martes, 18 de mayo de 2010

EM 2: El caso del zoológico

No fueron un par de cervezas. Fueron seis más. Grandes bebedores, Rodríguez le dio decenas de consejos a Marangoni, que asentía una y otra vez. En parte porque su amigo tenía razón, pero también porque desde hacía rato no escuchaba nada de nada. Estaba absolutamente perdido en la inmensidad de la nada. Hasta que, el impulso lo llevo a cortar el monólogo rodriguero con una pregunta: "¿Y cómo voy a ser un Evita Muerte si no sé quién, cuándo y dónde se quiere matar alguien? ¿Voy a poner una señal de un poroto en el cielo como hace Batman?".
Rodríguez sabía que no tenía la respuesta. Nadie tiene todas las respuestas en la vida. Ni siquiera cuando el que escucha esté esperando cualquier frase como solución mágica. La magia, para los magos.
-Ya pensaremos en eso. Igual, Ernesto, todos saben que las historias buenas están a la vuelta de la esquina.
-¿De cuál esquina?
-Creo que en este momento de tu vida tenés una mezcla exacta de pelotudismo y depresión. Me voy, mañana la seguimos. No hagas nada raro. Pasá el día tranquilo, metete en un cine, a la noche un delivery de empanadas y si querés una porno. Tocate un rato, no estaría mal.
Poroto Marangoni dejó el bar de Corrientes y Medrano y cambió de rumbo. De su Almagro natal no caminó hasta el Shopping Abasto. Prefirió rumbo Norte y uno de sus paseos preferidos. Esa salida que lo distrae del mundo. La que eligió cuando murió su madre, de un ataque cardíaco en un albergue transitorio. O cuando fue dejado por Lucrecia, su único amor, que se fue con el chino del súper de mitad de cuadra y ahora vive en Nordelta.
"Una entrada por favor", le dijo al boletero del zoológico. Pasó por el lago de los cisnes, vio a los osos nadar en el estanque y, cuando llegó a la jaula de los leones su corazón comenzó a latir con una velocidad vertiginosa. Tomó el celular, buscó la erre, y apretó send.
-Rodríguez, Rodríguez. Acá hay un tipo que se quiere tirar a la jaula de los leones. Y repite sin parar que no quiere vivir más. ¡Se va a matar!
-Es el destino. Es tu oportunidad. Es tu primera misión para demostrar lo que sos capaz, ese don divino que tenés. Si vos no podés matarte, podés lograr que nadie se mate cerca tuyo. ¡Vamos campeón!
Temblaba. Ernesto temblaba. Se acercó a ese hombre que gritaba su desesperación, lo miró, y gritó: "Soy Ernesto Marangoni. Yo te salvaré y evitaré que esos leones hambrientos y desesperados, famélicos y mal alimentados, terminen con tu vida de mierda aunque sientas que lo mejor es que te coman pedacito por pedacito".
Tomó el celular, de nuevo la erre. "Soy un fracaso, no sirvo para esto", le dijo a Rodríguez. "Pelotudoooooooooooooooooooooo", fue la respuesta. Mientras, el suicida desistía de su intento y Poroto, sin entender absolutamente nada de nada, pensaba en aquello del destino. Y recordó su frase preferida, de William Shakespeare: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".

2 comentarios:

  1. "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".

    Concuerdo totalmente!

    Este si me gusto! (shhhh)

    beso

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  2. Qué frase la del amigo William!

    Ahora, si la vida es un juego de cartas, la suerte no sería un factor fundamental? O tal vez preponderante frente a la voluntad? Y esa suerte (y en definitiva todo) no sería parte del destino? Me dejó pensando William...

    Besos

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