domingo, 21 de abril de 2013

Juguetería Chocolatín

En el barrio hay una calle en diagonal que desemboca en la Avenida. Esa última cuadra es muy tranquila. Será por eso que fue elegida tantas veces para esas largas discusiones teléfonicas que nacían inservibles y nunca cambiaban su esencia. Era caminar y caminar esos poco menos de 100 metros con el celular hirviendo en el oído, mientras se intentaba encontrar una explicación a lo inexplicable. Y la escena se repetió una, diez, cien veces...
Justo en el medio de la diagonal había un lugar para sentarse. Ni lo suficientemente alto para no llegar, ni lo bajo para estar incómodo. Cuando la charla, bueno, cuando la discusión concluía sin ningún tipo de entendimiento, el cuerpo quedaba allí, en ese espacio inerte, inmovil. Como sin vida. Sin siquiera apreciar que ese era el fondo de una juguetería que nacía en la Avenida y recorría unos 30 metros por el interior de la manzana hasta llegar a la diagonal.
Dos meses después del último llamado, la vida llevo al mis cuerpo por la famosa diagonal. Hubo tiempo de apreciar la cuadra, con sus hojas revolcadas en el piso a los pies del otoño. Y hubo tiempo de apreciar otros detalles. Tantas veces el cuerpo desparramado en ese espacio, con la cabeza en medio del peor maremoto. Hoy las olas bajas más calmas. Y se puede apreciar que la juguetería se llama Chocolatín.


2 comentarios:

  1. esos lugares, esos momentos intertes que tenemos y que te llevan a dejar de apreciar los detalles...y como siempre digo: "“Pensamos en generalidades, pero vivimos en detalles."

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  2. Siempre que regresamos a ciertos lugares encontramos viejos detalles que adquieren relevancia.

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