“No tengo nada de tres estrellas como siempre
piden ustedes, chicuelos. La 214 está ocupada. Pueden subir a ver la 206 y si
les gusta se quedan. Si no, se van”. Cinco minutos después, la respuesta obvia:
-No da, muy chiquita, poco aire acondicionado. Gracias
amigo, pero vamos a otro lado, si?
-No hay problema, chicuelos. Ustedes son
clientes. Vienen siempre. Disculpen pero estamos cerca de fin de año y se llena,
je. Se ve que todos tienen ganas, no? Todos quieren pasar unas buenas fiestas.
Eso, chicos, que pasen una buena fiesta. Feliz año nuevo. Con amor y respeto.
-Gracias, feliz año.
El vidrio polarizado del telo dejaba ver las dos
caras de un lado, pero tapaba la del empleado. La noche siguió con todas las
rutinas de siempre: la pareja en el albergue siguiente destilando sexo. El
empleado en el albergue de siempre alquilando refugios para sexo.
La mañana los devolvió a sus rutinas. “Hola mi
amor, mucho trabajo anoche en el telo… Me tiro un rato y después hago las
compras de año nuevo”, le dijo el empleado a su esposa. Pausa y agregó: “Hoy el
súper tiene buenas ofertas”.
“Hola mi amor, mucho trabajo anoche en el balance
anual de la fábrica… Me tiro un rato y después vamos a hacer las compras de año
nuevo”, le dijo la mujer a su esposo apenas pisó su casa. Pausa y siguió: “Pero
vamos al súper de más allá que tiene mejores precios”.
El súper estallaba de gente. La pareja puso el
carrito en la caja más vacía y fue a buscar las gaseosas. Cuando volvieron,
otro chango estaba delante suyo. “¡Qué hacés tarado! ¿No ves que estábamos
nosotros? ¡Rajá para atrás, gil o mi marido te mata a golpes!”. El hombre de unos 50 años, dueño de vozarrón
inconfundible, respondió: “No señora, no los vi. Si los hubiese visto, no me
habría metido. Y si se trata de ver, nunca olvido una cara. Nunca. Chicuelos…”.
No hizo falta decir nada más. Sus curvas se
estremecieron de norte a sur. Pese a los 40 grados, se le congeló cada uno de
sus poros. Sus pechos poderosos parecían montañas gélidas. Su boca tartamudeaba
silencios. Hasta que con hilo de voz, ella le contestó:
-Perdón, señor. Perdón…
-No hay problema. Todos quieren pasar unas buenas
fiestas. Eso, chicos, que pasen una buena fiesta. Feliz año nuevo. Con amor y
respeto.
La habitación 214 perdió a sus mejores clientes…