viernes, 29 de mayo de 2009

Click

De nuevo en la parrilla. ¿Será un lugar de catarsis popular? Tiene una barra a todo lo largo, que será de unos tres metros. Unas tres sillas de un lado, el asador del otro. Y afuera, en la calle, otras tres mesas que ahora lucen bajo un toldo para que el frío no castigue. Igual no lo hace, hay calor de hogar.
Está claro: no hay misterios, ni lujos, ni estridencias. Es una parrillita como cientos. Modesta, típica de barrio. Pero ahí se cocinan carnes e historias. Todas sabrosas, a punto.
El plato de la señora de unos 60 años estaba vacío, sólo habitado por algunas miguitas de pan. Ahí, de la nada, ya pipona por la cena, nació la afirmación: “¡Qué lindo fueguito! Está para sacarle una foto”. El parrillero, el padre de los dos hijos que viven en el Abasto, abrió sus grandes ojos negros cuando vio que del bolso de la comensal salía una cámara. Apretó un botón y un zoom, modesto pero eficaz, se desplegó con todo su esplendor. Click. Dio dos pasos en busca de otra toma. Otro click. “Me gustan los fuegos. Y estas fotos las voy a mandar al concurso Gente de mi ciudad. Lo hace el Banco Ciudad”.
El pollo ya estaba envuelto y listo para llevar. También las papas fritas

miércoles, 27 de mayo de 2009

El Parrillero

Le dije: “Dame un pollo con papas fritas”.

Me dijo: “Tengo tres pechugas, maestro. ¿Te va?”

Le dije: “Sí, dale, todo bien”.

Con el parrillero de la otra cuadra no habíamos cruzado más palabras que: “¿Jugoso o a punto?”. “Jugoso”. No tengo idea cómo en el tiempo de cocción del pollo y sin que yo recuerde haberle preguntado nada, me contó su vida. Con un poder de resumen y con una claridad conceptual envidiable.

“Yo vivo en Avellaneda. En lo de mis tíos. De ahí no me muevo más. Me levantó a las siete. Media hora después salgo en la moto y pasó a buscar a mis hijos por lo de mi ex a las 8 por el Abasto y los llevo a la escuela. Después me compró unas facturas y vengo para acá. A las 16, salgo, me voy a buscar a mis hijos a la salida del colegio, y los llevó un rato a la plaza. A eso de las 19 los dejo en su casa. Esta el marido de mi ex y la nueva hija. Pero el chabón no es malo, no tiene nada que ver. Y de nuevo vuelvo a la parrilla, hasta las 12, que cerramos y voy para casa. Así todos los días, pero los sábados cuando salgo a las 12 de la noche los pasó a buscar y me los llevó a Avellaneda porque el domingo no trabajo. Yo doy la vida por ellos. Son todo…”

Hizo una pausa y me dijo: “¿Querés chimichurrí o salsa criolla”.

lunes, 25 de mayo de 2009

Felicidad

La china del súper (¿en realidad será china, coreana, japonesa o de por ahí?) bosteza. Abre grande la boca y achina más sus ojos ya achinados por naturaleza.
-Treintacuatro setenta, me dice, mientras embolsa las gaseosas, las patitas de polo y el queso.
-¿Mucho sueño?
-Sí, sueño. Mucho. Por pescado. Cortando pescado.
-¿Pero acá no venden pescado?
-No, no, no. Vender no. Comer. Comer pescado.
-¿Y tanto cortaste?
-Sí, mucho pescado. Cansada. Mucho.
-¿Y por qué no comés carne?
-No, no, no. Carne no. Me gusta pescado. Pero cansada. Tomá vuelto.
La china, o coreana, o de donde sea, bosteza de nuevo. No la veo. Le escucho el bostezo. Sigo mi camino, aunque hay un tema que da vueltas en mi cabeza desde hace varios días, y que la china hizo que reapareciera. ¿Será feliz? ¿Le gustará trabajar 12 horas por día, todos los días, llegar a su casa y cortar pescado (mucho pescado)?
En realidad, la duda es otra: ¿Si es feliz, cuánto? Ese es el punto: ¿Cómo se mide la felicidad? ¿La china, con su vida previsible, es más feliz que el taxista de anoche, que filosofaba de la vida como si hubiese vivido en la Antigua Grecia? ¿Y si es la reencarnación de vaya uno a saber que pensador? Y entre la chica, y el taxista, ¿cómo me ubico?
Dicen, repiten, que lo importante es competir. No se trata de ganar siempre, enuncian los sabiondos de turno que supuestamente saben más que uno. Supuestamente. Pero es inevitable competir. Miro a la china y pienso en su felicidad. Miro al taxista y pienso en la suya. Y me miro a mi mismo, al de ayer, al de hoy, al de mañana, y pienso en la mía…

viernes, 22 de mayo de 2009

Bob Esponja

Calamardo está cansado de la risa continua, molesta y ruidosa de Bob Esponja. Entonces...
Calamardo: -Bob (con termómetro en la mano), tienes 79 grados de fiebre. ¡Estás muy enfermo! Si te reís todo el tiempo se te va a romper la caja de risas.
Bob: -¿Qué es eso?
Calamardo: -Es lo que nos permite reír, y si la usás muy seguido, se rompe.
Bob: -¿Eso te pasó a tí?
Calamardo: -¡Bob, tienes que dejar de reirte todo el tiempo!
Bob: -¡Oh, nooooo!
Hay muchos Calamardos en la vida. Pero un secreto: en algunas covachas saben reparar las cajas.

House

House tiene dolor. House no es feliz. House toma metadona. House no tiene más dolor. House es feliz.

Pero House falla en el trabajo. Porque es feliz. Eso lo hace infeliz.

House deja la metadona. Y vuelve a ser infeliz. O feliz.

jueves, 21 de mayo de 2009

Explicación del génesis

Desde esta computadora ya nació un blog. Intimo, muy personal. Demasiado.
Desde esta computadora ya había nacido antes otro blog. Más informativo, que con el tiempo mutó en novela. Para entendidos.
Hay cosas de uno que pueden ser públicas. Hay cosas de otro que también.
Entonces, papá y mamá se juntaron blogs y tuvieron un hijito al que tenían que ponerle un nombre.
¿Roberto? ¿Esteban? ¿Postcrucificción? ¿Vivir solo cuesta vida? ¿Lastima bandoneón?
Los nombres iban y venían. Hasta que uno conquistó a mamá y papá blog: mañanadesol. Por el sol, por la luz, por ser el comienzo de una de las canciones más bellas jamás escrita.
Alguien avisó: no vale la Ñ. ¡Maldición! No importa, ese es el nombre, sino es mañana, será maniana. Está decidido.
Por eso, aquí debajo, asoma la primera maniana de sol. Por muchas más.

Genesis...

Mañana de sol,
bajo por el ascensor,
calle con árboles,
chica pasa con temor.

No tengas miedo, no,
me pelé por mi trabajo,
las lentes son para el sol
y para la gente que me da asco.

No vayas a la escuela
por que San Martín te espera,
estás todo el día sola
y mirás mi campera.

Tomates podridos
por las calles del Abasto,
podridos por el sol
que quiebra las calles del Abasto.

Hombre sentado ahí,
con su botella de Resero,
los bares tristes y vacíos ya,
por la clausura del Abasto.

José Luis y su novia
se besan por ahí en el Abasto,
yo paso y me saludan
bajo la sombra del Abasto.

Parada Carlos Gardel,
es la estación del Abasto,
Sergio trabaja en el bar
en la estación del Abasto,
piensa siempre más y más,
será por el aburrimiento.

Subte Línea B
y yo me alejo más del cielo,
ahí escucho el tren,
ahí escucho el tren,
estoy en el subsuelo,
estoy en el subsuelo.