que no quiere vivir más. ¡Se va a matar!
-Es el destino. Es tu oportunidad. Es tu primera misión para demostrar lo que sos capaz, ese don divino que tenés. Si vos no podés matarte, podés lograr que nadie se mate cerca tuyo. ¡Vamos campeón!
Temblaba. Ernesto temblaba. Se acercó a ese hombre que gritaba su desesperación, lo miró, y gritó: "Soy Ernesto Marangoni. Yo te salvaré y evitaré que esos leones hambrientos y desesperados, famélicos y mal alimentados, terminen con tu vida de mierda aunque sientas que lo mejor es que te coman pedacito por pedacito".
Tomó el celular, de nuevo la erre. "Soy un fracaso, no sirvo para esto", le dijo a Rodríguez. "Pelotudoooooooooooooooooooooo", fue la respuesta. Mientras, el suicida desistía de su intento y Poroto, sin entender absolutamente nada de nada, pensaba en aquello del destino. Y recordó su frase preferida, de William Shakespeare: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".

domingo, 16 de mayo de 2010

Anitnegra

¿Quién no jugó alguna vez a decir palabras al revés? Costumbre argentina, como tantas otras que andan por ahí dando vueltas y que abre el interrogante si lo harán en otras tierras.
Por esos lados, el de la telaraña de las costumbres, se mueve Rubén Martínez, alias Zenitram, un héroe salido de algún potrero de segunda mano que por estos días se ganó un lugar en la pantalla grande. En resumen, se trata de un héroe que vive dentro de 15 años y que sufre las mismas penurias de los héroes actuales. Traducido: es absorvido por un sistema impiadoso que deglute todo lo que tiene a su lado. Absolutamente todo.
Ese pibe es un héroe porque logra volar. No tiene nada más que eso. Ni así logra salir de las garras de Anitnegra. Una canción de unos años atrás del grupo Metrópoli definía a cada uno de nosotros, los mortales, los que no volamos, como héroes anónimos. Sus primeras líneas decían. "Estamos atrapados en la misma red, viajando por un laberinto..."

jueves, 13 de mayo de 2010

Ernesto Marangoni (EM): Capítulo 1, el Evita Muertes (EM)

"Ni eso te sale bien, Ernesto. Tenés que darle un rumbo distinto a tu vida".
El Flaco Rodríguez vio como su compañero de secundaria, el poroto Marangoni, aquel con el que 20 años atrás fumó su primer cigarrillo, se tomaba la cabeza con las manos en señal de abatimiento. Su vida era un caos. Un problema tras otro, o dos juntos, o tres... Y hasta cuatro.
"Ernesto, algo falla en vos. Ni siquiera te sabés suicidar".
Poroto no contestaba. Solo escuchaba y repasaba en su mente. Le tenía un gran respeto a Rodríguez, por ser el único hombre en el mundo con el que se podía sentar en una mesa, cara a cara, y no sentirse humillado.
"¿Te acordás cuando quisiste tomarte el frasco de pastillas? Que boludo sos, Ernesto. Eran tica tac de mente. Te bajaste un paquete entero y te pusiste a dormir en bolas en la pieza con una nota. Tu abuela casi se muere del susto".
Nunca se explicó como en lugar de Largactil de 100 miligramos en el paquete estaba los caramelitos de menta. "Que ricas son estas pastillas para morir. Debe ser para tener buen aliento cuando te vas a ver con Dios", pensó antes de quedarse dormido, desnudo, y despertarse dos horas después con el grito de la abuela antes de caer redonda contra el piso.
"¡O aquella otra del tren! ¡Que pedazo de pelotudo! Te tiraste, calculaste mal, caíste en el techo y como no te animabas a bajar fuiste de Flores a Moreno...".
Marangoni era un gran arquero. Siempre se tiraba bien a cada pelota. Por eso, pensó que lo del tren sería muy sencillo. Pero justo en ese momento se distrajo por dos perros salchichas que estaban teniendo sexo al costado de la vía. "Hot dog", pensó. "Uy, el tren", dijo y se tiró sin ver que ya estaba por el tercer vagón.
"La peor fue la del hotel. ¿No viste que había una pileta? Parecías Charly García… ¡Que boludazo! Saliste en la tapa de Crónica y todo. Y no sé porque no aceptaste ir a lo de Anabela Ascar. Hoy sería famoso: el pelotudo que no sabe suicidarse".
Desde la terraza del hotel sólo se veía el vacío. La nada. El salto a la gloria. A la eternidad. Claro, justo cayó en el medio de la pileta, repleta en ese febrero de 35 grados a la sombra. Lo aplaudieron cuando salió del agua con su jean gastado y la remera de Mickey Mouse. "Es que quería sacarle una sonrisa a Dios", pensó antes del salto.
-Escuchame, Ernesto.
-Te escucho, Rodríguez.
-Yo que vos me dedico a otra cosa. Dejá la oficina esa de mierda.
-¿Y de qué vivo?
-Tenés que ser un hombre útil para la sociedad.
-¿Qué?
-Negro, traemé dos cervezas más mientras le explico a este boludo. Poroto, si a vos los suicidos no te salen, sos la persona ideal para convencer a la gente que no se quite la vida.
-¿Yo?
-Sí, Poroto. Haceme caso. Naciste para eso... Ernesto Marangoni... EM... Sí, el Evita Muertes... Hoy nace el Evita Muertes. Negro, ¿qué pasa con las cervezas?

viernes, 7 de mayo de 2010

Cid

En un blog de crítica de cine no deberían decir que en la película Eva&Lola, de próximo estreno, Celeste Cid habla por celular imaginariamente con su padre muerto desaparecido 30 años atrás...
Ese sutil detalle es parte de una historia que no encanta pero no decepciona. No es una película de Oscar, pero en un tema de difícil trato sin caer en el golpe bajo, los guionistas salen bien parados.
Por estos lados, quedó picando la forma de comunicación entre vivo y muerto. La sociedad impone normas tradicionales para hablar con quien ya no está físicamente pero permanece presente en el recuerdo. Una tumba o un nicho son las formas más tradicionales. Cenizas es una opción menos usada, pero adoptada por el cine para varias comedias de enredo.
De cualquier de estas maneras, la moraleja es la necesidad de darle vida eterna a los muertos. Extraño juego de palabras...

martes, 4 de mayo de 2010

RG 28: Made in Polonia

La taza descuartizada en el piso, con los pedacitos esparcidos de un pasado que fue un todo. El líquido empetrolando el piso plastificado, manchando el living más con dolor que con el poder de su esencia. El cuerpo despatarrado, herido por la caída, un poco; devastado por el tiempo, mucho. Y la cabeza, el cerebro, el que manda, el que gobierna, en perfecto estado como para entender todo lo que pasa. Todo lo que no pasa...
-Yo quiero tomar mi café por día. Yo quiero fumar mi cigarrillo por día.
-¡Pero te hace mal!
-No me importa.
-Sos grande, te tenés que cuidar.
-Por eso, soy grande, ya viví.
-Podés vivir más, mejor...
-¿Para qué, para durar? ¿A los 88 años pensar en durar un par de años más y privarme de un café o un cigarrillo?
-Es que así, te hará peor todavía y el final será doloroso.
-¿Qué es más doloroso? Quiero mi final, elegir mi final. Rápido, lento, con café, sin azúcar, con edulcorante, con cigarrilo o sin humo.
-...
-Elijo yo.
-Mañana vamos al médico.
-Elijo yo.
Pasaron los días. Llegaron los diagnósticos. Implacablemente previsibles para un cuerpo de casi nueve décadas, erosionado por el paso del tiempo, con historias contadas, historias guardadas, historias leídas e historias vividas. Fue niño en Polonia y adulto en Argentina. Fue exitoso de hombre y es melancólico de viejo.
¿Cómo definir la melancolía? ¿Se puede tocarle el timbre a la muerte sin añorar aquellos tiempos de vida sin tazas de café rotas? Tal vez la vida se mida por cuando se rompe y cuanto se sana. Que se destruye y que se construye.
Al día siguiente pasó lo de siempre. Atragantó los mismos dolores, rompió la taza diaria, se cayó por décimo día consecutivo. Recordó el pasado. Lloró sin llorar, con lágrimas imaginarias que brotaban de sus ojos y le caminaban por la cara. Se peleó con los que lo querían ayudar, y repitió como lorito: "Es mi vida. Es mi final. Soy yo".
Pero esta vez hubo una diferencia en su insípida rutina. Se acostó más tarde que de costumbre. Un poco del canal de historia, y otro poco de alguno de deportes. Se quedó dormido en el sillón del living, que lucía resplandeciente por el reciente paso de un trapo de piso con fragancia perfumada. Entonces, soñó que tomaba café y fumaba un cigarrillo... Hasta saboreaba un whiskicito de a sorbos, degustándolo, poquito a poquito, hasta sacarle la última gota de placer. Y sonrió dormido. Soñó el sueño que quería soñar.

martes, 27 de abril de 2010

Miligramos

En algún lugar de la ciudad de Buenos Aires, alguien planteó una disyuntiva por demás enriquecedora: ganas o necesidad. Póngase en un platillo de una balanza equis cantidad de una y exactamente la misma de otro: ¿qué pesa más?
Las preguntas vuelan. ¿El chino del súper se mueve por ganas o por necesidad? ¿El parrillero de los sandwiches de vacío? ¿El kioskero de al lado de casa que ve pasar la vida, o que pasa por la vida...?
Cada uno maneja sus propios valores de kilos o gramos. No hay receta para la felicidad. Tampoco la hay para establecer el peso de las ganas y el peso de la necesidad. ¿Alguien sabe cuántos miligramos pesa cada una...?

martes, 20 de abril de 2010

RG 27: GPS (Gabriela Paola Suárez)

"Que se joda por hijo de puta", pensó mientras se bajaba la minifalda y dejaba el descubierto la bombacha colaless roja que tan bien le quedaba. "Que se joda por recontra hijo de mil puta. Estamos a mano", se fastidió dos horas después, cuando el sexo con el insípido compañero de oficina, con sabor a venganza y sin nada de gusto a placer, había concluido.
En la vereda del albergue transitorio, pese a que noviembre ya mostraba su noche, Gaby se puso sus anteojos oscuros para tapar la vergüenza del engaño, y le dijo a su amante de ocasión: "Primera y única vez. Y mañana, en el trabajo, ni media palabra a nadie. ¿Entendiste?". El asintió sin importarle, total ya se había sacado las ganas que le tenía desde que la vio por primera vez, tres años atrás, con su largo pelo rubio revoloteándole por sus contornos.
Gruñendo fastidio, se tomó el primer taxi que pasó a media cuadra, no contestó ninguna de las frases cancheras del chofer, llegó, se sacó las botas, preparó las milanesas, y sirvió la comida. Sabía que a su marido le dolía la cabeza, por eso le dejó, al lado de la gaseosa, un vaso de agua con una pastilla blanca.
-¿Que tal tu día en el negocio, mi amor?
-Bien. Bah, mal. Lo de siempre. Poca venta, mucha deuda. Y un enano que me martilla la frente. ¡Qué dolor!
-¿Por qué llegaaste de nuevo tarde?
-Porque nos quedamos haciendo un inventario y después lleve al cadete hasta su casa. Pobre, no tiene un mango y tiene que alimntar a sus dos hijos... ¡Qué dolor, mi cabeza!
-Tranquilo, tomá esto y vas a estar mejor...
Apenas pudo terminar la milanga con fritas. "Me caigo de sueño", balbuceó mientras se iba a la cama antes de que la pastilla para dormir hagan efecto. Se acostó, se tapó, y en cinco segundos ya estaba nocaut. Gabriela aprovechó que el Negro tenía varias horas por delante sin abrir los ojos. Pensó en algo macabro. Estaba segura que él lo engañaba, y creía que era con la pendeja del local de enfrente. "Maldito hijo de puta", le gritó en la cara a su marido, que soñaba el sueño que quería soñar.
"Ya sé. Te cagué, puto". Tomó las llaves del auto, prendió el motor, apretó las teclas del GPS y siguió las indicaciones. "¿A La Boca?", pensó al ver las calles y el camino por seguir. "¿Me cambia por una negrita de La Boca...?". Llegó a destino y en la puerta vio un cartel que decía: "Comedor cominutario: hoy lentejas". Gaby entendió poco. "¿Será cocinera?", pensó mientras una señora de unos 60 años, con mucha cara de buena, se le acercaba.
-¿Te puedo ayudar en algo?
-Eh, sí. No. Puede ser.
-¿Cómo te llamás?
-Gabriela Paola Suárez.
-Decime, me gustaría poder serte útil.
-¿Ves este tipo de la foto? Bueno, yo soy... Eh, yo soy... Una amiga, eso. Y le tenía que dar un mensaje y sé que él viene a veces acá. Creo que conoce a alguien y tiene una relación. O algo así.
-¿Acá? Que raro... No creo, che. Dejame ver la fotito esa.
La señora con cara de buena estalló en una carcajada. Le costó recuperar el aire. Hasta se le escapó una lágrima de la risa.
-Este es el Negrito Suárez. El nos da una gran mano con el comedor. A veces nos da comida, a veces saluda a los abuelos, o a los pobres que vienen por un plato de comida. A veces canta alguna canción... Entendés... Viene cuando puede, porque su mujer no lo sabe, porque a él le da vergüenza decirlo. ¿Cómo me dijiste que te llamabas?.
-No importa. Me voy. Chau.
-Pero espera, rubia. ¿Le pasó algo al Negrito?
-No, está muy bien. Es un gran hombre. Y yo soy una hija de mil puta.
-¿Qué?
Gabriela salió corriendo. Tardó 13 minutos de La Boca a Flores. Pasó 6 semáforos en rojo y 10 en amarillo. Se rompió un taco en el pasillo del edificio en su desesperación por llegar rápido. La conciencia carcomiéndole el alma le había hecho olvidar que en su cama matrimonial alguien dormía bajo los efectos de una implcabale pastilla para dormir. "Soy la peor", se maldijo. Lloró en el baño, allí donde se llora el dolor que no se comparte. Con la ducha escupiendo un agua rabiosa para lavar tanto fuego de sucio pecado que le quemaba por dentro.
A la mañana siguiente, el Negro se despertó con un beso de lengua. "Te preparé el desayuno que te gusta: tostadas con dulce". El sonrió. "Ya no me duele más la cabeza", susurró. "Tranquilo. Yo te voy a cuidar. Siempre. Esto es para siempre...".

viernes, 16 de abril de 2010

Di Caprio

Una tibia película con mensaje. Una de suspenso sin tanto suspenso. Una de miedo que promete terror y asusta poco. Una trama que deja una idea dando vueltas por la cabeza.
La isla siniestra es un film que no será recordado por mucho tiempo. Tampoco por poco: difícilmente sea recordado. Con una idea de guión demasiado poco creíble, quedan muchas puntas sin unir en esta soga que nunca se extiende por completo. Muchos nudos enriedan la pantalla.
Leonardo Di Caprio intenta dar credibilidad. No lo ayuda la historia, tampoco lo ayuda su talento. Sólo queda para la reflexión cierta incógnita en el final, cuando se abre la puerta de la duda sobre el personaje principal: ¿Está loco y sufre de delirio o hay una confabulación en su contra para volverlo demente?
Sería, ni más ni menos en el traspaso a la vida real, la eterna broma de si los locos están adentro o afuera. Quien esté libre de pecados que arroje la primera piedra.

jueves, 15 de abril de 2010

Vital

No era precisamente una mañana de sol, como cantaba Luca Prodán en el tema que motivó el título de este blog. Era, más bien, una tarde de lluvia, de esas escapadas de un bolero triste y meláncolico. Pero sí se estaba en el Abasto, a dos cuadras del ex mercado en devenido en moderno shopping. Quizá sea la zona de Buenos Aires más cosmopolita, por la mezcla de razas y religiones que lo habitan.
Allí, en el corazón de esa jungla dentro de la jungla que es la gran capital, se levanta uno de los mercados para mayoristas más importantes de la ciudad. Dos horas dentro sirven para sacar algunas conclusiones. Como por ejemplo, porque en cada barrio hay un súper de chinos.
14 horas por día. Los siete días a la semana. Eso es lo que trabajan los inmigrantes asiáticos al frente de sus locales. Y saben como cuidar su economía. El hiper local del Abasto parecía Pekin. Decenas de carros cargados en su totalidad llevados por hombrecitos de ojos razgados, que van y vienen, viene y van. Conocen el lugar como la palma de su mano. Un eslabón más en la cadena de la vida...
A proopósito, y sin que parezca una publicidad encubierta, el hiper se llama Vital. No es un nombre menor para entender porque los chinos hacen lo que hacen.

jueves, 8 de abril de 2010

Sinay

En este espacio rara vez se reproducen textos ajenos. Por sugerencia de una voz amiga, se recuerda un cuento de Eduardo Galeano repoducido en este blog. Aquí va la segunda excepción a la regla. Un escrito de Sergio Sinay publicado en la revista dominical del diario La Nacion. Comienza con una pregunta de un lector y sigue el desarrollo del autor con conceptos muy claros e interesantes. Se titula: "En el lugar del herido". Ojalá quien esté del otro lado del monitor lo disfrute tanto como lo disfrutó quien respira de este lado.

Señor Sinay: Hay situaciones en las que el perdón se confunde con justicia. Es decir, ante hechos aberrantes cometidos por personas, como el abuso sexual, hay quienes aducen que hay que perdonar y olvidar lo que pasó. Otros, como yo, aspiramos a la justicia por esos hechos. Por eso, nos dicen que no tenemos capacidad de perdonar. ¿Se puede hacer justicia y perdonar a la vez? ¿O si se perdona no se puede hacer justicia? Hugo Quintana (33 años).

"Las relaciones entre olvido y perdón son sensibles y complejas. ¿Es el mismo el perdón que se pide y el que se da? ¿Es justo que quien ha sido ofendido, lastimado o humillado no vea reparado su dolor y que quien ofendió, humilló o lastimó no cumpla con esa reparación? ¿Es siempre posible reparar? Hay heridas de tal profundidad que el dañado sólo puede perdonar si logra convencerse de que no existieron. Es decir, si consigue negar parte de su propia historia y condición. El simple hecho de pedir perdón no es suficiente si no hay acciones reparadoras. Pero un acto no es reparador según el juicio del ofensor, sino según el sentimiento del ofendido. Por otra parte, olvido y perdón no son sinónimos. Y si se confunde olvido con pérdida de la memoria no habrá reparación. Como suele repetir la psicoterapeuta y escritora Elisabeth Lukas ( Una vida fascinante, Psicoterapia en dignidad ), quien perdona y olvida, olvida lo que perdona. En este caso, no hay procesos de transformación ni aprendizajes".
"Muchas veces, la invocación al perdón opera en favor de los ofensores. Esto es riesgoso, ya que en las interacciones humanas abundan las heridas provocadas por falta de respeto, manipulación, avasallamiento, egoísmo, perversión, corrupción, especulación. Son muchas y constantes, tantas como para que los ofensores constituyan una masa crítica considerable, inclinada a presionar en favor de las "bondades" del perdón. Pero el perdón no es una abstracción. Cuando se pregona indiscriminadamente -"hay que perdonar"-, se le quita contenido a ese valor. Perdonar se convierte así en un hecho mecánico y automático. Si no se acata la consigna, el lastimado corre riesgo de ser considerado ahora como el nuevo ofensor, y el ofensor pasa a ser el ofendido. Con esto sólo se consigue agregarle resentimiento y confusión al dolor".
"Por todas estas cuestiones conviene, desde mi punto de vista, ponderar el otro factor que convoca nuestro amigo Hugo: la justicia. El perdón, en muchos casos flagrantes y dolorosos, no reemplaza a la justicia, no puede hacerlo. La presencia de la justicia, en cambio, no hará de por sí que el ofendido olvide lo inolvidable, pero puede contribuir a que donde está la herida empiece a formarse una cicatriz y advenga algo de calma. Hacer justicia y perdonar no son acciones vinculantes. Hacer justicia ayuda a crear una sociedad confiable, en la que los hechos aberrantes no estarán ausentes, pero habrá sanción y reparación. Esto vale también para el orden íntimo y privado".
"El perdón no surge por decreto ni por mandato. Nace de profundos movimientos que se dan en un lugar tan sagrado, inviolable y misterioso como es el fondo del corazón humano. Quien perdona por obligación, por temor a no ser querido o a ser excluido o criticado, quien perdona por conveniencia o por miedo, quien perdona porque "debe" hacerlo, no perdona. Cambia el nombre y la dirección de su dolor, quizá lo convierta en resentimiento, acaso lo dirija a lugares o personas indebidas o hacia sí mismo, enfermándose psíquica, física, emocional o espiritualmente".
"A todo esto, es curioso que en las discusiones acerca de olvido y perdón se ponga más el acento en el ofendido que en el ofensor. Es éste quien debe una reparación. A veces esta es imposible, pero eso no quita la obligación moral de intentarla. Es el ofensor quien debe reconocer (si es posible, ante el lastimado) su acción y las consecuencias de esta. Es quien debe costear la situación y prometer (promesa que deberá sostener con acciones) que la herida no se repetirá. La respuesta del ofendido dependerá de lo añejo y profundo de su lastimadura y de la justicia y empatía con que haya sido atendida. "El perdón -dice André Comte-Sponville en su Diccionario filosófico - no es la absolución que suprimiría o borraría la culpa, cosa que nadie puede. No es el olvido, que sería infiel e imprudente." Así como esta página se abre con preguntas, resulta imposible, en este tema, cerrarla con certezas. La prioridad es ponerse en el lugar del lastimado. Y hablar desde ahí".

domingo, 4 de abril de 2010

RG 26: Papá, mamá, el primogénito, el menor y Tinelli

"¿Algún día van a dejarle de rezarle a la televisión", le espetó esa noche a su padre, su madre y su hermano mayor, que veneraban al Dios Tinelli en su versión número 854 de Bailando por lo que sea. Es baile, más fuera que dentro de la pantalla. Papá lo miró con cara de odio y le dijo: "Cada día estás más puto". Franco, el primogénito, atacó: "Te hacés el inteligente con esa musiquita y esos libros y vas a vivir y morir más bruto que nosotros. Cerrá el orto. No, eso te cuesta…". Mamá, en un silencio dañinamente cómplice, completó la escena.
Los auriculares que le cuelgan de las orejas ya son una extensión más de su cuerpo. La melodía es más evasión que sonido. Cada Do, cada Re, cada Si, implica escuchar una agresión menos, recibir una ofensa menos, engendrar una cicatriz menos. "La familia no se elige", le repetía una y otra vez a quien quisiera escucharlo. Desde que oficializó su condición de gay, fue condenado al exilio del amor. Tenía demasiados miedos como para salir al mundo exterior, demasiados odios como para escapar de su mundo interior.
Cuando las chicas de Tinelli dejaron de mover sus curvas en la pantalla, la familia se recluyó en sus mundos individuales. Papá tardó 5 minutos en acostarse, abrirle las piernas a mamá, acabar y dormirse. No, perdón, esta vez fueron cuatro minutos 57 segundos. Mamá quedó con los ojos abiertos y el corazón cerrado. Imaginó su día siguiente, calcado al de ayer y al de mañana, con rutina de supermercado, cocina, limpieza y una noche con cinco minutos de algo parecido a sexo y media hora de desvelo. En la pieza de al lado, el primogénito saboreaba Playboy TV, mientras soñaba con las mujeres que nunca iba a tener y veía pasar las que la tómbola de la vida le dejaba a su alcance.
-No podés volar tan alto, lo criticó un día el menor.
-¿Y vos de qué me hablás? ¿Te viste al espejo?, fue la respuesta ciega y agresiva.
-Eso, el espejo. Pero tu espejo, no el mío. Siempre lo mismo: te hablo de vos y derivás en mí. Un día, si querés, hacemos un repaso de mi vida llena de errores. Tengo muchos. Es más: creo que me alimento de equivocaciones y ni de postre consigo un acierto… ¿Pero no podés mirarte al espejo, tu espejo, una sola vez en la vida?
-Lo rompí, putito.
Nunca olvidó esa contestación. Fue la primera que vez que alguien de su familia le decía putito. La primera de cientas. De miles. El problema no era concepto. Lo que hería era el tono. Despectivo, sangrante, rabioso. Resultó como una semilla enterrada en lo profundo de su tierra, que se regó día a día con sol artificial y agua de lágrimas. Muchas.
Papá, mamá y primogénito ya habían conquistados sus mundos privados. El menor esperaba que llegué la repetición de Dexter, su única conexión con la caja boba. En esta noche, sus auriculares destilaban energía y rabia. Nada de pop meloso, mucho de punk y guitarras distorsionadas. Y en la pantalla, el noticiero con la historia del día: Juan, el gay asesino habla desde prisión.
El título del informe llamó su atención. Se sacó los auriculares y comenzó a comer las aceitunas descarozadas que papá había dejado en la mesa. "Me despreciaron mucho tiempo por ser homosexual. Fue un ataque de furia. No lo volvería a hacer". El protagonista del relato enfrentaba al micrófono para narrar su historia de sangre. Nunca abandonó la pequeña sonrisa que nacía en su pecho y le dibujaba una mueca particular en la comisura de los labios. El menor miraba con atención: Deglutía la entrevista con un mix de curiosidad, admiración y desprecio.
"Acá soy feliz. Estoy en el pabellón de homosexuales. No tengo nada que ocultar. Nada que reprimir. A veces, si quiero, me puedo delinear un poco los ojos. Otras veces me pongo pantalones apretados. Soy yo. Siempre yo", continuaba el homicida, con la sonrisa que ganaba espacio en el rostro y extendía las fronteras de las comisuras. Una hora después, el dedo rojo discaba el 911. "Maté a mi familia. ¿Me llevan a esa cárcel del asesino gay? Quiero ser yo. Siempre yo".
Dicen que esa noche la policía tuvo que atender récords de llamados de fraticidas. Y dicen que, al día siguiente, Tinelli bajó algún puntito de rating.

domingo, 28 de marzo de 2010

RG 25: Consuelo y soledad, la noche de anoche

Dos pares de media, tres calzoncillos, una remera linda y otra fea, un pantalón gastado y otro sucio. Un buzo por las dudas y la campera de siempre. Peine, desodorante y documentos. "Agarro este paquete de galletitas de agua. Bah, lo que queda, el resto murió en combate. Que raro lo que pasa con las galletitas de agua: no tiene gusto a nada pero la gente las compra. Será como tantas vidas: la gente las vive con gusto a nada y no protesta en ningún kiosco".
Mientras pensaba en la nada y cuestionaba su todo, agarró el bolso con ese puñadito modesto de ropa, cerró con dos vueltas de llave, bajó los dos pisos por escalera porque no tenía ganas de esperar el ascensor, salió a la calle, cruzó, paró un taxi y le dijo: "A Retiro".
Quince minutos después, se paró frente a las ventanillas decidido a ejecutar el plan que tanto tiempo le rondó en la cabeza. Noches y noches planeando, soñando, imaginando. Días y días juntando valor en las esquinas, mendigándose a sí mismo coraje en cada uno de sus órganos. Semanas, meses y años preguntándose el cómo y buscando el cuándo. El dónde no importaba…
-Deme un boleto al primer destino que tenga, le pidió al boletero.
-Salen tres micros en media hora. Mar del Plata, Chivilcoy y Paraná. ¿Cuál te doy?
-Ehhh… Dame… Ehhh… ¿Tenés lugar en todos?
-Sí, de sobra. Es martes, casi medianoche, mitad de mes, no hay feriados cerca. ¿Quién va a viajar a ningún lugar?
-Yo voy a ningún lugar. Yo voy a mi lugar.
-¿Y cuál es tu lugar?
-Ese.
-Aja. No, vos no tenés un lugar. Vos tenés…
-¿Y a vos que carajo te importa? Vos está para venderme un boleto, no para psicoanalizarme. Ya vengo.
Arrastró sus huesos, sus penas y su cansancio hasta las narices de los micros, que esperaban estacionados casi uno al lado de otro. Una rubia que contagiaba tristeza sobresalía entre el pasaje a Mar del Plata. Un hombre de unos 60 años, tal vez menos, tal vez más, hablaba con el chofer del micro a Chivilcoy: "Parece que habrá una gran tormenta en la ruta". Una pareja que segundos antes devoraba a besos subía al primer piso del vehículo a Paraná. "Lo único que me falta: seguro cogen en el viaje", pensó.
Le sobrevoló la idea de masturbarse rumbo a la capital entrerriana. O de consolar a la rubiecita camino a la playa, aunque después recapacitó y se dijo: "No estoy para hablar ni con Dios, ni con el Diablo, ni con la rubia, ni conmigo mismo". ¿Chivilcoy? ¿Y si choca? "¡Mejor, que choque!", vociferó. Un gordo con cara de malo y tatuajes de más malo, lo miró con ganas de pelear. "Perdón, que no choque". El gordo escupió en el piso y siguió su camino rumbo al micro con destino a Nono.
Volvió a las boleterías. La guerra entre su consuelo y la soledad había dejado varios heridos en acción. Eligió otra ventanilla y preguntó: "¿Queda algo para hoy?". "Mañana, a primera hora, es el próximo micro", escuchó de quien sabe quien.
No le interesó ni el dónde, ni el cuándo, ni el cómo. Tomó su mochila, le regaló su remera linda a un pibito que pedía monedas, su buzo a un vagabundo que tiritaba de angustia en la noche de 30 grados de térmica, el desodorante terminó en la basura y el resto de la mochila en los brazos del chorro que nunca falta. "Dame todo o te quemo". "Yo ya estoy quemado, nene", le susurró sin ganas y sin fuerzas.
Subió al taxi marchito y le dijo: "A casa".