sábado, 14 de abril de 2012

HdP (historias de perdedores) 1: El mejor cuento de la historia

El sonido del messenger lo despertó en esa madrugada feroz. El hilito de baba corriendo por la comisura de sus labios desembocaba justo en la zeta del teclado. La cara apoyada sobre todo el abecedario, los ojos hinchados, la columna doblada cual hábil contorsionista. Los hombros pesados, la garganta ronca, la cabeza a punto de explotar en mil pedazos.
El sonidito de nuevo, como un perforador de oídos. La respuesta injustificadamente agresiva: “Estoy escribiendo el mejor cuento de la historia, Negro. No me rompas las bolas con pelotudeces. Si tu mujer se fue con otro, jodete. Salí a la calle y busca otra mina. O, sino, pagate una buena puta”.
En realidad, no había mejor cuento del mundo. No había cuento alguno. Había, sí, una letra de delete gastada de tanto borrar y borrar historias con destino de papelera de reciclaje. Historias frustradas y frustrantes. De mujeres imposibles, de sentimientos errantes. De ayeres que van y vienen, de presentes cascarrabias y de futuros que prometen promesas incumplibles. Malditos tramposos.
Era esa la sexta madrugada consecutiva que terminaba igual: vencido por el sueño, derrotado por la obsesión. Con el corazón estrujado. Se sabe: no hay peor estruje que el de no satisfacerse a uno mismo. Pero, en su caso, el corazón estaba estrujado en serio. Médicamente estrujado. Esa noche sintió los latidos acelerados, el pulso potente y el miedo golpeando su puerta. Lo iba a echar a los gritos y sin asco, como al Negro. Pero no: el miedo, cuando es grande, impone más respeto que cualquier humano.
Fue un aviso. “Ey, calma. Que la vida es una, que la vida es corta”, se dijo a modo de alerta. Con la lluvia como compañera de la noche, compañera del dolor, esa madrugada le confió al médico de guardia su dolencia.
-Amigo, tenés que cuidarte. Tuviste suerte. El corazón no suele avisar. Tenés que largar todo: faso, merca, tragos, minas.
-No, doctor, lo que pasa…
-¿Vos querés vivir? Entonces no me contradigas. Vida sana, vida larga.
-Pero doctor, no entiende.
-Claro, me vas a venir con el cuento ese. El cuento de siempre. El mejor cuento de la historia. Que no fumás, no tomás, no hay merca, no hay putas. Que sos tan sano como el agua mineral. No, pibe, no. Ese cuento lo conozco. ¿Sabés cuántos me contaron ese cuento a mí?
No valía le pena explicar nada más. Estaba todo claro. Afuera esperaba la noche. Más lluviosa, más cruel, más implacable. Y menos amiga. En el taxi, recordó la frase del Negro antes de cerrar el msn: “Lo único que escribís son historias de perdedores. Como vos. Andate a la puta que te parió”.

3 comentarios:

  1. heey me siento un poco identeificada!! saludos.
    paula sol

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  2. Buenisimo! Volvio el escritor che! Tan buenos, intrigantes y con ganas de seguir leyendo como siempre :)

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  3. Muy buen cuento, me gusto mucho.

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