lunes, 4 de enero de 2010

RG 20: El Che y la Esperanza

Cinco petardos sonaron diez minutos antes de las 12 de la noche del 24. Los intensos estallidos sacudieron su ruidoso silencio. Se quitó las manos de la cara y miró la soledad de la plaza. La perra de siempre que duerme en el huequito de ese árbol lo miraba con cara de tristeza. El vagabundo del barrio estaba sentado en el banco de más allá. Un par de autos desfilaban por la avenida extrañamente vacía.
-"Y sí, pibe... Las fiestas son así", le dijo el vagabundo con la sabiduría que a veces tienen los que dicen todo sin decir nada.
-¿Así cómo?
-Así es así. ¿O no estás así?
-Que sé yo como estoy.
-Hecho pelota. Peor que yo. ¡Ja! Y mirá que yo estoy peor entre los más peores, ¡eh! Pero vos me ganás.
-No tuve un buen año. Pedí una noche de paz y el gordo traicionero me trajo...
-Ja, ¡el gordo traicionero! ¿Todavía crees en ese gordo de fantasía?
-No creo. En ese espacio, en ese mundo de lo intangible, uno no cree por convicción en nada. Uno cree por necesidad en todo.
-¿Sos filósofo o pelotudo?
-Cincuenta y cincuenta.
-¿Y qué te trajo el gordo nefasto ese?
-Me cambió una noche de paz por una semana de guerra.
-Uh, que malo el gordo... Malo, malo, malo.
-¿Encima me cargás?
-Mirá, pibe. Tenés un cuerpo sano porque viniste caminando lo más bien. Tenés plata, porque estás bien empilchado. Tenés juventud...
-¿Vas a venderme el cuento de que hay una vida mejor? Hace 33 años que mi vieja me dice lo mismo.
-¿Tenés 33? ¿Como el Che? Ja, te voy a llamar el Che. Y te digo, el Che, que yo no vendo nada. Yo vivo como vivo. Bien, mal. Bah, más mal que bien. Bah, bastante peor.
-¿Y entonces?
-¿Y entonces qué?
-¿Entonces qué hablas?
-¿Querés que me calle? Ok, me callo...
Siguieron algunos minutos de silencio. Sonaba algún que otro petardo anticipado y, más allá, el ruido de autos acelerados que buscaban llegar antes de las 12 a destino. Los dos miraban la nada. Los tres: la perra también.
El vagabundo interrumpió la escena y anunció: "El chino del almacen me regaló dos vinos por Navidad. Que bueno el chino. Trabaja mucho el Chino. Me parece que voy a vomitar".
Y vomitó. Mucho. "Chino de mierda", me hizo vomitar. Después se paró, se limpió con su saco percudido por el tiempo, extendió su mano y dijo: "Feliz Navidad, pibe!". En ese instante, la ciudad estalló en un festival de ruidos y colores. El reloj marcaba las 0 con 10 segundos. "Feliz Navidad", fue la respuesta. Se sacó su reloj último modelo y se lo regaló.
El vagabundo miró sus bolsillos, su ropa, su pasado, su presente y su futuro. "No tengo nada que darte, pibe. Absolutamente nada. te daría mi saco, o mis pantalones rotos. Pero no creo que te sirvan. Sólo te regalo un deseo: que te vaya bien. Que la esperanza vaya con vos”.
Se dieron un abrazo. Cada uno siguió por su lado. El vagabundo buscó un refugio donde pasar las horas. De eso se trata: de pasar las horas. Algunas viven. Otros pasan las horas, los días, los años.
Para el otro lado, el Che comenzó su caminata sin rumbo fijo. En la esquina de la plaza, vio que la perra lo seguía. Cruzó, y ella también. Corrió, y ella también. Frenó, y ella también. Había un kiosco abierto. Pidió dos alfajores. Los comieron a la misma velocidad. Y se fueron juntos. "Sos mi regalo de Navidad. Te llamaré... Te llamaré... La Esperanza".

1 comentario:

  1. Dicen que la esperanza es el consuelo del que sufre, por eso no me da buena espina... pero entiendo que a veces es necesario creer en algo, aunque sea en la esperanza. Esa que se puede encontrar en cualquier lado, y de la mano del menos pensado, no?

    Besos y feliz 2010 Caballero!

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