sábado, 22 de diciembre de 2012

Payaso Bomboncito 4: Piña va, piña viene



Si algo le sobra a Bomboncito, ese algo es espíritu de lucha. Por más que acumule fracasos, como el de la semana pasada en la escuela. Pese a la lluvia, quiso sacarle una sonrisa a los pibes del barrio. “Hola soy el monstruo Bomboncito”, gritó apareciendo de la nada a la salida de clases. Claro, los chicos vieron esa imagen del payaso mojado, con la cara manchada porque el agua le había corrido el maquillaje, y se pusieron a llorar. Un par, muertos de miedo, cruzaron la calle solos y casi los pisan. El escándalo, con carterazos varios de las madres al payaso malherido, derivó en una denuncia policial y que Bomboncito pase una noche en la comisaría.
En la celda tuvo suerte. Se salvó de una golpiza porque uno de sus seis compañeros del calabozo de dos por dos se apiadó y convenció al resto. “No vale la pena, muchachos”, le dijo al resto. “¿Pero no escuchaste el chiste pelotudo que contó?”. Bomboncito quiso animar el mal momento y sacó un as de su galera: “-¡Hola! ¿Hablo con el 55565432?”. “-No, pero espere, lo voy a buscar a su celda”. Se salvó porque el fin del mundo no existe, pero los milagros sí.
Pero, está claro, Bomboncito tiene espíritu de lucha. Por eso ideó un plan infalible: ir a un baile de disfraces de fin de año. Total, el ya tenía la vestimenta y el maquillaje. Sólo tenía que hacer reir. Y hasta tal vez de rebote ligaba algún beso robado. Es que para apaciguar el dolor, el mejor analgésico son los besos robados y las sábanas revueltas.
Se puso su mejor perfume, el desodorante de la propaganda (“si tengo éxito voy y le compró todo el stock al chino”, pensó) y, por las dudas, en un bolsillo, una caja de preservativos. Entró al salón y miró: sobresalían Shrek, Tarzán, Barney, Batman y Gatúbela, un cura con un muñeco de un nene a su lado, un hada, una marinerita, y una Caperucita roja radiante, hermosa, con el pelo largo y las tetas bien grandes, como le gustan a Bomboncito. Y un payaso… ¡¡¡UN PAYASO!!!
-¿Qué hacés acá?, lo increpó Bomboncito.
-Soy el payaso cordobés ivos. Y vine a esta fiesta a levantar guasas. ¿Y vos?
-No hay espacio para los dos.
-Bueno, andate, yo llegué primero. ¿Y vos?
-Yo llegué segundo, pero yo soy el famoso payaso Bomboncito. Y no me digás ¡Y vos! Me revienta que me digan eso!
-Yo en Córdoba hago shows en las plazas para 100 personas. ¿Y vos?
-No importa, yo tengo mejores chistes. Seguro. Escucha: "-Un carbón le dice a otro: ¡te invito a un asado!  "Dale, me prendo!".
-No, guaso. Ese es muy malo. Así no se hace. Mejor este: "Hola Caperucita, te voy a dar un beso donde nadie nunca te lo ha dado!". Y la guasa contesta: "Bueno lobo, ¿Será en la canasta?". Ese es bueno… ¿Y vos?
Justo en ese momento la caperucita de pelo largo y tetas muy grandes pasaba detrás de los dos payasos. “Que buen chiste cordobés”, le dijo y le dio suave e irresistible beso en la comisura de los labios. “Espera, mirá, yo hago figuras con globos”, atacó Bomboncito. Sacó un profiláctico del bolsillo, lo infló, dijo “un consolador” y lanzó su grito de guerra: “Cha chaaan”. Caperucita lo miró con desprecio y le dio un largo beso de lengua a ivos, el payaso cordobés. “Me voy con ella. ¿Y vos?”.
Fueron dos trompadas a la cara del cordobés y una semana en prisión. Ese tiempo le sirvió para pensar mucha sobre su vida. Para, pese a todo, soñar cada noche con la Caperucita que seguro estará en brazos de otros. Y para entender que los chistes de presos, a los presos no les gustan. Lo entendió después de decir: “Están dos presos en la cárcel y uno le pregunta al otro: “Porque estas aquí”. Y el otro le responde: “Porque no me dejan salir”. Esta vez no hubo nada que hacer: se ligó otro puñetazo en su cara maquillada por los golpes de la vida.