sábado, 30 de junio de 2012

HdP 16: Señal de ajuste

"Que tiene leche bebé 3. Será, que tiene...".
-Mi amor, este televisor anda mal. De nuevo se apagó. Hay que llevarlo a un service. No, mejor tirarlo, es muy viejo, tenemos que comprar otro.
-Es algo tuyo, se paga solamente cuando lo mirás vos. Tenés mala energía, ya te lo dije mil veces. Cuando yo veo nunca tengo problemas. Es de tanto fútbol que le metés que te dice basta.
-No seas tonta. Hay que tirarlo. No anda.
-Nunca lo voy a tirar. Fue un regalo de mamá para Andresito. ¿No entendés?
-¿Vos estás llorando de nuevo?
Del comedor a la pieza principal hay 10 pasos. Antes, está la habitación de Julieta, que dormía plácidamente en su cuna. Había vomitado después de su mamadera, pero lo normal de cualquier bebé de seis meses. En el dormitorio, en la cama matrimonial, yacía la figura de su esposa acostada. Inerte, apuntaba justo sus ojazos celestes a la foto de su hijo Andrés, la foto que había pegado en el techo de la habitación al mes de su inesperada muerte en ese estúpido accidente.
-Mi amor, sé que es muy doloroso, pero hay que seguir con la vida. Andrés es un hermoso recuerdo, pero no podés encadenarte a él.
-No puedo soltarlo. Es mi hijo. ¿Cómo decís añlgo así, insensible? No puedo. ¡NO PUEDO!
- Lo tenés que soltar. La gordita te necesita. Yo te necesito. Todos te necesitamos.
-Andrés está acá conmigo. Yo lo siento, me da señales.
-Mi amor, eso no pasa. El otro día dijiste que él estaba enojado porque perdió el Atlético y por eso sentías olor a amoníaco que a él no le gustaba, pero después nos enteramos del derrame de Dock Sud. Siempre hay una explicación para todo, siempre.
-Vos no crees en nada. No puedo hablar con vos estos temas. No entendés. Voy a llamar a mamá.
-Claro, yo no entiendo y ella sí entiende. Como cuando dice que ve fantasmas pero en realidad está borracha. ¡Dale!
-No quiero hablar más. Andá a ver fútbol. Dejame con Andrés. Voy a llamar a mamá. Ella me entiende. Ella habla con papá.
El partido ya había comenzado. Iba media hora del primer tiempo. Esos 15 minutos que siguieron fueron bastante aburridos. Igual, podría haber sido el mejor partido del mundo que él no iba a prestarle atención. La cabeza le estallaba. Ni siquiera vio la nueva publicidad de la gaseosa con esa rubia despampanante. Ni la del nuevo modelo de la marca de auto que tanto le gusta. Volvió su vista a la pantalla cuando escuchó a lo lejos, esa canción: "Que tiene leche bebé 3...”. Inmediatamente, el televisor se puso en negro.
"No aguanto más", dijo. Desenchufo el aparato y cuando estaba a punto de llevarlo a la vereda para que lo agarre algún cartonero, escucho a la bebé llorar. Su cuna era unh enchastre. "¿Otra vez vomitaste, gordita?". La limpió, la alzó a upa y caminó hasta el dormitorio principal sin hacer ruido.
-Andrésito, cielo mío, por favor, mandame una señal de que todavía estás con nosotros. Tu alma está a aquí, yo lo sé. Pero necesito que me lo digas. Por favor te lo pido.
-La beba vomitó de nuevo. Para mí no es normal. La llevo a la guardia.
-Es normal. En una semana tiene su pediatra, que la vea él, yo confío en él.
-Quiero estar seguro.
-Yo no voy. Hoy es 20, aniversario de Andrésito.
-El 20 es el 20, el 21 es un día después, el 13 una semana antes. No podemos vivir así.
El médico de guardia dijo que no era nada, que es normal que los bebés vomiten. "¿Tanto, doctor?". El especialista asintió con la cabeza dos veces. El tercer movimiento vertical de su cabeza se interrumpió por otro vómito, esta vez con un poquito de sangre.
Se le hicieron análisis de urgencia. Mientras esperaba, en la pantalla de la sala de guardia, el partido terminaba. El Atlético ganó 2-1. "Andresito estará contento", pensó. Esta vez le prestó atención a la rubia ("hembrón", se dijo) y al nuevo auto ("lo quiero, es hora de cambiar el modelo 2009", se alentó). Después escuchó: "Que tiene leche bebé 3...", y el televisor de la clínica empezó a hacer rayas. "Que raro...", dijo. "Sí, son nuevitos. Tienen dos semanas", le respondió una enfermera que pasaba por ahí...
Media hora después, el médico guardia llamó al padre y le dio el diagnóstico: "Intolerancia a la lactosa. La trajo justo, su cuerpo no hubiese aguantado otra mamadera más sin establecer un cuadro peor. Mire, seguro tiene algún zarpullido en el cuerpo". Buscaron y buscaron, hasta que encontraron: su pie izquierdo estaba rosa y lleno de granos y ronchas.
Julieta lloraba sin parar. "Tranquila, todo va estar bien, tranquila", la calmaba el padre. "No más leche. Nunca más en su vida", ordenó el doctor. Inmediatamente, la pequeña dejó de llorar. Y sonrió.

1 comentario:

  1. Exquisito relato... siempre un placer leerlo...

    Saludos desde mis mareas que lo esperan...

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