martes, 23 de junio de 2009

Dieta europea

Lunes. A miles de kilómetros del suelo. Un almuerzo con una entrada tan olvidable que su nombre se ha olvidado, con unos fideos pintados de rojo de algo que llama salsa. "Azafata, ¿puede ser queso rallado? ¿Cómo que no hay queso rallado?". Unas ocho horas después: "Azafata, ¿a qué hora sirven la cena? ¿Cómo que no hay cena? Entonces deme otro sanwich de atún. Sí, el quinto sandwich de atún". Noventa minutos antes de aterrizar sirvieron cafe, te o jugo, con otro sandwich, este de jamón y queso, con sabor a poco.
Martes. El efecto avión se hace sentir. La panza hace ruido en la Gran Vía madrileña. El local de comidas rápidas abre a las 8 y a las 8.05 esta boca le da el primer bocado a un sandwich de pollo muy rendidor. Cuatro horas después, almuerzo en Plaza Mayor, con los ojos fijos en las aventuras del Hombre Araña. Había una oferta de 12 euros: entrada, plato, gaseosa y postre. Una paella digna primero y un emperador con papas luego.
-Mozo, ¿qué pez es este?.
-Pez espada.
-Muy rico.
Todos los días se aprende algo nuevo: el Emperador es el pez espada. Y todos los días se aprende algo nuevo II: en Europa a la Coca le ponen limón. He sacado varios limones de vasos en estos días.
Por la noche, vuelo a París. "¿Cómo que en este vuelo no sirven cena?" El primer viaje por el cielo sin alimentos. Maldición. No hubo más remedio que cenar en Champs Elysees, unos decorosos ravioles a la bolognesa.
Miércoles. Desayuno en el Hotel con ofertas varias. Almuerzo en un barcito de París, rumbo a la Torre Eiffel. "¿La carne jugosa, a punto o cocida?", preguntó la china del barcito en inglés, con plaabras en inglés. Hizo caso al pedido de jugosa, pero para los franceses jugosa es semicruda. "A little more in the fire, please", fueron mis palabras devolviéndole el plato. Volvió a los cinco minutos con la carne bien seca. De postre un universal Toblerone.
Para la merienda, el embajador invitó a su residencia. "Estamos invitados a tomar el té...". Nos había té. Había langostinos, salmón, langostinos, quesos frances, langostinos, ostras, langostinos, frutas de todo tipo. Fueron como 50 langostinos, manjar de los manjares. Pero estos malditos se complotan: 10 no hacen nada pero tantos hacen cosas raras en la panza. La cena, por cuestiones laborales, fue sólo un sandwich en el hotel.
Jueves. Mismo desayuno. De regreso ver al amigo Napoleón, un almuerzo argentino: pancho y coca. El pancho más caro de la historia: 4,5 euros. Es una especie del pan que conocemos como flautita largo, con un agujero arriba y allí entra la salchicha precocida. No es aconsejable. Menos, con la mostaza muuuuuy picante que usan los franceses. Pero había que comer algo rápido porque el barquito del Sena se iba...
Merienda en el Club de Polo de París, en el cocktail pre, durante y post a Le Perfect Match. Muchos canapes de quien sabe que, pero muy fashion. Algunos con... langostinos... Cena, por cuestiones laborales, un par de porciones de pizza frías en el hotel.
Viernes. Mismo desayuno: dos fetas de jamón, una de cocido y otra de crudo, y dos de queso. Más dos vasos de jugo de naranja. Almuerzo en el hotel de regreso del Louvre: sandwich en el hotel. En el avión de París a Madrid, una entrada fea, muy fea. Un plato con un arroz indescifrable. De regreso a Mi Buenos Aires Querido, los mismos fideos de la idea ahora con dos pedacitos de pollo para mentir. Y después sandwiches. Al mediodía del sábado, una buena milenasa en casa...

1 comentario:

  1. pareces un viejo quejoso, dejate de joder!!!


    q rica una paella y los langostinos!!!
    vos deberias ir a comer a Japón, ahi te quiero ver.....jajajaa!

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