domingo, 4 de abril de 2010

RG 26: Papá, mamá, el primogénito, el menor y Tinelli

"¿Algún día van a dejarle de rezarle a la televisión", le espetó esa noche a su padre, su madre y su hermano mayor, que veneraban al Dios Tinelli en su versión número 854 de Bailando por lo que sea. Es baile, más fuera que dentro de la pantalla. Papá lo miró con cara de odio y le dijo: "Cada día estás más puto". Franco, el primogénito, atacó: "Te hacés el inteligente con esa musiquita y esos libros y vas a vivir y morir más bruto que nosotros. Cerrá el orto. No, eso te cuesta…". Mamá, en un silencio dañinamente cómplice, completó la escena.
Los auriculares que le cuelgan de las orejas ya son una extensión más de su cuerpo. La melodía es más evasión que sonido. Cada Do, cada Re, cada Si, implica escuchar una agresión menos, recibir una ofensa menos, engendrar una cicatriz menos. "La familia no se elige", le repetía una y otra vez a quien quisiera escucharlo. Desde que oficializó su condición de gay, fue condenado al exilio del amor. Tenía demasiados miedos como para salir al mundo exterior, demasiados odios como para escapar de su mundo interior.
Cuando las chicas de Tinelli dejaron de mover sus curvas en la pantalla, la familia se recluyó en sus mundos individuales. Papá tardó 5 minutos en acostarse, abrirle las piernas a mamá, acabar y dormirse. No, perdón, esta vez fueron cuatro minutos 57 segundos. Mamá quedó con los ojos abiertos y el corazón cerrado. Imaginó su día siguiente, calcado al de ayer y al de mañana, con rutina de supermercado, cocina, limpieza y una noche con cinco minutos de algo parecido a sexo y media hora de desvelo. En la pieza de al lado, el primogénito saboreaba Playboy TV, mientras soñaba con las mujeres que nunca iba a tener y veía pasar las que la tómbola de la vida le dejaba a su alcance.
-No podés volar tan alto, lo criticó un día el menor.
-¿Y vos de qué me hablás? ¿Te viste al espejo?, fue la respuesta ciega y agresiva.
-Eso, el espejo. Pero tu espejo, no el mío. Siempre lo mismo: te hablo de vos y derivás en mí. Un día, si querés, hacemos un repaso de mi vida llena de errores. Tengo muchos. Es más: creo que me alimento de equivocaciones y ni de postre consigo un acierto… ¿Pero no podés mirarte al espejo, tu espejo, una sola vez en la vida?
-Lo rompí, putito.
Nunca olvidó esa contestación. Fue la primera que vez que alguien de su familia le decía putito. La primera de cientas. De miles. El problema no era concepto. Lo que hería era el tono. Despectivo, sangrante, rabioso. Resultó como una semilla enterrada en lo profundo de su tierra, que se regó día a día con sol artificial y agua de lágrimas. Muchas.
Papá, mamá y primogénito ya habían conquistados sus mundos privados. El menor esperaba que llegué la repetición de Dexter, su única conexión con la caja boba. En esta noche, sus auriculares destilaban energía y rabia. Nada de pop meloso, mucho de punk y guitarras distorsionadas. Y en la pantalla, el noticiero con la historia del día: Juan, el gay asesino habla desde prisión.
El título del informe llamó su atención. Se sacó los auriculares y comenzó a comer las aceitunas descarozadas que papá había dejado en la mesa. "Me despreciaron mucho tiempo por ser homosexual. Fue un ataque de furia. No lo volvería a hacer". El protagonista del relato enfrentaba al micrófono para narrar su historia de sangre. Nunca abandonó la pequeña sonrisa que nacía en su pecho y le dibujaba una mueca particular en la comisura de los labios. El menor miraba con atención: Deglutía la entrevista con un mix de curiosidad, admiración y desprecio.
"Acá soy feliz. Estoy en el pabellón de homosexuales. No tengo nada que ocultar. Nada que reprimir. A veces, si quiero, me puedo delinear un poco los ojos. Otras veces me pongo pantalones apretados. Soy yo. Siempre yo", continuaba el homicida, con la sonrisa que ganaba espacio en el rostro y extendía las fronteras de las comisuras. Una hora después, el dedo rojo discaba el 911. "Maté a mi familia. ¿Me llevan a esa cárcel del asesino gay? Quiero ser yo. Siempre yo".
Dicen que esa noche la policía tuvo que atender récords de llamados de fraticidas. Y dicen que, al día siguiente, Tinelli bajó algún puntito de rating.

2 comentarios:

  1. Me dejaste con un nudo en la garganta! Qué historia Caballero! Tan duramente realista...

    nada bueno puede surgir de una sociedad donde se condene al que es diferente, por el motivo que sea. Y no estoy justificando las atrocidades que se pueden hacer en pro de la diferencia (pensemos en los fundamentalistas religiosos, por ejemplo). Simplemente creo que si tuviéramos un poco más de tolerancia y miráramos un poco más hacia afuera, y no tanto hacia adentro, viviríamos más en paz. Incluso con nosotros mismos.

    Besos

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  2. viste? hice bien en decirte que lo iba a leer despues...

    Primero que nada, me gusto mucho, deja msj, sabes que pienso sobre el tema.

    Segundo, creo que todos nos la damos de "open mind" pero de apertura mental tenemos muy poco.

    Creo que siempre hay que dar espacio a lo diferente, no temerle, el respeto lo es todo. Cuantas flias andan por ahí discriminando a uno de sus integrantes por su elección sexual, porque debe importarles lo que uno haga puertas para adentro?

    Realmente me gustó, es triste que alguien tenga que llegar a eso para poder "ser"... aunque sea en un cuento.

    Beso

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