martes, 9 de noviembre de 2010

Rock 5: Caries (El Otro Yo)

Todo comenzó
mirándonos, mirándonos, mirándonos
yo y mi timidez
ahogándome, ahogándome, ahogándome

Juan Carlos sonrió con timidez. Como siempre. Como cada cosa que hacía en su vida, una vida marcada por esa timidez que se apoderaba de su ser muy a menudo. Y lo ahogaba. Lo asfixiaba. Lo dominaba. Lo asesinaba.
Desde hace algunos meses compartía la oficina con Diego, diez años menor que él. Se cruzaban pocas palabras, casi ninguna. Pero esa sonrisa, su sonrisa, motivó una similar de su compañero.
-Buen chiste, Juanca.
-Gracias, Dieguito. Tu sonrisa es muy linda, ¿sabes?
-Ja, ¿en serio? Nunca me lo dijeron.
-Sí, es especial... Lindo... Digo, linda, la sonrisa.
-La tuya es contagiosa. La mía es de estúpido.
-¡No, tonto!
La jornada laboral terminó. Diego se fue a jugar al fútbol. Juan Carlos a soñar despierto un sueño irreal, de esos que más se sueñan en la vida. Se reencontraron al día siguiente, entre archivos contables, programas de Excell y balances aburridísimos.
-Diego, sabés, anoche pensé mucho en vos...
-¿Por?
-¿Quién te dijo eso de que tenés una sonrisa estupida?
-Mi novia.
-Ah, tenés novia... Nunca me dijiste.
-Nunca me preguntaste.
El diálogo se cortó de golpe. Un aire frío invadió la oficina, aunque era diciembre y el termómetro marcaba 30 grados y en ascenso. "¿Te pasó algo, Juan Carlos?". "No", fue la respuesta seca. El día siguió sin una sola palabra entre ambos.
Al siguiente, Juan Carlos, gentil, le convidó gaseosa. Al rato, Diego cayó fulminado. Al rato, llegó la policía y encontró el cadáver. La autopsia reveló envenenamiento y el detalle que a la víctima le faltaba un colmillo. En el departamento de Juan Carlos, detrás del título de odontólogo falsificado, los investigadores encontraron una bolsita con seis colmillos. Cada uno tenía anotado una fecha y un nombre. El más nuevito, todavía con un poquito de sangre, decía: Diego, 23 de diciembre de 2009.
Una tarde del siguiente otoño, en la cárcel, Juan Carlos pudo vencer su timidez y comenzó una charla con un guardia diez años menor, de buen aspecto. Hubo un chiste, hubo otro, el presidiario rió y el oficial le dijo. "Tu risa es contagiosa". Juan Carlos sonrió de nuevo, y miró directamente a su colmillo.

http://www.youtube.com/watch?v=6AMPKNcj5bs

2 comentarios:

  1. y tenía que llegar la sangre nomás
    me gustó la vuelta que le diste al final

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  2. Muy bueno!

    El problema será la timidez o la forma de canalizarla? La condición innata o la decisión premeditada?

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