viernes, 29 de mayo de 2009

Click

De nuevo en la parrilla. ¿Será un lugar de catarsis popular? Tiene una barra a todo lo largo, que será de unos tres metros. Unas tres sillas de un lado, el asador del otro. Y afuera, en la calle, otras tres mesas que ahora lucen bajo un toldo para que el frío no castigue. Igual no lo hace, hay calor de hogar.
Está claro: no hay misterios, ni lujos, ni estridencias. Es una parrillita como cientos. Modesta, típica de barrio. Pero ahí se cocinan carnes e historias. Todas sabrosas, a punto.
El plato de la señora de unos 60 años estaba vacío, sólo habitado por algunas miguitas de pan. Ahí, de la nada, ya pipona por la cena, nació la afirmación: “¡Qué lindo fueguito! Está para sacarle una foto”. El parrillero, el padre de los dos hijos que viven en el Abasto, abrió sus grandes ojos negros cuando vio que del bolso de la comensal salía una cámara. Apretó un botón y un zoom, modesto pero eficaz, se desplegó con todo su esplendor. Click. Dio dos pasos en busca de otra toma. Otro click. “Me gustan los fuegos. Y estas fotos las voy a mandar al concurso Gente de mi ciudad. Lo hace el Banco Ciudad”.
El pollo ya estaba envuelto y listo para llevar. También las papas fritas

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