Otro viejo cuento, de aquel 2009, recuperado del cajón de los recuerdos...
Brillaba. Detrás del mostrador,
brillaba. No hay otra palabra que sintetice mejor su universo. Era rubia
y de ojos celestes. El pelo atado para resaltar mejor su mirada. Su
impactante mirada.
-No sé que le pasó. Se quedó muerto de golpe,
Noelia, le dijo el lunes que le llevó el celular, mientras miraba su
nombre en la chapita que asomaba de su voluptuoso seno izquierdo.
Aguirre era el apellido.
-Hola, ¿ya está listo?, le preguntó el martes, cuando sabía que debía esperar un mínimo de tres días para el arreglo.
-¿Hoy tampoco?, atacó el miércoles.
El
jueves tuvo su teléfono listo. La miró a Noelia, esta vez decorada con
agresivo flequillo y un escote que empezaba y vaya a saber donde
terminaba. Intentó decirle algo, y le salió... Le salió lo que le salió:
"Chau. Gracias. Hasta luego. Que tengas buen fin de semana. Hoy. Este,
no, hoy no. Mañana. Claro. Hoy es jueves. No es viernes. Mañana es
viernes. Bueno, me entendés. Que la pases bien". Noelia sonrió. "Chau,
vos también", le contestó la esplendorosa rubia con su blanquísima
sonrisa.
"Boludo. Una y otra vez boludo", se repetía camino a su
trabajo donde lo esperaban cinco horas más de su rutina de cadete por el
microcentro. "No, mejor pelotudo. Soy un pelotudo". La timidez. La
sensación de que esa rubia era demasiado para él. Game over sin jugar.
Como tantas veces...
Tres semanas pasó pensando y pensando. Pidió consejos. Y eligió el plan a ejecutar.
-Hola,
Noelia, ¿te acordás de mí? Ah, bueno, sí. No sé. Yo te llevé el celular
para arreglar. ¡Qué casualidad que tomamos el mismo colectivo para... A
ver... ¡La Paternal! Sí, podemos viajar juntos. ¿Podemos? Sí, que
bueno. ¡Qué bueno!
Cuarenta y cinco minutos después, y luego de un
monólogo suyo condimentado por monosílabos de la rubia de ojos celestes a
modo de respuesta, ella se acercó a la puerta y tocó el timbre. "Ah,
sí, acá. Me bajo también. Digo, si querés. Te acompañó unas cuadras.
Digo, si querés. Me bajo".
Una cuadra por la avenida, dos cuadras
para adentro. La noche ya reinaba en la ciudad. De golpe, la rubia
detuvo sus pasos: "No digas nada". "¿Yo? No, tranquila, yo quería
acompañarte, pero no digo, si querés no digo". "Callate", le gritó. Lo
arrinconó contra una pared y le dio un beso. Largo. Húmedo. Hasta
apasionado. Los ojos celestes abiertos y vigilantes. Los negros,
cerrados. Los besos soñados se dan cerrados.
-Noelia, que sorpresa
encontrarte por acá. Justo te estábamos buscando hace algunos días. Te
hicimos una advertencia, dos, y la tercera. Es mucho, nena. Te pasaste
de la raya.
-No, muchachos. Les voy a explicar. Fue una confusión. Y mi mamá está enferma, necesita...
-Tu mamá, tu mamá... Nena, esto es un negocio. N-E-G-O-C-I-O ¿Y este pendejito quién es?
-Hola maestro. Resulta que acompañe a Noelia en el colectivo porque…
-Es mi novio, él me obligó a vender en la cortadita. Yo le dije que esa no era mi zona. El dijo que se encargaba. Yo no quería.
Noelia salió corriendo y llorando.
-¡Noeliaaaaaa...!, la llamó con un grito desesperado. No pudo dar un paso: seis brazos ya lo habían frenado.
-¿Así que todo esto fue tu idea, pendejito? ¿Así que sos guapito? ¿Sabés que le pasa a los guapitos?
-No tengo idea de que hablas, maestro. Pero no me importa. Dejame ir con ella. Es lo único que quiero. ¡Noeliaaaaaa...!
Se
escucharon tres disparos. En el piso, desangrado, alcanzó a ver como
Noelia, a media cuadra, se daba vuelta. Vio sus ojos celestes por último
vez, y cerró los suyos para soñar para siempre con el mejor beso de su
vida.
"Ajuste de cuentas: asesinan a un vendedor de drogas en La Paternal", fue la placa roja tres horas después.
miércoles, 17 de abril de 2013
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Hermoso nombre. Hay una canción que pinta de cuerpo entero a las Noelias, tal vez la conozcas, tal vez hayas conocido alguna vez a alguna Noelia de Bravo, o brava.
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