miércoles, 13 de enero de 2010

RG 21: Jaque Maite

Tomó el alfil blanco con firmeza. Levantó apenas la vista y buscó la mirada de su rival. Nunca la encontró: estaba encerrado entre sus manos, sin querer ver más allá de lo que sucedía en el tablero. Entonces, con el pulgar y el índice derecho de sus uñas pintadas de un rojo furioso, apoyó el trebejo en f6. Luego, apretó el reloj de ajedrez y susurró: "Ofrezco tablas". Se paró de la silla para escapar de esa realidad de 64 casillas que se había transformado en una auténtica tortura.
Era la última fecha del Abierto de Verano del Club Argentino de Ajedrez. Una treintena de personas seguía el desenlace del certamen, un número mayor de lo habitual en estos casos. La rareza de lo que sucedía en la mesa principal atrajo a algunos expertos y a varios curiosos. Morbo, que le dicen.
Los cuadros que sirven de escenografía del lugar fueron testigos silenciosos del inesperado ofrecimiento. No vuela ni una mosca en el salón decorado por las fotografías que recorren la vida del inmortal Miguel Najdorf. Las otras partidas de la jornada ya habían concluido. Sólo quedaban ella y él...
"No entiendo a esta piba. Jugó la mejor, porque Af6 es ganadora. ¡Pero le ofreció tablas...!", le comentaba un sabelotodo a un sabiondo que asentía con la cabeza. La piba caminaba de un lado a otro, inquieta, nerviosa, impaciente como toda adolescente de 15 años. Tenía los ojos vidriosos. En un viaje relámpago al pasado, recordaba aquellos tiempos donde aprendió a mover las piezas con sus enseñanzas. Aquellos primeros jaques festejados como si fuesen victorias eternas de la vida. Aquellos viajes a los primeros torneos en dos colectivos, porque no había plata para taxi. Aquellas primeras medallas victoriosas, celebradas con ese abrazo paterno capaz de dar calor en la noche más fría del invierno más crudo.
"No acepto", fue la contestación del jugador de piezas negras, mientrs movía su Rey a h7. Ese medio punto inesperadamente rechazado le habría dado el primer puesto en la competencia. Pero dijo no. "Está loco", reafirmó el sabelotodo que lo sabe todo, menos esas pequeñas grandes cuestiones de la vida. Quizás eso sea la calle: un ajedrez gigante lleno de hombres que se creen dueños de las verdades más absolutas, aunque en realidad desconocen las esencias más básicas.
Siguió un jaque de Torre en h4 y la respuesta del Rey escondiéndose en g8. La lágrima contenida de Maité rompió la barrera del ojo y rodó libre por la carretera de la mejilla. En unos segundos cayó en el tablero y se perdió entre las piezas revoloteadas que esperaban el desenlace inevitable y cruel. Eso, cruel. Esa palabrita que le retumbaba con fiereza en su cabezita rubia. "El ajedrez es un juego cruel, preciosa, porque vos sentís que te gana la mente del otro. No es fuerza, no es azar, no es nada más ni nada menos que mente contra mente", le había dicho una noche mientras cenaban en la pizzería del barrio.
La torre se deslizó hasta h8. "Jaque mate, papá", anunció ella con un hilito de voz. Se escucharon aplausos en la sala. Se dieron la mano. El perdedor sonrió. "Te felicito, hija mía, ganaste tu primer gran torneo". Maité firmó la planilla y salió corriendo. Ya aquella lágrima solitaria y pionera tenía muchas compañeras de viaje. Dejó el salón de Paraguay 1858, se fue a buscar la Luna que rodaba por Callao y, de yapa, encontró en el piso escrito con tinta invisible el derecho a la primera borrachera de la vida. Borrachera de las tristes, de las que hieren en cada gota de alcohol. Y después de dos vasos de quien sabe que brebaje, le confesó al mozo que nunca la oyó: "Juego cruel el ajedrez".

2 comentarios:

  1. Juego cruel, si...
    Y que dificil aceptar que el viejo de uno no es un ser todopoderoso, los padres caen, caen frente a los ojos de sus hijos, y asi tiene que ser! es necesario.... aunque haya lagrimas que salgan de viaje por las mejillas de uno...
    muy tierno el cuento...!

    beso

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  2. Raro el cuento, diferente a los otros RG que habitualmente leemos por acá.

    Que el alumno venza al maestro, creo que es el mejor regalo para el maestro. No lo interpreto como algo tan cruel.

    Besos

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