domingo, 6 de diciembre de 2009

Rg 17: El experimento para Doña X

Los párpados, pesados, se le abrían poco a poco. Unos milímetros para arriba, y volvían a caer. Las pupilas, nubladas, se despabilaban lentamente. Apenas distinguían el panorama. Una habitación cerrada y sin ventanas. Despojada, con paredes blancas descascaradas y una puerta. Sólo con una televisión, una video, una silla y una mujer atada con esposas.
"Buen día", escuchó detrás de ella. "¿Me podes explicar que es esto? Forro, desatame inmediatamente, hijo de puta". Después de unos segundos, se escuchó: "Me parece que no estás en condiciones de ordenar nada. Y te recomendaría que dejes de insultar, como lo hacés siempre. Como lo hiciste siempre…". Desaforada, le gritó: "¿Te volviste loco?". Despeinado, caminó dos pasos para ponerse delante de ella y, en la penumbra de la habitación iluminada con un foquito que apenas sobrevivía, asintió con un movimiento de cabeza de arriba hacia abajo.
Hubo gritos y más gritos. Insultos y más insultos. Intentos de soltarse, todos frustrados. El, sentado en el piso, a un metro de distancia, la miraba con una leve sonrisa. Hasta que gobernó el silencio y entonces, le susurró: "Quiero experimentar con vos. Me gustaría que sintieras en carne propia lo que se sentí. A ver que tal funciona la mente humana en condiciones extremas". Se paró, caminó hasta la puerta, la abrió, le dijo un frío "hasta mañana" y salió sin prestar atención a las amenazas que escuchaba pero no oía. Tampoco lo perturbó el escupitajo que quedó a centímetros de caerle en el brazo izquierdo. Saliva malgastada...
Al día siguiente se volvieron a encontrar. Misma situación. Misma habitación. Mismo encierro. Ella le gritó. Insultos muy bajos. Hirientes. Como siempre. "Empieza el experimento, así que te recomendaría que te calles". Después de cinco minutos de más gritos y más amenazas, cuando ella por fin obedeció el "shhhh", siguió con su explicación: "Fueron muchos años de sufrimiento. Algunas veces de manera conciente. Otras, inconciente. No quiero hablar demasiado. Mejor veamos". Puso un plato delante de ella. "Estos son tus famosos fideos". Apuntó a la videocasetera y lo que siguió fue una sucesión de voces grabadas, algunas de manera directa, otras de cámara oculta. Todas cuestionando su capacidad como organizadora de la casa. Hasta se escuchó: “Y... ella no nos cocina casi nunca”. Furiosa, se desgarró la garganta: "Me chupa un huevo, pelotudo. Nadie se indigestó", agregó ella al concluir la cinta. "Primera prueba concluida. Hasta mañana”, dijo él. Cerró la puerta y escuchó el silencio que se podía ver detrás de los gritos. Sí: el silencio se ve, tiene forma...

"Buen día, seguimos. No insultes, no te ayudará en nada. Ok, insultá, tenés tus cinco minutos diarios". La garganta ya mostraba problemas por tanto esfuerzo. Las manos estaban lastimadas por los mil y un intentos por zafar. "Otra vez video, doña X. Muchas películas de gente lastimada por engaños. Todas historias parecidas: los autores de la traición que pedían perdón sin pedir perdón. Es que el perdón, sabrás, se pide con hechos, no con palabras. Ser valiente es actuar, no hablar".
La dejó sola, con la cinta corriendo. Volvió 10 horas después, tras cinco films de esos que hacen llorar. La encontró con una sonrisa de oreja a oreja, a los gritos, insultando. "Sh", le dijo. "Te voy a matar, forro. Tus películas son estúpidas, como vos. Te pedí perdón varias veces". "Aja, ¿y qué hiciste?". "Eso, te pedí perdón varias veces". "¿Y qué más". "Perdooooon". "No entendés nada. Vos actuaste y no hablaste. Esperaba lo mismo: que actúes más y hables menos. Que demuestres dignidad. No tenés...". "¡Hijo de puta!". La puerta se cerró. En silencio, sin gritos audibles. O con. Ya no importaba.
"¿Qué hora es?", se despertó ella cuando con los pasos de él. "¿Qué más da? Muchas veces tuve esa sensación: no tener noción del tiempo. Pasaba cuando nadie, nadie, nadie, sabía de vos. Y cuando digo nadie tres veces, vos entendes porque digo tres veces. No es casual el número tres". Ella entendió que esta vez los insultos eran en vano. "¿Me vas a dejar en paz, por favor?". "Mmmm, por ahora no. Un poco más de experimento. Me toca a mí experimentar. Vos experimentaste demasiado con la realidad. Aunque sea yo juego un poquito con la ficción. Mirá esto".
Siguieron opiniones de psicoanalistas especializados en parejas sobre razones que pueden terminar con una relación. El desnivel de esfuerzo entre uno y otro era un motivo claro de ruptura. "Si uno trabaja y cumple roles de la casa y la otra persona no hace ni una cosa ni otra, a la larga aparecen diferencias muy difíciles de congeniar. La lucha por el día a día tiene que ser pareja. Sino, pareciera como que uno se aprovecha del otro", decía mirando a cámara la licenciada Gabriela Barrios.
La ex lanzó una carcajada. Y, como en tantas ocasiones, su disfraz de cordero tierno mutó por ese lobo soberbio y desalmado que escondía en su interior. "Me tenés harta. No me importa nada. Ni lo que hice, ni lo que no hice. Ni si te lastimé, ni si te engañé. No me importa nada. Listo, hice lo que quise. Pensé en mí y nada más que en mí. En nadie más. Nadie. Fue. Viví para adelante. Jodete. Y basta, no hables más del pasado. Forro". El sonrió, le dijo "gracias" y cerró la puerta. "Hasta mañana, que duermas bien. Y gracias de nuevo".
No tenía ni idea de los días y las horas de su encierro. Había perdido la noción del tiempo y espacio. Hasta esperaba la llegada de su ex para despejar sus ojos. Sabía que algún día esta historia llegaría a su fin. "Hola", lo saludó cuando ingresó nuevamente en la habitación del pánico experimental. "¿Me sacás de acá, por favor?", le suplicó. "Ya falta poco. Es la etapa final del experimento. Otra vez video". Puso play, y apareció el resumen de esos días filmado desde una cámara oculta de la TV. Las confesiones. Las traiciones. Y una charla: "Perdón chicos. Tuve que hacerlo para que vean la realidad en primer plano". Hubo abrazos, besos y una frase: “Te queremos. Siempre. Te entendemos. Siempre. Sabemos quien es quien. ¿Vamos a tomar un helado?".
Stop. El video se detuvo. "Mañana es tu último día". Salió y cerró la puerta. Al día siguiente, ella no respiraba. "Asfixia por lágrimas", dijo la autopsia. "Inocente por actuar en legítima defensa", dijo el juez.

3 comentarios:

  1. fuerte.
    como ya dije, muy bueno el final.

    beso...


    pd: encontra a tu zen, todos lo llevamos dentro

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  2. Este RG es escalofriante...

    Me hiciste acordar a la película La Naranja Mecánica. Donde el protagonista del "experimento" tampoco corre con mucha suerte.

    Soy de la idea que cada uno con sus propios actos, va perfilando su final.

    Besos

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  3. Hay tengo miedo de golpe...
    La técnica de Ludovico de la Naranja Mecánica es fea fea...hasta a El juego del Miedo parece este RG.
    Coincido ampliamente con lo siguiente: "Es que el perdón, sabrás, se pide con hechos, no con palabras. Ser valiente es actuar, no hablar"...se la dedico a taaantos que conozco, la pucha.


    Che no sabía que uno se podía morir de "Asfixia por lágrimas"...voy a tener más cuidado en mis días bajón, jaja.

    Besito

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