sábado, 10 de agosto de 2013

La noche perfecta

(Continuación del cuento anterior...)

...Y pasaron tres noches desde aquella noche. Una nueva oportunidad para encontrar caminos nunca caminados. La esperanza, siempre la esperanza. Esa mujer seductora y traicionera que conquista lo inconquistable. Esa fragilidad de pisar y sentir, de creer que la huella que queda, esta vez sí, será la correcta. Pero al dar el siguiente paso, la mirada retrospectiva plantea dudas sobre el antes y el después. Siempre dudas. Siempre.
Setenta y dos horas después desde aquella noche. Un nuevo paquete de forros yacía intocable en el cajón. Por las dudas. Las cortinas bajas hacían más tenebroso al ambiente. El contestador automático titilaba un rojo tras rojo. Una esperanza tras otra. Una frustración tras otra. Play...
"Loco, soy el Negro. No entendí un carajo el mail del otro día. ¿Qué mierda quisiste decir? ¿Estás bien? Llamame y vamos a cenar un día de estos”. El siguiente. "Hijo querido, amorcito. Que lindo abrazo y beso me diste el otro día. ¿Estás bien? Venite a cenar un día de estos y te hago esos ravioles con estofado que tanto te gustan. Sí, los de ricota. Y de postre, budín". El que sigue. "Hijo de mil puta. Cuando te cruce por la calle te hago mierda. No vas quedar bien, te lo aseguro. Ah, y te confieso: en todos los años que cogí con vos, me sobran los dedos de una mano para recordar los orgasmos que tuve. Impotente". Uno más: "Perdoname. Sé que en los años de secundaria vos y yo, bueno, eso, ya sabés. Que si, que no. Adolescentes puros, ¿no? Tal vez con mi mensaje en face te entusiasmaste y yo no te aclaré que estaba casada y con tres hijos. Tal vez en la próxima vida. Tal vez. Nunca se sabe, ¿no?".
El DVD de siempre. El beso a Toto de despedida. "Cuidate, campeón. Y sé feliz. Vos tenés claro como es eso de ser feliz. Ya sabés: siempre seguí tu olfato. Vos no podés fallar. Vos no vas a fallar". Toto lamió su cara, y se volvió a tirar a los pies de la cama. "Entendió. Estoy seguro que me entendió".
El arma, reluciente, salió del cajón lista para dar batalla. La vista que pispeó los forros que nunca trabajaron. El guitarrista que hacía el solo preferido. "Como toca este hijo de puta". Afuera, el negro de la noche. Adentro, el negro de la vida. Y ese disparo a la sien implacable que tardó tres días en salir.

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