jueves, 13 de mayo de 2010

Ernesto Marangoni (EM): Capítulo 1, el Evita Muertes (EM)

"Ni eso te sale bien, Ernesto. Tenés que darle un rumbo distinto a tu vida".
El Flaco Rodríguez vio como su compañero de secundaria, el poroto Marangoni, aquel con el que 20 años atrás fumó su primer cigarrillo, se tomaba la cabeza con las manos en señal de abatimiento. Su vida era un caos. Un problema tras otro, o dos juntos, o tres... Y hasta cuatro.
"Ernesto, algo falla en vos. Ni siquiera te sabés suicidar".
Poroto no contestaba. Solo escuchaba y repasaba en su mente. Le tenía un gran respeto a Rodríguez, por ser el único hombre en el mundo con el que se podía sentar en una mesa, cara a cara, y no sentirse humillado.
"¿Te acordás cuando quisiste tomarte el frasco de pastillas? Que boludo sos, Ernesto. Eran tica tac de mente. Te bajaste un paquete entero y te pusiste a dormir en bolas en la pieza con una nota. Tu abuela casi se muere del susto".
Nunca se explicó como en lugar de Largactil de 100 miligramos en el paquete estaba los caramelitos de menta. "Que ricas son estas pastillas para morir. Debe ser para tener buen aliento cuando te vas a ver con Dios", pensó antes de quedarse dormido, desnudo, y despertarse dos horas después con el grito de la abuela antes de caer redonda contra el piso.
"¡O aquella otra del tren! ¡Que pedazo de pelotudo! Te tiraste, calculaste mal, caíste en el techo y como no te animabas a bajar fuiste de Flores a Moreno...".
Marangoni era un gran arquero. Siempre se tiraba bien a cada pelota. Por eso, pensó que lo del tren sería muy sencillo. Pero justo en ese momento se distrajo por dos perros salchichas que estaban teniendo sexo al costado de la vía. "Hot dog", pensó. "Uy, el tren", dijo y se tiró sin ver que ya estaba por el tercer vagón.
"La peor fue la del hotel. ¿No viste que había una pileta? Parecías Charly García… ¡Que boludazo! Saliste en la tapa de Crónica y todo. Y no sé porque no aceptaste ir a lo de Anabela Ascar. Hoy sería famoso: el pelotudo que no sabe suicidarse".
Desde la terraza del hotel sólo se veía el vacío. La nada. El salto a la gloria. A la eternidad. Claro, justo cayó en el medio de la pileta, repleta en ese febrero de 35 grados a la sombra. Lo aplaudieron cuando salió del agua con su jean gastado y la remera de Mickey Mouse. "Es que quería sacarle una sonrisa a Dios", pensó antes del salto.
-Escuchame, Ernesto.
-Te escucho, Rodríguez.
-Yo que vos me dedico a otra cosa. Dejá la oficina esa de mierda.
-¿Y de qué vivo?
-Tenés que ser un hombre útil para la sociedad.
-¿Qué?
-Negro, traemé dos cervezas más mientras le explico a este boludo. Poroto, si a vos los suicidos no te salen, sos la persona ideal para convencer a la gente que no se quite la vida.
-¿Yo?
-Sí, Poroto. Haceme caso. Naciste para eso... Ernesto Marangoni... EM... Sí, el Evita Muertes... Hoy nace el Evita Muertes. Negro, ¿qué pasa con las cervezas?

2 comentarios:

  1. jaja en el título pensé que era un relato sobe la "compañera"...

    Muy bueno!

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  2. Y sí, hay gente que nació con un don. EM llegará a desarrollarlo? Ya mismo leo la segunda parte.


    Besos

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