domingo, 21 de junio de 2009

Napoleón

Las matemáticas no son exactas. Mentira. Uno es menor que 100 casi siempre. Pero no siempre. Una imagen vale más que mil palabras, dicen. Y en igualdad de material, ideas, una a veces es mejor que dos, que tres, que diez, que cien.
Todos tienen ideas. El detalle es que habrá que ver que productividad tiene una idea. Hay gente que se dice inteligente, pero nunca en su vida han tenido una idea de alto valor productivo. Son de hablar, de presumir, de ubicarse en altos sitiales de la inteligencia, cuando nunca han llevado a la práctica ninguna idea que los distinga. Linda esa palabrita, distinguirse. Todos tenemos ideas, está dicho. La clave es que las propias sean las distinguidas.
En París mucha gente anda en bicicleta. Hay miles estacionadas en la calle, y la gente las puede tomar y usar. Con un valor agregado: por media hora, son gratis. Por un sistema de tarjeta de crédito, se toma una en Champs Elysees, se recorren unas 25 cuadras hasta el otro lado del Sena, se estaciona en otro “bicicletómetro”, y a empezar el día. Si alguien se extiende ese lapso, se le cobra. Si se quiere robar el vehículo, se le cobra muy caro.
El mecanismo es brillante. Alguien tuvo una idea productiva que cambió su mundo y cambió el de millones. En lugar de pensar en lo complicado del tránsito, ideó una solución. ¡Chapeau!
Si los pingos se ven en la cancha, la inteligencia también. Hay gente que no nace para eso, aunque cree haber nacido para todo y mueren sin dejar nada. Esos, los que creen más de lo que hacen, son los peores.
Hablando de nacimientos, muertes e ideas, París, entre sus miles de historias, tiene una que sea difícil de superar. Lo que quedan de los restos de Napoleón Bonaparte descansan en un extraordinario museo en el que se mezclan pintura, arquitectura, arte, diseño y mucha historia. Eso lo diferencia del Louvre: no se trata de una sucesión de obras de arte, sino de la vida misma que marcó este planeta que habitamos y se llama Tierra. Se aprecia la evolución del mundo con documentos como armas o vestimenta. Y hay salas especiales, como una para Charles De Gaulle, donde se recibe una clase práctica de historia en 10 minutos.
Hasta que se llega al objetivo, la tumba del amigo Nap, quien ya hizo un guiño desde el cielo o el infierno que habite y aceptó el diminutivo para este relato. En un salón paralizantemente fastuoso, con esculturas aquí y allá y pinturas que decoran el techo cual el mejor cielo, en el centro de ese salón, hay un círculo. Hay que asomare para tener el primer contacto con la tumba, una gran caja de mármol marrón cerrada. Luego, se puede bajar por una escalera, atravesar un túnel algo tenebroso, y tener al muerto a unos poquitos metros.
Todo esta historia sería una más si no fuera por un detalle mágico. El egocentrismo de Napoleón no toleraba un paso a la eternidad sólo con un lugar destacado en la historia. Quería más, quería sentirse superior a todos. Siempre. Por los tiempos de los tiempos. Y lo logró. Al asomarse al hueco de arriba, se tiene que adelantar la parte superior del cuerpo. Napoleón quería ser homenajeado siempre. Por los tiempos de los tiempos. Así, ese chinito, esa inglesa, ese frances, ese africano, y este argentino, se asoman al hueco y su figura simboliza una reverencia para el amigo Nap. Como él lo deseaba, y como lo pidió: una tumba donde todos se rindan su poder…

Si se tuviese que hacer un ranking de ideas, acá hay una mano levantada para votarla como la mejor de la historia.

2 comentarios:

  1. eh? Cómo? no hay fotos q ilustran el post?

    Mira, si no hay alguna fotito no pienso leer el post......bueh, voy a leer, pero para la próxima xfis, subi alguna fotito ( no digo q sea de frente/ perfil)

    Besis

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  2. Ahora si. Leido el post, comento sobre el mismo.

    La descripcion del lugar donde esta Napoleon, me gusto mucho, xq me hace imaginar todo el lugar.

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