lunes, 27 de septiembre de 2010

EM 23: Chapulín

Ernesto Poroto Marangoni vio pasar las horas sentado en el bar del olvido. Allí donde todo pasa y nada sucede. Hay días que son así. Hay vidas que son así. Un minuto, diez, media hora, una hora… El reloj avanzaba con su propia celeridad. Nunca un segundo es igual a otro. Nunca un minuto pasa con la misma velocidad para dos personas. Nadie mide igual el tiempo.
Cuando la hora señalada se acercaba, Poroto comenzó a ver cambios en la escenografía del barrio. Por la mañana, abundaban las remeras de rock. Algunas de Rolling Stones, otras de Beatles. Uno con la cara de Pomelo. Otra de Callejeros y uno, distinto, con la cara de Gardel. Alguna minifalda osada se entremetió entre tanta remera, desafiando los calores y fechas. De eso se trata, de desafíos.
Pero primero pasó un hombre con la remera de Batman. Después uno con el Capitán América. Más luego otra roja con letras amarillas. Dos letras, la c y la h, la forma en la que aquí y en la China se identifica al Chapulín Colorado (en realidad: ¿será así en la China?).
Cuando las agujas llamaban a la urgencia, Poroto se levantó, pagó los 30 pesos por la picada y la cerveza, y caminó hasta el timbre aquel. Dijo la contraseña larga, la que se sabía de memoria por repasarla una y mil veces en la espera en el bar del olvido. Camino por un pasillo largo, con paredes descascaradas de un gris intenso. Muy intenso. Pensó: "Que paradoja, los grises nunca son intensos. Son grises".
Vio la puerta de madera esperando ser golpeada. Dos tocs alcanzaron para que, desde adentro, alguien diga: "Pasá, está abierto". Abrió la puerta que crujió de angustia, y vio un cartel que, con letras grandes, expresaba. "Lo malo del amigo es que nos dice las cosas desagradables a la cara; el enemigo las dice a nuestras espaldas y como no nos enteramos, nada ocurre". Louis Charles Alfred de Musset (1810-1857). Poeta francés.
Ingresó en un espacio de unos 6 metros por cuatro, con una decena de sillas dispuestas en ronda. A él le tocó la azul que tenía un cartel con su apellido en letras rojas. Se sentó, miró a su alrededor y vio al hombre de la remera de Batman, al de Capitán América, al de la c y la h, y una chica con la ropa de Mujer Maravilla. Hasta la vincha tenía.
-Hola a todos... saludó Poroto.
-Bienvenido, le dijo la voz más dulce que jamás había escuchado…

2 comentarios:

  1. por eso los amigos valen oro! sin el sincericidio de un amigo nada tiene sentido.
    contenta por Poroto y la voz más dulce que ha escuchado...

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  2. y reitero nomás... hoy más que nunca... por eso los amigos valen oro.. nunca abandones el sincericidio, al menos eso YO lo re valoro.

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