lunes, 12 de agosto de 2013

El club de las yeguas

-"Vos tomaste mucho, ¿no flaquito?".
Era una noche con olor a sexo en el bar de los jueves de trampa. De fondo, Amy Winehouse destilaba penas y desamores por su garganta inmortal. Volumen bajito, como para no entorpecer los levantes de rutina. Por todos lados revoloteaban los fantasmas de hormonas de otras noches. Saltando y saltando, danzando en el aire, jugueteando y, cuanto menos, terminando con lenguas entrelazadas y cruces de mails y pins. Siempre fue, es y será así. Cuanto más, el sexo rápido, furioso y sin futuro a mediano plazo era la siguiente estación. Después, el tren partirá.
Sobre la mesa yacía una botella de cerveza a un vaso de morir. Su currículum, el del flaquito, indicaba: honesto, trabajador, amiguero, y borracho a partir de dos litros de rubia. Justo ella, morocha de curvas grandes y rectitudes pequeñas, reina de la primavera 2009 y miss deslealtad en 2010-2011 y candidataza en 2012, le insinuaba su estado de embriaguez.
-¿A vos te parece que estoy borracho? Tal vez sí, tal vez no. Tal vez los que siempre te dicen que sí sean sobrios. Tal vez haya que estar borracho para decirte que no...
-No, pará, flaquito. A mí nadie me dice que no. Ni sobrios ni borrachos.
-¡Felicitaciones!
-¿Me estás cargando?
-Para nada. En el reparto de la vida no me dieron ironía. Uy, sonó a versito.
-Te cuento, flaquito. Yo soy la presidente de lo que con mis amigas llamamos el club de las yeguas. Nos aprovechamos de nuestra belleza. Hacemos lo que queremos, cómo queremos y cuándo queremos. Somos tres, bah, ahora cuatro. ¿Ves aquella rubia? Pelo largo hasta la cintura y largas piernas. Irresistible. Está hablando con esos dos musculosos. Es probable que termine con los dos: le gustan los tríos y sentir que los vence a ambos. El poder. Porque es así, los vence a ambos por puesta de espaldas tras varias horas de combate. Ahora mirá para allá. ¿Ves esa de pelo corto muy muy muy tetona? Un ángel delicado que sueña con poetas de contenedor, pero que mientras tanto sucumbe ante los encantos de hombres maduros con billeteras abultadas, autos importados y que encantan serpientes femeninas con generosos regalos para demostrar su poder, ¿viste? Ahora incorporamos a esa gordita. Insistió e insistió para ser socia del club. La pusimos a prueba y después de dos meses de recorrer decenas de bares y boliches nos demostró que es digna de su carnet. El don de la simpatía la hace vencedora cada madrugada. ¿Sabes por qué? Como muchos se sienten intimidados por nosotras, van a lo seguro y ahí la gordita es campeona de campeonas. Poderosa ante los que piensan que ganan después de la derrota, pero no, vuelven y vuelven a perder. ¿Entendiste?
-Sí, pero no hablaste de vos.
-Me dejé para el final, flaquito. Apenas pongo un pie en lugares como estos, siento que me desnudan unos cientos de pares de ojos. Me recorren desde la cima de mi pelo azabachado hasta la punta del dedo gordo que ansían chupar como siervos a mis pies, como esclavos felices de su esclavitud. Me penetran con sus pupilas por cada agujero de mi cuerpo. Me prometen lo imprometible desde el latido galopante de sus corazones excitados y temerosos a la vez.
-Que interesante, pero...
-No, no hablés, flaquito. Yo te explico. Las mujeres no necesitamos demasiado para el revolcón de ocasión. Tenemos el poder. Porque de eso hablamos, de revolcones que tienen el tiempo contado. Una miradita, una cerradita de ojos, y una bandada de buitres de rapiña revolotearán por nuestros cielos. Y yo soy, sabelo, la encantadora de buitres. Ahora, flaquito, ¿me explicás por qué mierda no me llevaste a coger esa noche de lluvia, hace dos semanas, después de hacerme todo el verso barato de Freud, Stamateas, Jagger y Piazzola?
-Tenía partido de fútbol al otro día. Soy rápido. Por eso me dicen el pájaro. Qué curioso, ahora que lo pienso, los pájaros vuelan más bajo que los buitres.
-Vos estás borracho, ¡boludo!
-No, me falta una cerveza todavía. Perdoná, te dejo. Mañana tengo partido con los chicos de la oficina. Solteros contra casados. El que pierde paga el asado y se hace acreedor a las cargadas anuales. No puedo perder.
Le dio un beso sutil en la comisura de los labios y salió a conquistar las calles en su regreso. Afuera, había empezado a garuar. Pero el partido no se suspendía por lluvia.

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