sábado, 19 de diciembre de 2009

RG 19: Julieta y Romeo, otra historia de amor

-¿Pero vos está segura? Mirá que no tenés ningún compromiso, ¿eh?

-Sí, estoy segura. Muy segura.

Julieta no dudó. Nada. Ni una milésima de segundo. No la ataba más que su convicción. Y el nudo era muy fuerte. Tanto que era imposible de desatar. Era un nudo interno, amarrado a un deseo muy profundo. Un deseo que nacía en sus entrañas y quería ser realidad. Lo exigía. Sin razón. Con razón...

En la otra habitación estaba Romeo. No escuchaba. No tenía idea de lo que se trataba, aunque él era el protagonista central de la decisión de esa chica-mujer, muy grande para llamarse chica, y todavía pequeña para considerarse mujer.

Mientras espiaba el futuro y saboreaba con los ojos los manjares que le ofrecía la vida, Romeo vivía su adolescencia a pleno. Exitoso estudiante, exitoso proyecto de futbolista, exitoso pichón de músico. No pedía nada, aunque el mundo le daba todo. Pero alguien canta por ahí que nunca es justa la felicidad. Entonces, el destino burlón le sacó la lengua. En realidad, le sacó mucho más que eso: le sacó el futuro.

Decenas de veces lloró. Centenares maldijo. Miles se preguntó porqué. Y nunca nadie le dio la respuesta adecuada. Ningún Dios de ninguna religión bajó de su pedestal a explicar lo inexplicable. Los Dioses no bajan a la tierra cuando más se los necesita, y sólo atienden via satélite. Así cualquiera…

"Esclerosis múltiple", fue el maldito diagnosticó. "Maldita enfermedad", fue el nombre de la canción que Romeo le dedicó a su cruel destino. Pasaron los meses, pasaron los años. Las piernas no gambetearon más rivales desde la silla de ruedas. Las manos, volátiles e incontrolables, no tocaron más teclas de ningún piano. La voz gorriona no pío más: se le hizo lenta y sin ritmo. El humor, bendito humor, se le mantuvo inalterable pese a que tenía todos los motivos para sentirse el más desdichado de la historia.

-¿Vos estás segura; Juli?

-Sí, quiero ser yo quien lo desvirgue.

Cuando todavía la escuela secundaria los tenía como protagonistas de su historia en un barrio del Oeste bonaerense, Romeo y Julieta se cruzaban miradas, intereses e intenciones. No hubo balcones, ni Montescos ni Capuletos. Ni ningún Shakepeare escribiendo una historia de amor. Todo estaba por pasar cuando todo quedó inconcluso. Tantas veces la vida abre la ventana del paraíso, muestra sus encantos, ofrece promociones de todo tipo, y después cierra la puerta con furia despiadada. Y las narices quedan ahí, a centímetros de la madera, tan cerca del otro lado que se puede oler los placeres que nunca llegarán.

Pero ya no eran secundarios, quedó claro. Juli dejó el jumper en el ropero y sacó el uniforme laboral. Dejó a un costado esa niña crecidita para ser esta mujer todopoderosa. Dejó los sueños enamorados de una Sub 18 por esta sensación de justiciera de la vida. Sí: a veces los superhéroes de la cotidianeidad viven a la vuelta de la esquina, toman colectivos y se suenan la nariz como todos nosotros. Y en sus pañuelso quedan mocos verdes.

Fueron dos orgasmos de Romeo. Dos veces su silla de ruedas se elevó por los aires de la felicidad. ¿Quién nos mintió que las sillas de ruedas no tienen alas? Dos veces su voz pausada se le aceleró al grito de vocales y más vocales. Y más.

Julieta tal vez acabó una vez, o tal vez ninguna. En realidad, lo que le sucedió a su clítoris poco le importó en aquella tarde de primavera esplendorosa. Porque, esa tarde, le importó su corazón. Y el ajeno. Más el ajeno. Así son los héroes callejeros de los 100 barrios porteños y de los 200 bonaerenses: laten más en los corazones ajenos que en los propios.

Julieta siguió su vida. Romeo, la suya. De vez en cuando llama a su papá y le señala su zona baja, justo donde se encuentra el límite norte de la silla de ruedas. “¿Querés hacer pis?", le pregunta. Ríe, ríe con ganas, ríe con fuerzas, ríe con sabor a risa. “Nnnnnoooooo” contesta, siempre pausado. Papá ya sabe: el efecto Julieta todavía perdura. Es hora de llamar a los amigos para que lleven a Romeo de putas.


2 comentarios:

  1. Bueno, digamos que me gusto... No me encandiló... el final quedo copado.
    Como en todos tus RG siempre me queda una frase tintineando, en este caso fue: "nunca es justa la felicidad"

    Besos caballero, cuídese!

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  2. Muy agridulce este RG. Debe ser por la frase que destaca Nadita: "nunca es justa la felicidad".

    Gran verdad.

    Besos

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