jueves, 27 de agosto de 2009

RG 6: Dulcinea en el bar del infierno

Dulcinea temblaba. Bah, no se llamaba Dulcinea, pero le decían así. Bah, tampoco le gustaba que le digan así, pero ya estaba acostumbrada. Pero eso sí: Dulcinea temblaba. Mucho. Demasiado.
Parada en la puerta del bar del infierno, su cuerpo tiritaba. No había viento y el sol brillaba. Pero ella tiritaba como un pichón sin nido. No era frío. Era miedo. No, tampoco era miedo. Era pánico.
"¿Entramos, bonita?". Apenas escuchó la voz. Apenas. La puerta vaivén seguía cerrada. Por su cabeza desfilaban varias puertas más. Unas metálics. Otras de madera. Grandes, chicas, medianas. Algunas rechinaban, otras brillaban relucientes.
Pero las puertas no son distintas por sus formas. Son distintas por lo que esconden. Nada más mentiroso en el mundo que una hermosa puerta que promete la entrada al paraíso y dentro esconde el pantano más horrendo. Malditas puertas que invitan a cielos celestes y noches estrelladas, y que en su interior sólo tienen nubes, nubes y más nubes. Y tormentas. Temerosas tormentas.
Dulcinea sabía de puertas. Mucho. Demasiado. Sabía de puertas mentirosas, de puertas con promesas de Quijotes que finalmente escondían peligrosas aspas de molino. Abrió, abrió y abrió. Y después desesperada tuvo que buscar los cartelitos verdes de las salidas de emergencia. Tantas puertas hipócritas la habían hecho experta en fobias. Un curso acelerado que nunca quiso realizar. Pero la vida, insobornablemente terca, da clase de lo que quiere sin pedir permiso. Y maneja a sus alumnos como marionetas a merced de los hilos de su antojo. Enseña lo que nadie quiere aprender. Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida...
Por eso, paradita en la puerta del bar del infierno, Dulcinea temblaba sin parar. Eso sí: no loraba. Le habían enseñado un truco para que las lágrimas no se escapen. Y lo sabía de memoria. Además, tarareaba una canción que la sentía como propia: "Si me cansé de llorar, fue porque en las lágrimas no encontré salida".
"¿Entramos, bonita?". Le tomaron la mano y le abrieron la puerta. Cerró los ojos y juntó coraje. Caminó dos metros y se dejó llevar. Se animó a mirar. De a poco. Muy lentamente. El infierno tenía luz. Linda luz. Y flores. Y paredes coloridas. Y música. Y una voz que le decía:
-¿Qué querés tomar?
-No sé, lo que vos pidas va a estar bien...

6 comentarios:

  1. . Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida..."... señor me gusto mucha esa frase no se si es tuya o de otra persona pero es muy linda y tan cierta a la vez.

    la historia ke relatas es muy linda ademas pones esa frase de callejeros (L), en fin creo que me gusto la historia , el final m hiso acordar a la primera vez que fui a la casa de un chico muchoo mas mayor que yo :)
    quien no paso por esa situacion de verguenza , tristeza y de repente estas en un lugar que t cuestionas pero es mejor dejarse llevar

    saludoss.. beso

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  2. Esperaba ese final...!
    me gustan los finales rosas ;)
    asi que me voy feliz =D jaja

    besos!!!

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  3. Qué linda historia! Ese páncreas enamorado está generando estos finales rosas? ;)

    Y coincido con Corazón de cristal, esa frase es genial!

    Besos

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  4. Sabrán algunos, desconocerán otros, cierto debate que ronda por estos lados sobre responder comentarios de los gentiles participantes de este espacio. Pero el garabato 6 merece dos comentarios, por dos referencias musicales aparecidas de autores muy disímiles.
    Va la primera, más tarde la segunda...

    http://www.youtube.com/watch?v=xRE5h8B0F6w&feature=related

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  5. "Malditas puertas que invitan a cielos celestes y noches estrelladas, y que en su interior sólo tienen nubes, nubes y más nubes. Y tormentas. Temerosas tormentas"

    Te aplaudo.

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  6. Se debia esto: http://www.youtube.com/watch?v=cMbDuljcAXA

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