viernes, 29 de enero de 2010

RG 23: Metrovías

Este cuento fue escrito para el concurso de Cuentos de terror de Metrovías, en 2005.


Recién comprada, la tira de pastillas para dormir ya tenía dos agujeros. Ese rayo que se coló por la ventana sin permiso la iluminó justo ahí, en un costadito de la mesita de luz. Laura dormía en su nueva cama, en la inmensidad de ese cuarto deshabitado. Era el único mueble de la habitación de la casa de campo, construída a un kilómetro alejada de la ruta. Llevaba dos días en su nuevo hábitat, era su primera tormenta allí. Juan había anunciado que se retrasaba en el trabajo.
Los gatos husmeaban por ahí reconociendo el terreno. Como de costumbre, Laura dejó la radio prendida para fingir compañía. El locutor de voz melosa leía las noticias. Y repetía la conmocionante historia del día. "...La pareja pensaba que sólo era un robo más. Estaban atados en una silla, con las espaldas juntas. De un bolso, su profanador sacó un martillo...".
Un poderoso trueno pudo más que el efecto de las pastillas. Laura se despertó agitada. Sintió el maullido de uno de los gatos. No pudo reconocer si era Tom o Jerry. Ansiosamente desnuda, como esperaba a su amor cada vez que lo tenía que aguardar en la oscuridad, se paró y dejó atrás la perfumada sábana. Caminó despacio rumbo al enorme comedor, apenas decorado con esa mesa que no disimulaba el espacioso lugar. La radio seguía vomitando la cruel historia...
"Desencajado, el hombre los miró fijo. No hizo caso a las súplicas. Tampoco le interesó la sugerencia del llévese todo lo que quiera. Simplemente lanzó una carcajada y besó la cabeza del martillo. Una vez. Y otra. Reía y besaba. Besaba y reía. Les respiraba jadeante entre una oreja y otra. Hasta que dio un paso atrás y su brazo tomó impulso..."
La perfecta anatomía femenina avanzaba por el comedor. La linterna le iluminaba el andar tembloroso. No era por el frío que sus pezones estaban erguidos. Escuchaba un ruido lejano. Persistente. Desconocido. No se animó a más. Retrocedió. Volvió a la pieza, tomó el celular y apretó redial. No hubo caso: "El número solicitado..." Y el locutor de voz melosa parecía entusiasmado con su espeluznante relato...
"El martillo se detuvo justo a milímetros de la frente del sexagenario. Las gotas de transpiración le caían una tras otra por su cara arrugada. Con el martillo en la mano, el hombre reía. Su expresión desencajada hacía caso omiso a cualquier súplica. El siguiente no fue un amague. Traspasó esos milímetros fronterizo con furia e impactó de lleno en la sien...".
De algún lado oculto de su humanidad sacó fuerzas. Se puso una musculosa blanca para disimular el frío, aunque no fue solución. No podía dejar de temblar. Cruzó el comedor lentamente. Llegó a la cocina. Asomó su cabeza. Enfocó con la linterna. Buscó la luz con su mano. Algo le recorría los dedos. Por inercia, sólo por eso, su mano siguió el camino. Prendió la luz. Fue el grito más desaforado que su garganta nunca había gritado.
"La sangre se desparramó por todo el cuarto. La abuela se había desmayado. Siguió otro martillazo, y otro, y otro. La masa encefálica volaba de a trocitos. El hombre, lo que quedaba de él, se deshacía en pequeños pedacitos. Cuando casi no quedaba más nada que golpear y la anciana era el próximo paso, escuchó un ruido que lo distrajo.."
Esa rata, larga, de cola más larga aún, bajó por sus dedos y corrió. El pestaneo duró un segundo. Era cierto. No era una. Eran decenas. Grandes, como Laura nunca había visto. Ni siquiera suponía que podía haberlas de semejante tamaño. Simón, el gatito negro, yacía en el piso. Sus tripas ya asomaban por su piel crujida. René, el gatito blanco, todavía respiraba. Pero no por mucho tiempo. Los roedores estaban por cenar su segunda víctima.
La radio seguía con el relato, aunque nadie la escuchaba. "Por la ventana, una niña de 10 años era testigo de la cruenta escena. El asesino la vio. Fijó sus ojos en ella. Le sonrió. La saludó. Y lanzó un grito visceral antes de dar dos saltos hasta la ventana para alcanzar a tomarla de los cabellos. La pequeña no alcanzó a reaccionar".
Temblando su desnudez, llegó a ver que las ratas subían y bajaban por la escalera que da al sótano. Muchas tenían el hocico rojo-sangre. Iban y venían. Parecían felices. Fue su último chispazo de lucidez antes de correr hacia la habitación. Tomó el celular. Marcó. Se equivocó. Sus dedos no se quedaban quietos para acertar las teclas.
"El hombre arrastraba de los pelos a la chica. Estaba por pasarla por la ventana de los pelos. Nunca soltó el martillo. Es más, estaba por utilizar su arma favorita para impactar de lleno en el cráneo de la chica. Regalo sorpresa: pensaba sumar dos gerontes en su lista negra y llegaba de yapa una niña de rizos de oro. El martillo se desplomó de lleno hacia la humanidad de la pequeña. La sangre comenzó a brotar".
Laura intentó calmarse. Tenía taquicardia. Escuchaba sus latidos sin moverse. Giraba la linterna como loca de un lado a otro. De repente en la inmensidad del cuarto vio una nota pegada en el espejo. Encendió la luz y leyó: "Mi amor: llegué temprano, pero no quise despertarte. Estoy en el sótano haciendo algo de gimnasia. Son las 23.30. Buscame abajo. Te amo". Maldijo haber dejado para mañana la compra del reloj de pared... El silencio se hizo más silencio, y entonces escuchó por fin la radio.
"La niña, antes de desvanecerse, alcanzó a darle una feroz mordida en su brazo. Soltó el martillo y se cayó al piso de dolor. Los ruidos despertaron a la anciana. Estaba libre. Las sogas ya no hacían presión contra el cadáver descuartizado de su marido. Se paró, dio tres pasos a la ventana, tomó el martillo y le asestó un tremendo golpe a quien estaba por ser su asesino. Y otro. Y otro. Pedacitos de su cuerpo volaban por el aire ene se carnaval de muerte y sangre".
Karina vomitó. Casi se le escapa el estómago. Hurgó en su mesita de luz pero no encontró su reloj pulsera. "!!Dónde te metiste!!", gritó. La radio dio la última estocada: "Así terminaron los días del loco del martillo. La nena sobrevivió y aportó gran parte de este relato a la policía. Son las 3.30. Seguimos en la trasnoche de FM Lobos”.

2 comentarios:

  1. Uhhhh... qué historia macabra!

    Besos caballero

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  2. Despues del reclamo de que te tengo abandonado con los comentarios (jajajaja) aca toy...

    Coincido con Lady, es "macabro", no esperaba nada menos viniendo de Ud Caballero... sepalo!

    Disfruto cada tanto un cuento rojo, tan rojo que salpica.... pero últimamente se extrañan los cuentos rosas... no habrá alguno dando vueltas por el tintero?

    Beso

    P.D: todavía no me voy. No. Pero la cuenta regresiva ya comenzó!

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