jueves, 1 de agosto de 2013

El secreto de sus ojos

(En esta semana de remakes, otro viejo cuento -este de 2009- que el autor quiere publicar..)

-Silencio en la sala. El acusado que se ponga de pie. Es usted señalado como autor de los siguientes delitos: incendiar tres fabricas de anteojos, romper 10 vidrieras de ópticas y robar toda la mercadería, y arrojar una bomba de gas lacrimógeno en una discoteca. ¿Cómo se declara?
-Inocente, su señoría. Todo lo que hice fue en defensa propia.
-¿En defensa propia?
-Sí, su señoría. En defensa de la lógica más pura de todas las lógicas.
-Explíquese.
-Ella... Le explico: ella es ella. Tiene virtudes y defectos, como usted y como yo. Tiene algunos atributos físicos que la destacan, y otros que no. Tiene mañanas de sol y tardes de lluvia. Y tiene noches lindas, y noches feas. Tiene y no tiene...
-No entiendo...
-¡No interrumpa!
-Le recuerdo que se encuentra en un ámbito judicial, así que tenga cuidado con sus exclamaciones.
-Perdón, su señoría.
-Continúe.
-Le decía, sobre las cosas que tiene, y las que no tiene. Pero entre las que tiene, está su mirada.
-Sus ojos.
-No, dije su mirada. ¿No escucha bien?
-Una insolencia más y le corresponderán 10 días de calabozo más allá del fallo que luego dictamine este tribunal.
-No volverá a suceder, su señoría.
-Es su última oportunidad. Prosiga...
-Ella tiene dos ojos, como usted y como yo. Los colores de los ojos se repiten: azules, celestes, marrones, negros, verdes... No hay secretos allí. Las miradas no. Son únicas. Son como un documento de identidad de las personas.
-Interesante, aunque aún no comprendo que tiene que ver con esta causa judicial.
-Ella tenía, perdón, ella tiene la mirada más cautivante de todas las miradas que conocí. Impacta. Pero no a todos. A mí. No es sencillo de explicar. Pero bueno, tema es que ella sólamente utiliza un diseño de anteojos exclusivos difíciles de conseguir.
-Sigo sin entender.
-Todo los cargos que me imputan fueron en defensa propia: para que no exista más en en el mercado ese modelo de anteojos.
-Eso explicaría los incendios y la destrucción de las ópticas. ¿Pero y lo de la discoteca?
-Ella había perdido sus anteojos. Bueno, confieso: se los robé. Y una amiga tenía el mismo modelo, el último que quedaba en circulación. Los encontraron en ese negocio de Belgrano la misma tarde de primavera. Ella quería comprárselos a su amiga, y eso arruinaría mi plan maestro. Esa noche, en esa discoteca, estaba su amiga con esos anteojos, el último modelo. La única forma lograr mi objetivo era ese: el gas lacrimógeno. Cuando todos corrieron a la puerta, tropecé con la amiga y le quité los anteojos...
-¡Pero hubo varios heridos!
-No era mi intención, su señoría. Lo lamento y pido disculpas. Yo sólo quería que ella no se ponga más anteojos. Y que su mirada nunca se tape...
El jurado se tomó dos horas para analizar el caso. Hubo un largo debate en la sala. El caso, incluso, dividió a la sociedad: enterneció a ciertos sectores y sacó la parte más autoritaria de otros.
-El acusado, de pie por favor. Esta Corte lo encuentra culpable de varios delitos predeterminados con anterioridad en este caso. Pero teniendo en cuenta su especial relato, se ha decidido conmutarle la pena de cinco años por una tarea más útil para la sociedad. Deberá recibirse de óptico, y así entender que las miradas son eso, miradas.

-Gracias su señoría, prefiero la cárcel.

1 comentario:

  1. Un placer leerlo, como siempre!

    Saludos desde mis mareas que esperan...

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